Ramiro Cabana es comentarista de radio y televisión. Tele por un tubo dejó de actualizarse en agosto del 2006.
Nobles, ilustres, singulares, incalculables, aventajadas (¿o avenjentadas?), buenas amigas mías y excelentes personas lectoras: acabo de llegar de viaje. Toda la semana fuera, mi chavala y yo, sin tele, comiendo en sitios excelentes, paseando, lo que queráis. Hemos ido a Budapest a hacer algunas compras de navidad. Es muy diferente comprar lo mismo aquí o allá, ¿eh amigas? Es el envoltorio lo que cuenta. Y como no hay nada que me toque más los cojones (en vuestro caso los ovarios) que ir de compras, por lo menos tengo el consuelo del entorno.
Como no entiendo el húngaro o magiar, y no me da la gana ver la CNN, les he pedido a los del hotel que se llevaran la tele de la habitación. Ellos en buen inglés, me explicaron que podía simplemente no encenderla. Así que le dije a mi chavala que escondiese el mando y que bajo ninguna circunstancia me dijese donde lo había puesto. Ella feliz, claro, de apartarme de la tele. Y claro, Taracido se ha puesto amarillo (me lo imagino) cuando se lo he dicho, porque esperaba (¡con lo que me paga!) una crítica de la televisión húngara. Mi contestación a esto fue, claro, irrebatible: ¿Y qué utilidad tiene para mis amigas de LdN una crítica de la televisión húngara? Taracido continuó gritando por el correo electrónico, pero yo hace tiempo que no le hago caso.
El caso es que arrivo a Espéin y me encuentro con que es lunes, y yo tan tranquilo. Hasta que a mi chavala se le ocurre decir: “Ay, menos mal que nadie sabe que hemos vuelto; no hay que ver a nadie ni hay que hablar con nadie. ¿Tú ya has escrito lo de la tele?” Se me ha caído el pelo, amigas. Al parecer me he quedado blanco. MUDO. La caca, incluso, ha hecho un amago de escapárseme, pero pude contenerla a tiempo. AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHH, he gritado yo. ¡SE ME HABÍA OLVIDADO TELE POR UN TUBOOOOOOOO! Y he corrido al ordenador a echarle un vistazo a la guía de la tele, para ver si estaba aún a tiempo de ver algo. Y sí, he respirado, Borja se ha evitado una patada basada en mi mal humor, cuando he visto que todavía llego a U-24, otro suculento y truculento ejemplo de la telerrealidad que corroe nuestras pantallas (la mía de plasma).
Por si alguien se pregunta por una chorrada cronológica, os contesto. La conversación electrónica con Taracido ha ocurrido DESPUÉS de la pregunta de mi chavala. Y ha ocurrido porque he intentado, como buen hijo de la nobleza corta, escaquearme de mis obligaciones cuando me he acordado de ellas.
Bien. Hablemos de U-24. La primera pregunta es: ¿Por qué Tele5 le pone nombre de submarino alemán a un programa sobre urgencias médicas? ¿Porque desea torpedear a la competencia? En realidad creo que no se han dado cuenta, que es lo más espeinol que se puede hacer. La segunda pregunta es: ¿Por qué hace Tele5 un programa sobre urgencias médicas? Y yo os voy a contestar: porque os gusta ver sufrir a los demás, amigas. Porque os encanta. Porque os da una falsa sensación de seguridad. Porque os gusta que se os pongan los pelos de punta sólo de imaginar que esa pobre persona que va en la camilla podría ser cualquiera de vosotras. En fin, porque os gusta ver sangre, pelos y señales.
Eso lo sabe Tele5 y lo aprovecha. Por eso echan CSI antes de U-24. Así ya estáis preparadas. Así empezáis bien la semana. El martes ya nada os espanta, estáis listas para volver al trabajo y rendir, rendir, rendir. Por eso un servidor y héroe vuestro no tiene empleo conocido. Aunque alguno me han ofrecido gracias a esta gran columna. Pero mi fidelidad hacia el Trío Calavera de LdN es absoluta.
Aquí va el programa. Todo empezó con una señora a la que le había pegado su marido y que sufría un ataque de asma. Pero ella no se deja meter en la ambulancia, gritando todo el rato que quería a su hija, que no la quería dejar sola. Yo sufrí de veras, ¿eh amigas? No hay nada peor que presenciar la angustia de la otra gente. Una angustia que ahora llaman “crisis de ansiedad”, pero que yo creo que es más profunda que eso. “Crisis de ansiedad”es un término tecnócrata para referirse a un mal del alma, de una vida en sufrimiento. ¿A que no os pensabais que os fuera a hablar de algo así? ¡Cabana está lleno de sorpresas para toda la familia!
Next, encuentran a un ciclista tirado en la carretera, que aunque os parezca raro, es bastante frecuente. Nuestros héroes ambulantes (los de la ambulancia, claro) se lanzan en helicóptero a por él. Alguien sale y dice que el hombre tiene un traumatismo craneoencefálico. ¡Qué lenguaje utilizan en la tele amigas! Así tenemos a toda la peña futbolera describiendo los males de sus ídolos con toda la palabrería técnica del mundo sin entender nada. ¿Por qué no dicen algo así como “Este tío se ha dado un golpe en el coco que no veas”? Eso lo entiende todo el mundo. Como la mujer del accidentado, que a los cuatro días del golpe, cuando despertó él, salió ella y dijo que esa mañana por fin había podido llorar. Que había soportado mucha presión. “De tanta presión me eché a llorar. Presión de que se me quedara tonto, inválido o me quedara sin él.” ¡Bien dicho! Un gran momento de telerrealidad, que es donde la gente puede decir lo que siente, tal y como lo siente. Por cierto, el ciclista está bien.
