Ha empezado la temporada otoñal de televisión, chicas, y yo me niego en redondo (cualquier figura geométrica vale) a darme por enterado. Pasa el tiempo, llega septiembre, y hay que ponerse a ver la tele. Es obligatorio. Y el peso de la obligación se nota sobre todo cuando a uno le informan repetidamente en Tele5 que Hospital Central inicia su décima temporada. No puedo creer que esto lo hayan empezado a emitir en el 95. En el 95, yo aún no había heredado el palacete y por tanto veía bastante la tele. Y no echaban Hospital Central. A menos que por décima temporada se refieran a que hay dos temporadas por año, o tres. Será cosa del cambio climático.

Los que estamos obligados a ver la tele, porque no nos podemos mover o porque no nos dejan movernos y/o las neuronas no dan para más (la mayoría) ni para menos (la minoría), hace mucho que nos jartamos de series de policías gringas, a falta de españolas. Cuesta hacer series de polis, ¿eh? Estaba la del Comisario, pero no sé qué le ha pasado. Y años atrás estaba la de Lola del Espárrago, o Culata Domínguez, o Sinforiola Ochoterena, un nombre extranjero de esos, con Ana Belén. Pero nadie se creía a la Belén de poli y la cosa fracasó. Creo que este verano la repitieron una vez hasta la saciedad en Calle 13, pero vuestro mejor héroe estaba echando la siesta con Borja y con Tigre en la gran hamaca del segundo patio del palacete, y no le presté demasiada atención. Hablando de series gringas de polis, hace dos semanas que me quedo frito viendo CSI.

En Antena 3, se han sacado de la manga ancha otra serie de polis pero en broma, Los hombres de Paco, para recordar a Jarrelson. Sé que estaré obligado a verla por lo menos una vez. Creo que ante la repetitividad del sentido del humor espeinol en la tele, debería dedicarme a escribir una columna semanal sobre lo rápido que crece el césped cuando uno se lo queda mirando durante horas. Ayuda un coñac en cada mano y un buen puro en la otra.

Esperemos que La 2 mantenga su parrilla especializada en cine. Es mejor que la especializada en debates sin debate del Gobierno anterior. Lo jodido es que siempre lo ponen demasiado tarde. Y para vosotras que curráis, eso de acostarse a la una y media o dos entre semana no puede ser bueno. Sigue existiendo en La 2 la tontería esa de poner las pelis tarde. Como si quisieran ofrecer “cultura” a regañadientes. Además de con anuncios. Aunque lo peor, lo peor, lo peor, es que os metan las pelis dobladas. Eso sí que es insoportable, chicas, porque todo el mundo sabe que las películas chinas hay que verlas en chino. Si no, no hay quien las entienda.

Y como el verano llega a su fin, por fin se acaba Grand Prix. Lo malo es que vuelve la tontería esa en la que los famosos aprenden a bailar bailes de salón. La tele pública se empeña en dar ejemplo. Siempre encuentra la manera de entrar en el juego del famoseo. Eso sí, con calidad y sin gritos, excepto los míos cuando grito: “¡Vaya mierda! ¿Y yo tengo que ver esto? ¡Que venga Taracido y me obligue, si tanto dice que me paga!”

Por último quiero regalaros una joyita. Ayer me meto en el bar de la esquina, al que no debería ir nunca porque siempre tienen la tele encendida. Me pido el aperitivo y oigo que en el telediario territorial de La Primera hablan del juicio del anestesista ese al que acusan de infectar a un montón de gente con un virus especialmente virulento. Muestran al juez pasando lista, supongo que de los abogados, y como faltan muchos el juez dice: “Esto parece la universidad”. ¡La universidad, queridas amigas personas lectoras! ¿Lo vais a permitir? Se está burlando precisamente de la institución que os permite cambiar de clase económica (de clase social no, claro): la que os permite pasar de trabajar duro por una miseria a trabajar duro por una miseria, pero sentadas. Es el puto colmo, la verdad.

Espero que estéis indignadas. Yo me voy.

Chao