Agustín Ijalba es escritor. Durante dos años mantuvo la columna de análisis de la realidad Por arte de birlibirloque En este espacio publicará Retales todos los lunes. Retales dejó de actualizarse en febrero de 2007.
Espejo deformado de lo real, el lenguaje del poder transforma su mensaje en la última frontera. Tras él, el caos. El mimbre con el que teje su discurso se enreda hasta confundirse con nuestros deseos y creencias. No hay mundo habitable más allá de él. Quien ose transgredirlo debe padecer la crueldad afásica del exilio.
Hay una verdad oficial que tiñe de gris la mañana de los lunes, cuando miles de manos acarician la almohada antes de despertar de nuevo para hundirse en la pesadilla o el espejismo. Hoy, como cada principio de semana, toca soñar con la rebelión de los despertadores. Hoy, ya como cada día, toca encender el ánimo con nuevas sobredosis de vitalidad inducida a golpe de fármacos, hasta provocarnos la desazón y el hastío.
No hay vida que soporte tantas hipotecas. Bancarias y metafóricas. Pero hete aquí que unos a otros nos descubrimos cual héroes, gladiadores de una verdad inhóspita que nos han vendido sutilmente desde el púlpito del deseo. Vivimos instalados en la vorágine irresistible de la apetencia súbita. Bocas siempre hambrientas, paladares insatisfechos, nos sentimos desalojados en los arrabales de un sistema que nos vende aquello que jamás lograremos alcanzar. Nos reconocemos en el esfuerzo cada vez más agreste e inútil de nuestras vidas, mientras el banquero realiza beneficios anclado a nuestras espaldas como una sanguijuela.
Ningún discurso resulta entonces tan quimérico como aquél que trata de discernir acerca de una libertad que nada vende. La trama de quienes así nos conducen es simple. No hay vida que soporte el síndrome de abstinencia: mientras nuestro deseo es la cuerda que estira de un extremo, en el otro el dueño del resorte para satisfacerlo nos tiene presos.