Ramiro Cabana es comentarista de radio y televisión. Tele por un tubo dejó de actualizarse en agosto del 2006.
Hola Guapisísimas. Acabo de ponerme de un humor extraordinariamente bueno, buenísimo al darme cuenta de una cosa: ¡Estoy completamente al desaltanto de quién es quién en el mundillo del corazón! ¿No es absolutamente maravilloso no saber nada de lo que se dice y se habla en las revistuchas en la telesucia de todos los días. ¡ES GENIAL!
Y ahora os voy a dar una buena noticia de verdad. ¡Vosotras también podéis hacerlo! También podéis llegar a un punto, por lejanísimo que os parezca, visto desde este triste momento en vuestras vidas laborables, en que no sepáis nada de lo que se discute una vez tras otra y hasta la vomitona en el tinglado del cotilleo institucional.
Yo acabo de darme cuenta, y no sabéis lo limpio que me siento. No me siento puro ni purificado, porque eso implicaría necesariamente dejar de tener malos pensamientos, y eso no puede ser. Cada quien tiene su límite y ese es el mismo. Los malos pensamientos son precisamente lo que nos salva de los buenos pensamientos y hay que apartarse de éstos lo más o posible o llevar una vida llena de aburrimiento y paranoia, igual que la beata de la vuelta de la esquina. Hay una diferencia importante entre sentirse limpio y sentirse puro. Lo primero conduce a lo que queráis, lo segundo sólo limita. Igual que la pureza de sangre, que sólo conduce a la consanguinidad, y ya sabéis la de enfermedades congénitas que eso trae al mundo.
¿Y cómo ha logrado Cabana llegar a tal grado de limpieza de espíritu?, os preguntaréis sagazmente. Pues muy fácil. Hará cosa de tres meses me obligué a dejar de ver, oír, leer cualquier cosa que tuviese que ver con el rollito rosa. ¡Y ha funcionado! No sé nada de nada. He olvidado los nombres de los famosetes, los he borrado de mi memoria, estoy libre de su fanguillo maloliente y perralleiro. ¡Soy un hombre nuevo!
Bueno, un hombre nuevo, con la fortuna y el palacete del anterior, todo hay que decirlo. PERO ES IGUAL. Cada cual se renueva como quiere, ¿no? Y yo así lo he querido. También debo decir que a la par de olvidarme del mundo rosa, me he olvidado del fútbol, su hermano gemelo entre los opiáceos del pueblo, es decir, entre vuestras drogadicciones de diario. ¡Tampoco sé nada de cómo va la liga! No tengo idea y no quiero tenerla.
Y vosotras también podéis sentiros como yo, como si os acabáseis de cambiar la compresa. Como si os acabáseis de duchar después de daros un revolcón en el fango, después de una tomatina en Buñol, después de una lluvia ácida cerca de una central hidroeléctrica, después de un debate del estado del Estado, después de una conversación con los de la agencia inmobiliaria, después de una noche de sexo con personas desconocidas en un local oscuro y guarrendongo, después de leer la prensa diaria, después de que os tirasen por la cabeza algo líquido y con tropezones y colonias de hongos que fue comestible hace tres semanas en pleno verano, después de… bueno, lo pilláis, ¿no?
Y es muy fácil. Sólo tenéis que dejar de ver la basura por la tele durante tres meses. Y de repente, un día, os ocurrirá como a mí, y gritaréis: HOSTIA, SOY LIBRE, ME SIENTO LIMPIA Y SOY LIBRE, SOY LIBRE, SOY LIBRE.
Chao.
2005-04-20 23:01 Caxo perro!!! eso es porque vives en un palazo del todo aislado, porque no escuxas los cotilleos constantes de las compañias del trabajooooooo…envidia te tengo!!! olvidar, no recordar, no reconocer a ningún famosillo del estelar mundo televisivo….me voy a continuar rebozandome en el lodo de la infamia famosil…
2005-04-21 21:39 Mi querida diosa acadia de la fertilidad y la sexualidad: No lo dudes. Tú también puedes recuperar tu milenario esplendor venusino, por más lumínicamente contaminado que esté el cielo al amanecer en la ciudad. Vete al campo, o lo que es mejor, cierra los oídos, o todavía mejor, predica entre tus malas compañías laborales el silencio en cuanto a lo famosil, ese sarpullido subcraneal que tan rico pica y pica, hasta que te has rascado tanto que te quedas sin cerebro. Vivir sin cerebro es otra opción. La mayoritaria, por cierto.