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Tele por un tubo por Ramiro Cabana

Ramiro Cabana es comentarista de radio y televisión. Tele por un tubo dejó de actualizarse en agosto del 2006.

NI BLANCO NI NEGRO

Ni blanco ni negro, queridas amigas personas lectoras: Kojak es calvo. Y cliente preferencial de la multinacional española Chupachups. Calle 13 acaba de estrenar la nueva versión de Kojak, que los gringos han producido con un actor negro, Ving Rhames (Misión Imposible) en el papel del renombrado calvo griego Telly Savalas.

Supongo que no es más que pura casualidad que este cambio de color se estrenase precisamente el día del eclipse. Algunas de vosotras, las progres supongo, saldrán y dirán que no existe ninguna diferencia entre poner a un griego en el papel de Kojak y poner a un negro. Y un servidor de vosotras todas va a explicar que si que existe tal diferencia y que tal diferencia tiene que ver con cómo se vive el asunto de la raza, y el racismo y sus consecuencias, en el país de los gringos.

El primer episodio empieza con un mafiosillo de tercera burlándose de los dos polis blancos que lo interrogan. Hasta que entra Kojak, que le pone un revolver junto al cráneo y juega a la ruleta rusa mientras le hace preguntas. El mierdas se caga de miedo y lo contesta todo, sacándose un 10 en el examen y unos añitos en la casa grande. Y justo cuando estábamos a punto de escandalizarnos por la brutalidad policial, vemos que Kojak no había metido balas en el revolver. Queda perdonado, es un hábil interrogador, un hombre fuerte con más de dos cojones, etc.

Según cómo se maneje en la pantalla, queridas, la brutalidad policial tiene un efecto catártico en la población estadounidense. Dicha población, con tanta inseguridad ciudadana como imagina que hay, necesita de esas catarsis para sentirse segura, protegida. Es lo mismo que votar al Bush pero en la tele. Y todas vosotras sabéis de sobra que los programas de polis viven de restaurar el orden entre el imperio del caos. Bueno, la mayoría. Ley y Orden: Unidad de víctimas especiales vive de lo contrario, de argumentar que se hace lo que se puede en un mundo perverso en el que la violencia sexual es incontenible.

Y entre todos los restauradores del orden en mitad del caos, Kojak es el negro ideal. Un padrazo. Un superhombre fuerte física y moralmente que no tiene miedo de llorar cuando se desespera o cuando la situación lo supera. Es el ideal del hombre negro estadounidense, un modelo a seguir para un grupo social aquejado de falta de modelos a seguir en los mass-media. Ahí están, guapas mías, su fuerza física, su potencia moral, su amor por los niños y su respeto por las mujeres.

Él solito salva a dos niños cuya madre ha sido asesinada y cuyo padre, otro negro, está en la cárcel. Luego ayuda al padre a salir de la cárcel para que los niños tengan padre y no tengan que crecer en un orfanato, donde todo el mundo sabe que los niños crecen mal y se convierten en criminales.

También descubre que un poli (blanco) ha matado a una mujer y que no puede acusarlo de nada. No os explico por qué, por pura pereza queridas. El caso es que le pasa la información al padre de la muerta, un ex marine con puños de hierro. Y al poli corrupto lo encuentran muerto a ostias.

Pero el gran hombre negro, el modelo a seguir, tiene una debilidad: no es un intelectual. Si fuera un intelectual, ningún negro le tendría respeto. Los intelectuales negros de Harvard se quejan de una peligrosa tendencia: en los institutos los jóvenes negros tienden a burlarse de los jóvenes negros que estudian. Los estudiosos se malean y dejan de estudiar para pertenecer a la tribu. No entran en buenas universidades. No acumulan los conocimientos que hacen falta para triunfar en la sociedad del conocimiento norteamericana. Se perpetúa la pobreza y la criminalidad entre la población negra.

Kojak tiene un amigo intelectual, su jefe directo, interpretado sin ganas por el gran Chazz Palminteri. Palminteri ha estudiado y le echa una mano a Kojak para definir el perfil psicológico del asesino (en serie, claro) que persigue. Y cuando Kojak llora de pena y de frustración al final lo hace sobre el hombro de Palminteri. El nuevo hombre negro y el hombre blanco de siempre, amigos para siempre.

La serie está coja de ritmo, probablemente porque en EEUU la rellenan de anuncios, mientras que en Calle 13 los anuncios son pocos. Y no creáis que estoy pidiendo más anuncios, sólo faltaría… Lo que quiero decir es que los ritmos de la tele aquí son distintos a los de la tele allá. Y que eso se nota y jode las pelis. Sólo era un comentario. Probablemente harán falta unos cuantos capítulos para que la cosa empiece a funcionar. Habrá que esperar.

Y mientras esperáis, fieles mías, yo me voy al patio a ver si Borja y Tigre han acabado de devorar su pienso y los saco a dar una vuelta.

Chao

Ramiro Cabana | 04 de octubre de 2005

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