Hola guapas. ¿Feliz puente? Me alegro. Lo siento. Da igual lo que contestéis, yo estoy de acuerdo con vosotras, que para eso soy el tío Cabana. Me ha gustado mucho ver por la tele las colas de automóviles madrileños repletos de familias y parejitas en fuga hacia la playa. ¿Es que Madrid no tiene playa? Lo olvidaba. Y el estrés de la vida capitalina, claro, os obliga a pasar horas en el solón de camino al sol.

Me ha gustado mucho ver en la tele la triste polémica de los atascos. Con esa oposición, débil y febril, quejándose de sus propias obras públicas, que ahora son culpa de otros. Lo que más me ha gustado es que nadie en los telediarios se ha preguntado del por qué de las colas. Ya se sabe que para llegar a ser periodista, uno debe abandonar cualquier aspiración a la inteligencia; pero yo no sabía que también había que dejar de lado el sentido común. ¿Por qué hay colas? Fácil: porque hay demasiados coches que quieren largarse de la ciudad hacia el bucolismo cutre de la arena, las sombrillas y los calamares a la romana.

Porque durante los días laborables, la carretera de Levante es suficiente. ¿Y no pretenderá nadie que gastemos miles de millones en una carretera sólo para las vacaciones, verdad? O quizá el amigo Colom, co-editor de Libro de Notas, tenga razón cuando dice que las vacaciones son nuestra verdadera religión. En ese caso podríamos hacer una carretera que sólo se abriese en los días de peregrinación: una carretera litúrgica y mística. Como el Camino de Santiago.

Me han encantado también las imágenes de las playas de Benidorm, que Colom celebra como la verdadera capital espiritual de Espéin. En ellas se veía que no quedaba ni un centímetro en donde extender la toalla que sirve de barrera entre la arena y vuestros cansados y estresados cuerpazos capitalinos. También se quejaba la gente, entrevistada por tanto becario con micro, de que los apartamentos no eran lo anunciado: estaban sucios, o el baño no funcionaba, o cualquier cosa típica de la industria del turismo baratero.

Alguien, no sé si era el presidente del gobierno, da igual, salió y dijo que hay que corregir esta grave situación. La de las carreteras, no la de los apartamentos, que es cosa del libre mercado. Y hay que corregirla porque los espeinoles y las espeinolas tienen derecho a su legítimo descanso. A esto el tío Cabana no puede más que opinar que si lo que de verdad os interesa, queridas, es el descanso, os quedaríais en casa (en mi caso, palacio), para levantaros tarde, pasear por la city vacía y ver la tele. Porque no vais a poneros a leer en vuestros merecidos días de descanso, ¿verdad?

Total, que una cosa ha quedado clara de los telediarios de estos días: las vacaciones no son para descansar. Son para hacer cola en la carretera, de camino a donde va el resto de la mesta, luchar a muerte por unos centímetros de arena (como Rommel), alimentarse de fritanga (aceite de la semana pasada), alquilar un piso de mala muerte y decir que os lo habéis pasado bomba.

Benidorm y cierra Espéin, queridas.