Ramiro Cabana es comentarista de radio y televisión. Tele por un tubo dejó de actualizarse en agosto del 2006.
Hace tiempo, queridas amigas personas lectoras, charlaba yo con un amigo (y sí, tengo algunos), y hablando de televisión, comentábale vuestro gentil esclavo que debería haber mil (1000) canales de televisión, o sea, algo aproximado a la libertad de elección.
La tele se rige por un principio general: limitar la libertad de elección de la persona vidente lo más posible (incluso en colusión con otras cadenas) al mismo tiempo que se le anuncia que tiene derecho a, y de hecho disfruta de, la máxima posible en los tiempos que corren, los mejores de toda la historia de la humanidad, sin duda.
Esto lo comentábamos en el año del señor 89. Hoy las cosas han cambiado. En aquélla época existía el problema del espacio en las ondas, que limitaba la cantidad de transmisiones y/o emisiones posibles, y creaba monopolios generalmente en manos de los gobiernos, que parecían magnánimos cuando (por fin) permitían la creación de una nueva cadena de televisión.
Sin embargo, la tele por cable ya hacía estragos en los países del primer mundo (Espéin excluida, por supuesto), pero su potencial era ese: cientos de canales, quizá miles, la mayoría montados con el modelo tradicional de cadena generalista o temática. Algo muy parecido a los ya fracasados portales internéticos.
La tele por satélite abordó el problema pero sin ofrecer un nuevo modelo de televisión. La persona vidente tenía derecho a escoger pero entre canales que limitaban ese derecho. Era como tener mil canales y poder decir, sin equivocarse: Hoy no echan nada en la tele. Además, había que saber idiomas. Y somos pocos los que estamos con ánimo de aprender urdu, sobre todo ahora, que nos acaban de cerrar la academia de idiomas, huyendo con la pasta, dejándonos en bragas y/o taparrabos. Lo que más convenga.
Pero desde esa antigua conversación, queridas, la tecnología ha cambiado que nos cagamos. Espéin is díferen y todo eso y llevamos una década de retraso (mejor que antes que llevábamos dos), pero yo y muchos otros, incluidas vosotras, queridas, podemos imaginar ya la tele del futuro: la tele infinita. La tele en la que siempre echan algo, sí señoras. La tele fundada en un principio fundamental: el ancho de banda.
Puedo imaginarme perfectamente la desaparición de las cadenas al uso, su lugar ocupado por una tele de suscripción infinita: podéis ver lo que queráis mientras paguéis o os comáis los anuncios. Pero podéis hacerlo cuando queráis, a la hora que queráis: la super tele a la carta.
La pornografía ya es así. Uno puede entrar en una página porno y descargarse vídeos previo pago. También se ve en el mundo de los deportes. La Major League Baseball ofrece suscripciones para ver los partidos en directo o diferido. Ahora sólo falta que entren en el juego la ficción, los documentales. Que alguien invente un i-pod para ver la tele.
PERO HACE FALTA ANCHO DE BANDA. Hace falta poder descargar toneladas de unos y ceros por un módico precio. En otros países llevan esa dirección, pero el ancho que tenemos en Espéin es absolutamente insuficiente.
Cuando ocurra, empero, puedo imaginar que habrá cientos de empresas productoras de programas de televisión que pondrán sus productos en la red. Habrá blogs especializados en discutir y promover esos productos. Claro, si a alguien le gusta una serie, lo lógico es que hable de ella para que otros la vean y continúe. Cada programa vendrá con doblaje o subtítulos para que sea visible en todo el mundo. La tele global.
Desaparecerán los talk-shows eso que es pura radio emitida por televisión y volverán a su origen, la radio, que ya se digitaliza y ofrece previo pago en paquetes interesantes (sólo en países del primer mundo, por supuesto). Desaparecerá de nuestras vidas la telebasura, eso que vemos porque no echan nada más y sólo encendimos el televisor para relajarnos, o porque había que escribir una columna.
Yo quiero que llegue esa tele ya. Quiero ancho de banda ya. Quiero poder ver lo que me dé la gana ya. Quiero absoluta libertad de elección ya. Quiero sacar a Borja a mear ya. O más bien lo quiere él. Así que hasta la próxima, chicas.
Portaos bien.