Ramiro Cabana es comentarista de radio y televisión. Tele por un tubo dejó de actualizarse en agosto del 2006.
No, amigas, hoy no hablaré de televisión, sino de su casi absoluto contrario, el teatro, o de algo que parece teatro y no lo es, o quiere ser teatro y no llega, o llega y no lo parece, o lo evita, o lo esconde, o lo tergiversa de tal manera que, al final, sólo podemos decir una palabra: teatro.
Se trata de una iniciativa de mi amigo y jefe en Libro de Notas, Roger Colom, que se ha molestado un pelín cuando le he dicho que escribiría sobre él y su compañía en mi espacio televisivo. Cuando Colom se molesta un pelín, hay que preocuparse. Si se muestra encabronado, gritón, algo violento, pues ya se le pasará. El pelín es lo jodido porque significa que os ha juzgado, os ha perdonado y está tramando la venganza. Después llega la sonrisa irónica y un descorazonador “tú sabrás lo que haces”que significa que se desentiende, por lo que no he podido entrevistarlo. Sin embargo, tengo el recurso de la memoria, de cosas que me ha contado y de la página de la compañía La Internacional Melancólica.
Veamos. A un servidor y vencedor vuestro, queridas amigas, le molesta un pelín cuando salen las personas teatreras y cantan las virtudes de su teatro antiguo y sin público, y dicen que ellas lo que quieren es contar historias. En cuanto oye eso, un servidor-vencedor tiene que hacer todo lo posible por no arrancarse el vello facial y/o púbico con unas pincitas muy monas, de pura frustración ante tal inanidad de puro tercermundismo ideológico y/o artístico. Porque si lo que quiero es que me cuenten una historia, tengo mil recursos para oírla y/o verla sin salir del palacete: la tele, con mogollón de canales en digital o por cable, el dvd, los libros, la radio, y toda la gente que viene a charlar un rato y me cuenta las una y mil de su vida (y yo les escucho pacientemente hasta que les digo que tengo cosas que hacer, como buscar las pincitas monas en el neceser, y les ruego que se larguen a tomar por saco). ¡Y todo ello (o ella) sin abandonar la dulzura del hogar!
Así que el teatro no puede competir. El teatro, como todas sabéis, exige varios esfuerzos por vuestra parte. Uno, el más difícil, abandonar el sofá. Dos, el más difícil, pagar la entrada. Y tres, el más difícil, soportar el espectáculo. Por eso no vais al teatro, y yo os doy la razón. Además, me gusta que no vayáis al teatro, porque si alguna de vosotras ocupa la butaca justo delante de la mía, como soy bajito, no veo nada y me cabreo.
Entonces, os preguntareis sagazmente como es vuestra costumbre, queridas amigas personas lectoras, ¿para qué conho sirve el teatro? Y yo os lo diré sin mayor dilación: para decir la verdad. ¿No estáis hartas de las mentiras de la tele? ¿Del cine? ¿De la radio? Yo sé que muchas de vosotras os alimentáis anímica y/o espiritualmente de esas mentiras, que sin esas mentiras no podríais seguir aceptando la miseria que puede llegar a ser vuestro empleo, vuestra rutina diaria. (Si no es una miseria, ¿entonces, por qué ansiáis las vacaciones con tanta intensidad?, pregunta el servidor-monsergador Cabana sagazmente.)
Lo jodido es que sin verdad, sin verdades, todo se va volviendo inocuo, inútil, hasta que nos envenena y nos obliga a vivir miserablemente (ver mi pregunta sobre las vacaciones en el parágrafo anterior). Y para eso está el teatro, diría y dice vuestro servidor e iluminador justiciero, el Cabana de siempre. Y en mi pueblo disfrazado de ciudad, Valencia, hay algún que otro teatro que dice alguna verdad, aunque la mayoría pretende mentiros como la bellaca que es (me refiero a esa mayoría), compitiendo falaz y banalmente con la tele y el dvd y el sofá, dulce sofá nuestro de todos los días.
Pero una de las compañías que precisamente busca decir alguna verdad, aunque a veces no atine, la cague y/o tenga que recurrir a la mentira (generalmente para señalarla como mentira), queridas amigas, es La Internacional Melancólica, que como dicen sus camisetas, hace cabaret poético, político y barato. O si lo queréis más claro: pan y circo para inteligentes. O más claro aún: nihilismo alegre.
Y su espectáculo puede llegar a ser feroz, dejado de la mano de cualquier corrección política, es decir, partidista y/o social. Tanto que estoy pensando en uno de sus números (o como se dice en perfecto espeinol, uno de sus esqueches) y ni siquiera me atrevo a describíroslo. Así de brutal. Porque el teatro, gracias a su temporal fugacidad, puede hacer y decir cosas que quizá no se pueden publicar o grabar, y mucho menos, retransmitir por la caja lista.
Lo que sí haré, es dejaros con un fragmento de uno de los incontables manifiestos de La Internacional Melancólica (si queréis más, tenéis el enlace a la página güeb que os he puesto arriba). Ahí va:
La Internacional Melancólica carece de patria. Puede operar en cualquier ciudad, país o cultura. La IM se llama así porque practica un teatro de urgencia, inmediato, en el exilio (interior). La IM nunca sabe dónde estará mañana. Es bohemia y política, poética y errante. Vive en el exilio, de ahí su internacionalidad; y su melancolía se debe a la pérdida de su nación.
¿Pero cuál es la nación de la Internacional Melancólica? Ninguna, su mismo nombre lo indica. Entonces, ¿qué nación reivindica? La que queda por construir: una nación supranacional, cosmopolita, multirracial, multicultural, multilingüística, democrática y abierta. Abierta, también, a la errancia.
Por eso, la IM se puede establecer en cualquier parte, aceptando la mutilación que todo exilio supone, e iniciar ahí su crítica asistemática del sistema de esclusas que, abusando del absurdo cultural y político, del amiguismo negativo, tiene como misión el no permitir la libre circulación de las ideas y las voces.
Esa libertad es la patria que la Internacional Melancólica busca fundar a través de la risa y la poesía. Mientras esa patria no exista, seguiremos siendo apátridas, internacionales y melancólicos.
Chao
Por cierto, podéis encontrar información sobre sus próximas actuaciones donde ya os dije, o sea, aquí.
Y otro por cierto. Me cabrea un pelín que Colom me haya copiado eso de poner “y/o” en todas partes. Es algo que está en el aire desde hace mucho, pero él no se había dado cuenta hasta que me lo leyó a mí. Le he pedido que desista, pero ha dicho, con palabras más bonitas, que lo que le digo se la suda.
Chao otra vez
2005-10-01 21:08 ¡Qué peor agresión al texto que ponerlo palabra por renglón! Al comienzo es gracioso, pero a las 10 palabras uno se encarna en rábia por no poder seguir leyendo. Favor de arreglarlo.
2005-10-01 22:16 Ese es el texto entero. Otros textos de la Internacional Melancólica se encuentran en el enlace que he puesto en el artículo.