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Tele por un tubo por Ramiro Cabana

Ramiro Cabana es comentarista de radio y televisión. Tele por un tubo dejó de actualizarse en agosto del 2006.

VIVA MUNCH

No amigas, no me refiero al pintor, sino al personaje de la serie Ley y orden, que con su cara de palo es el policía más interesante de la televisión. Y el de policías interesantes es un problema que la televisión (y el cine) lleva siglos intentando resolver. La movida es que una serie se puede centrar en los casos, que es lo más fácil y lo más difícil, o centrarse en los personajes, que es lo más fácil y lo más difícil, o se puede centrar en las dos cosas, que suele ser un error, pero que cuando funciona, funciona de verdad. Como la espeinola cuando se da un morreo. O eso ponía la copla.

Analicemos, amigas personas lectoras. Centrarse en los casos, como ocurre con CSI Las Vegas, hace personajes acartonados. Por eso en CSI Miami nos echaron a Horatio (Horacio, para las que no saben latín y/o inglés), con su alto sentido de la moralidad, sus problemillas personales y esas lánguidas miradas que siempre acaban con el tío poniéndose las gafas de sol. Pero si el caso es interesante semana tras semana, nos enganchamos, crecen los índices de público, la cadena vende publicidad, todo el mundo está contento y no nos pasan la serie a las cuatro de la mañana.

Centrarse en los personajes va muy bien cuando los guionistas pierden el interés por el mundo exterior. Entonces se dedican a escribir teatro psicológico y da igual que la serie vaya de polis, médicos, bomberos, mecánicos, panaderos, ladrones de joyas, políticos del gobierno actual o cualquier otra alimaña profesional que se nos ocurra. Es lo que ocurre con Hospital Central. Mucho rollo sobre los médicos y poco sobre los casos, que al fin y al cabo (y como ya he dicho) es lo que mueve una serie, la hace ir de aquí para allá y nos mantiene enganchados y vende publicidad. Lo de los personajes también engancha y vende publicidad, pero a mí me interesa menos, es más estático. Pero eso es porque a mí me interesa más el mundo y sus avatares y sus cositas, que la psicología de cartoncillo que me pueda ofrecer un guionista de televisión.

Evidentemente centrarse en las dos cosas es lo ideal. ¿Pero quién tiene tiempo para eso? Ciertamente nadie, amigas. Ya que rara vez lo vemos. Es lo que pasa con El comisario, que originalmente iba a ser de risa y acabó en serio cuando vieron que nadie se reía. Se intentó un equilibrio entre el caso y la psicología del manual para guionistas, pero todo les quedó un pelín acartonado, como de cartón, como de papel prensado, como de… ya lo pilláis. Evidentemente, en todas las series hay caso y hay personajes. A lo que me refiero aquí es al énfasis que se pone en cada aspecto. Mucha vida personal y angustia vital y Cabana se aburre como una ostra. Mucho caso y mucha investigación y Cabana se lo pasa pipa, principalmente porque no tengo que compadecerme de nadie. Está claro que soy de carácter más epistemológico que ontológico (hay diccionarios) y de ahí viene mi prejuicio.

Munch, el poli de Ley y orden, importado de otra serie titulada Homicidios, e interpretado por el actor neoyorquino Richard Belzer es uno de esos raros personajes que resultan interesantes en una serie que depende más del caso que se investiga que de la vida personal de los personajes. Siempre pone cara de palo, nunca sonríe. O cuando sonríe, la cámara llega tarde y sólo es capaz de mostrarnos los residuos radiactivos de su sarcasmo. O de su ternura. Munch lo ha pasado tan mal en la vida que un poquito más de sufrimiento le da igual. Por eso es él quien siempre se presenta voluntario para dar las malas noticias a los familiares de las víctimas.

Con Munch nos pasó una cosa extraña, a mi chavala y a mí, vuestro defensor televisivo. Siempre veíamos la serie en la versión doblada, pero cuando nos cambiamos a cable digital, pudimos verla en versión original. Le habíamos cogido mucho cariño al personaje doblado, con su sarcasmo, su ironía, su tener las cosas claras. En el original, es más oscuro, habla con menos claridad, casi balbucea sus chistes malos, siempre burlas de sí mismo, no de los demás (un tipo de humor que en Espéin es prácticamente incomprensible). La voz del doblador también es más bonita, lo que hace al personaje más seductor. Pero la voz original da matices que de otra manera se pierden. Se atisba mucho mejor la psicología torturada del personaje.

Por eso me gusta Munch. Porque nunca se centra en él la trama, pero cuando le vemos, aunque sea de reojo, sabemos que ahí está pasando algo.

Ramiro Cabana | 01 de marzo de 2005

Comentarios

  1. greloswoman
    2005-03-01 13:38 lamento comunicarte Cabana que Munch-no el pintor-ni su personaje-falleció hace un par de meses..
  2. Cabana
    2005-03-02 22:03 No lo sabía. Hemos perdido a un buen actor de televisión y a uno de los mejores personajes de cualquier serie de policías. Gracias por apuntarlo.

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