Ramiro Cabana es comentarista de radio y televisión. Tele por un tubo dejó de actualizarse en agosto del 2006.
Hola guapas. Bienvenidas de nuevo a mi programa, aunque sólo sea por escrito. Estoy en mi despacho, sábado por la tarde, y despachando cosas importantes, como decidir si saco a Borja a mear ahora o más tarde, cuando mi chavala me llama desde la capilla, donde vive nuestra enorme y cara tele de plasma. Quiere que vea con ella una nueva serie que echan por la Fox: Mujeres desesperadas. Desperate Housewives, si apretáis el botón para verlo en versión original. O Amas de casa desesperadas, que es la traducción correcta, en cuanto a sentido, incorrecta por eufonía, o por cuestiones políticas y otro papel mojado.
Está prohibido burlarse de las amas de casa. Las feministas (algunas) han descubierto que se puede ser mujer y ama de casa a la vez sin perder ningún derecho, ninguna obligación. El politicaje, esa forma de ser imbécil y parecer muy vivo a la vez, dice “todos y todas”, “ciudadanos y ciudadanas” porque resulta rentable. Por ahora. Y las amas de casa también votan, claro. Nadie se puede burlar de ellas y salir indemne. Excepto Mujeres desesperadas. O Marujas desesperadas, que sería una traducción excelente si no estuviese todo el mundo cagado y cagada de miedo. Aquí, en esto de la corrección política, se nos une el puritanismo gringo con el afán de pureza (de sangre sobre todo) espeinol.
Marujas desesperadas es una sátira brutal sobre lo que significa ser ama de casa en una urbanización cualquiera de Estados Unidos. Seguro que resulta extrapolable a nuestras urbanizaciones. O nos resultaría incomprensible. En Espéin tenemos programas y películas sobre comunidades de vecinos. ¿Recordáis Marujas asesinas? Es lo que tenemos. Bueno, es lo que tenéis vosotras, porque vuestro héroe, su familia y sus sirvientes viven en un palacio. Tenemos vecinos a cada lado, claro, pero no les hacemos caso. Excepto en el bar, donde saludamos por obligación y hablamos de fútbol, del tiempo o del último suceso porque no hay nada más que tengamos en común. Propuse un día que hablásemos del Quijote, siendo su aniversario, etcétera, pero a nadie le apetecía leerlo. Y menos con tanto fasto y tanta hostia: la mejor manera de prohibir la lectura del libro que sea.
Las marujas desesperadas (se puede ser maruja y estar buena, todo al mismo tiempo, ¿eh?) son cinco: Susan, divorciada y con una hija, es tímida y se comporta como una adolescente; la hija, adolescente ella misma, es más inteligente, más rápida y con menos complejos (algo que ocurre en varios programas gringos). Bree es el ama de casa total, super ama de casa, la que siempre lo tiene todo perfecto, la perfecta a quien, claro, ¿claro?, su marido no soporta. Por eso van al consejero matrimonial, un hombre calvo y tímido que no tiene por qué saber nada sobre los avatares del matrimonio. Edie, es la putilla, la del sexo fácil, la treintañera cañón que todas envidiáis. Su casa se quemó por accidente y por culpa de Susan, que no sé qué coño hacía allí porque mi chavala aún no me había llamado para que tuviese algo de qué escribir esta semana. Lynette es la super madre, con tres hijos salvajes y un bebé. Al parecer dejó una vida profesional activa para cuidar al primero, luego llegaron los otros y ahí está, dándole duro a la maternidad, domadora de fieras, fiera ella misma. Y Gabrielle, la latina, ex modelo, casada con un latin lover que cumple todos los requisitos del gremio: machista, hiper orgulloso de su propia masculinidad y de su propio ego. Está liada con un chaval de instituto, que le hace de jardinero en todos los sentidos. Bueno, hay una sexta maruja, Mary Alice, que se pega un tiro en el primer episodio de esta post telenovela y cuya alma, o espíritu o lo que queráis, se convierte en narradora (voz en off o incorpórea) de la serie.
Marujas desesperadas ha tenido un éxito enorme en gringolandia y otras partes del universo conocido. Es un lugar común tras otro. Pero como todas vosotras sabéis, hacer tele no se trata de eliminar los lugares comunes, sino de presentarlos de manera que tengan gracia, y Marujas la tiene. Tiene gracia porque a nadie le van bien las cosas, y ese es el primer principio de la comedia. La vida de estas seis mujeres (incluyendo a la fantasma) es un despropósito tras otro, contados con intensidad. Los hombres de la serie no las comprenden, o no existen, y si existieran daría igual porque no las comprenderían. Nadie sale bien parado en esta sátira, aunque las vidas que vemos en detalle son las de las mujeres.
La sátira que funciona, funciona porque se burla de lo que se dice y de lo que no se dice. Y MD hace precisamente eso. Se burla de las mujeres profesionales precisamente porque las excluye de la trama. Se burla de todas las mujeres, de sus anhelos y de sus traumas, de sus triunfos y de sus fracasos, de sus frustraciones y de su aislamiento, de sus perspectivas y la falta de. Y eso es la mar de saludable, queridas. Nada hay mejor que burlarse de uno mismo, en vuestro caso unas mismas, para tomar perspectiva, para tomar aliento y volver a la vida con renovado brío. Yo diría que a eso se debe el éxito de esta serie. A que su burla es despiadada, a que aunque vaya de mujeres nadie queda bien parado, a que aunque pasen cosas feas el tono es alegre, a que apagando la tele, uno, una, puede volver al traqueteo diario con cierta calma, con cierta alegría. No hay nada mejor que la risa como terapia (si excluimos, claro, la risoterapia).
Así que ya lo sabéis, guapísimas, a reír que eso es lo bueno. Yo voy a ver si saco a Borja, que ya oigo gritos y sospecho que se ha meado en el pasillo.
Chao.