Agustín Ijalba es escritor. Durante dos años mantuvo la columna de análisis de la realidad Por arte de birlibirloque En este espacio publicará Retales todos los lunes. Retales dejó de actualizarse en febrero de 2007.
Debo diseñar en mi mente un rincón de realidad al modo y manera de otro. Y traspasar luego la frontera de mis neuronas para contrastarlo con las formas de esa realidad que me sirvió de modelo. Los otros son habitantes imaginarios de un mundo que sólo a mí me pertenece, pero que necesito encajar en ese mundo en el que al parecer los otros habitan sin mí. Hay un pacto tácito de no agresión: sólo quienes lo respetan son tildados de cuerdos, y habitan pacíficamente entre iguales. Pero quien intente agredir el canon y perturbar la paz social se arriesga a ser tachado de loco. La normatividad del idioma hace el resto. Hay pocas, muy escasas salidas. Esa debió ser la primera regla que aprendimos con el habla.
He aquí una proeza al alcance de pocos: si pretendo subvertir lo real debo dejarme embaucar primero por aquello que parece ser lo que en verdad no es. Debo dejarme guiar a ciegas por mi mente. Sólo así podré captar algo parecido a la imagen que de mí conciben los otros. ¿Pero qué imagen es esa? Lo ignoro. Pero sé que es en esa ignorancia donde radica la dificultad y el reto. La máquina del lenguaje no se detiene jamás. Por ella y para ella vivimos. Y en su recorrido sé que los otros captan de mí algo parecido a lo que yo capto de ellos. Esa imagen de los otros que transporto en mis sienes me hace pensar muy seriamente en la posibilidad de largarme y dejarlos ahí tirados, en medio de una realidad que me es ajena. Porque los otros no me pertenecen…¿Cómo debo interpretar las palabras que me dirigen aquellos que, siendo imágenes mías, pretenden ser otros, aquellos que anidan en mis sienes y me atenazan el habla?
Ciertamente, el problema de los otros termina por aturdir cualquier amago idealista…