También vimos a un enfermo mental que se pasó con las pastillas y el alcohol. A un borracho que se llevó unas hostias. Y a un chaval al que le pasó un coche por encima y casi pierde una oreja. Decía el tío que si le cortaban la oreja—y la vimos colgando de un hilo en todo su sangriento esplendor—que si se la cortaban se mataba. Yo desde la capilla del palacete, donde tengo mi fabulosa y carísima pantalla de plasma, les gritaba, los jaleaba, los alentaba para que se la cortaran de una puta vez. Pero claro, existen dos circunstancias por las que no me hicieron caso. Una, que nadie te oye si le gritas a la tele. Bueno, quizá los vecinos, pero los míos están muy lejos. Quizá a mí me oiga el servicio, pero eso me da igual: ya conocen al gran Cabana y son muy capaces de entrar ellos a jalearme a mí para que jalee a los de la tele. Y la segunda razón es que el programa está pregrabado, lo que significa que estamos viendo en presente lo que ya ha pasado, y aunque me oyeran, no me oirían. Todo claro, ¿no?
Pero lo mejor, lo mejor, lo mejor, fue el parto. ¡Eso es televisión, queridas amigas personas lectoras! ¡Para eso me he comprado yo una pantalla de plasma! Yo no soy quien para tener hijos, pero no sabéis lo bien que me he sentido de ver este parto en la tele. (Está muy bien verlo por la tele, porque así no salpica nada y la corbata no se mancha.) Pero entre toda la miseria humana de la que vive el espectáculo de la miseria humana llamado U-24, ver algo que celebra la vida, ver algo así, de verdad que refresca el espíritu. Uno está ahí con la felicidad de la madre y el padre. Uno se alegra de haber vivido lo suficiente hoy como para echarle mano al mando a distancia y poner U-24.
Sólo una cosa más, amigas. Al principio del programa, en los créditos ponen los nombres del personal médico como si fuesen los actores. Eso me ha llamado la atención. Es la medicina como espectáculo, es el personal médico como estrellas. Es lo que nos faltaba.
Y ahora sólo falta que me vaya yo a la cama, que después del avión, los aeropuertos y la reentrada en el tercer mundo, también conocido como Espéin, necesito dormir, necesito soñar que sigo en Buda, mirando al Danubio fijamente, para ver si pasa algún ahogado.
Feliz semanita, amigas.
Di Chao, Borja. ¡Borja!
2004-11-16 12:19 Es cierto, ayer estaba yo sumido en la lectura de Phänomenologie des Geistes de Hegel cuando, sin querer, al pasar una página, vi lo de la oreja colgante, ¡joder, qué guarrada!
A mí lo que más me gusta de este programa es que, dentro de la situación crítica, angustiosa o pánica que padecen las protagovíctimas, al menos tiene que ser alegre y gratificante ver aparecer una pequeña bandada de cámaras y periodistas ofreciéndote toda su cariñosa atención, ¿no? Es como una especie de justicia poética: la vida te da una patada en los morros por un lado pero por otro te envía a un cámara de televisión a grabarte, para compensar.
2004-11-16 12:54 Cabana la confesión del viaje y las compras atenta contra el reclamo salarial a Taracido.
ahora qué le diremos para reforzar tu posición? que la chavala es millonaria?
sería conveniente que uno de los paquetes mejor envueltos fuera a parar a manos del gran jefe.
2004-11-16 17:13 Pini: evitemos el comunismo cuanto antes (antes de que yo pierda mis privilegios, sobre todo). No reclamo que se me pague según mis necesidades , sino según lo que aporto. Very different, ¿no? Mi independencia económica es una cosa, el tiempo y la dedicación que dedico a una pérdida de tiempo absoluta, como es ver la tele, es otra. ¿Estamos?
Oscar: Si eres capaz de leer la Fenomenología del Espíritu con la tele encendida, te cedo mi puesto.Tele por un tubo es toda tuya. Y si eres capaz de leer la Fenomenología punto, entonces lo que te cedo es mi absoluta admiración. Debes de ser uno de los 5 ó 6 lectores de ese libro que hay en Espéin. Yo lo leí en otro país, así que me excluyo. Además, no soy demasiado amigo de las formas absolutistas de Hegel, por más que las esconda en los quehaceres de la dialéctica, ni acabo de ser absolutamente materialista, por más que sea yo un libertario de segunda.
Para los dos, las dos, mi afecto y un sincero saludo,
2004-11-16 21:26 Pini, acabas de ganarte mi amistad incondicional (salvo que haya alguien que le diga a Cabana que me envíe dos paquetes en vez de uno).
En cuanto a Óscar, se tira el moco: no se ha leído la Fenomenología de Hegel, o de lo contrario no podría haber evitado hablar de la reducción eidética y de la reducción trascendental, así como de la conciencia intencional asociada a la reducción fenomenológica. Impostor.
Saludos.
2004-11-23 01:04 Aunque la pantalla sea de plasma, la tele es de plasta: ese es el concepto de telelerrealidad.
El moderno cubo de basura nos pone el comedor lleno de ano-dos.
Tiene usted unos ojos a prueba de Ciclope o una optica fuera de lo comun.
Magnifica columna, como siempre.