Ramiro Cabana es comentarista de radio y televisión. Tele por un tubo dejó de actualizarse en agosto del 2006.
¿Habéis visto los anuncios de la Lotería de Navidad, queridas? Si la respuesta es sí, la siguiente pregunta es ¿POR QUÉ?
¿Porque no habéis llegado a tiempo al mando a distancia? ¿Porque la persona con quien dormís quería verlo o os habéis tenido que aguantar? ¿Porque no se os ocurrió ir al váter en ese momento? ¿Porque ya habíais cenado? ¿Porque nadie os llamó en ese momento por el móvil por la sencilla razón de ya nadie os llama? ¿Porque no tenéis móvil? Y si tenéis móvil, ¿porque no se os ocurrió nadie a quien enviarle un mensaje de 22,000 palabras y/o caracteres? ¿Porque os da igual? ¿Porque os gusta la publicidad? ¿Porque OS GUSTA EL ANUNCIO?
Yo, amigo vuestro y defensor, lo he visto un par de veces. Una porque me pilló por sorpresa: ¡COÑO… EL NUEVO ANUNCIO DE LA LOTERÍA! Y otra porque quería que mi chavala lo viese. Y ambas veces me pareció absolutamente genial, manipulador, vengativo, retrógrada y reaccionario. Todo lo que se le puede pedir a un anuncio.
Lo que está claro, según el anuncio, es que no encontraréis vuestra verdadera vida, vuestra felicidad, hasta que no os toque la lotería. O sea, nunca. Os jodéis. Yo también. Nos jodemos todos. Porque todo el mundo sabe que a nadie le toca la lotería. Toda esa gente que sale celebrando el gordo son actores.
Lo que me parece extraordinario de esa campaña es que cada año intentan (no sé si lo logran porque no soy una de vosotras) convencernos de que todo pasado fue mejor, más feliz, más alegre, más nevado, más lleno de escaparates llenos de cosas maravillosas por inasequibles (hasta que os toca la lotería).
Pero este año se han pasado un montón. Han añadido color. Eso significa que, igual que en El mago de Oz, lo maravilloso está en color y la vida normal, de todos los días, en blanco y negro. Muy manipulador de su parte, y a la vez, muy hábil, ya que sigue funcionando. Este año, las cosas maravillosas de los escaparates son en color, y vuelan, y atraviesan el cristal del escaparate sin romperlo y sin que suene la alarma y tengáis que correr para que no os metan en el trullo por robar un tren de juguete de 2000 euros. Son caros los trenecillos, ¿eh?
Y luego está el final del anuncio, con San Petersburgo al fondo. ¿Es San Petersburgo? Y en color. Cuando la chica encuentra el chico, todo resulta maravilloso, de primera, genial. Fin. Si la campaña lleva varios años es que funciona, ¿no? Es que os creéis el anuncio y os tragáis el insultante subtexto. O lo que es peor, el anuncio tiene razón y todas nuestras vidas, las vuestras y las nuestras, queridas, son en blanco y negro.
Bien. Me quedan dos cosas por decir. Una es sobre el calvo del anuncio, la otra sobre la lotería en sí.
Primero el calvo. Se supone que ese hombre de negro y sin pelo es la suerte, ¿no? Pues a mí me parece más que es la muerte. Sí, como en El Séptimo Sello, de Ingmar Bergman. A mí me viene un calvo vestido de negro y me sopla unas bolitas translúcidas y pienso: a) es un terrorista que practica alguna suerte de terrorismo biológico high-tech; b) es un mago que quiere hipnotizarme para robarme la cartera y después obligarme a cometer toda clase de actos horribles; c) es un loco que se ha escapado de la lavandería del manicomio; d) es un tío que quiere ligar conmigo y lo está haciendo fatal; e) es la muerte, que viene a llevarme y no me dará tiempo de despedirme de mi chavala ni de Borja, el mejor perro salchicha del mundo. En cualquier caso nada bueno.
¿Y si el calvo es la muerte, debemos asociar lotería con muerte? ¿O sea que la muerte es la verdadera lotería? ¿Cuántas historias no hemos leído sobre este asunto, queridas? ¿Nos están preparando psicológicamente para una nueva medida de control de la población? No lo sé, pero seguiré atento, y si descubro algo, vendré aquí directamente y os lo contaré.
Lo otro que me queda por decir tiene que ver con la naturaleza de la lotería. A mí me parece que la lotería, una empresa del Estado, es como un impuesto sobre los sueños, sobre la esperanza. Una tasa que se impone al deseo. Si ansiáis esa especie de liberación final que parece que da la lotería (y la muerte), tenéis que pagar el impuesto. Yo por eso no compro nunca lotería, ya pago bastantes impuestos, y sigo pensando que soñar debe ser gratis. Soy un romántico, lo sé.
Pero me lo perdonáis, ¿verdad, queridas? ¿Queridas amigas personas lectoras?
¡Hostia! ¡Borja acaba de mearle los pantalones a un tipo calvo vestido de negro! ¡
¡Borja!
Tengo que dejaros, amigas, ¡uy, la cara que pone el tío!
Chao
2004-12-10 13:57 Que a mí lo que me gusta de la lotería es vivirlo a tope. Ir a MADRID a ver el sorteo en directo con un boleto en la mano, con los niños gritones, con todo. Quiénes son todas esas personas de la platea? se podría decir con seguridad que son idiotas? o saben algo que yo no sé?
Y lo de los saltos de esquí de año nuevo también me gusta mucho. Esconden algún significado metafórico o subliminal? por qué los ponen? Aparte de Gorfr Frorf, ciudadano noruego afincadísimo en Cuenca, habrá alguien que vibre con todas las fibras de su ser con eso?