Agustín Ijalba es escritor. Durante dos años mantuvo la columna de análisis de la realidad Por arte de birlibirloque En este espacio publicará Retales todos los lunes. Retales dejó de actualizarse en febrero de 2007.
La filantropía es una virtud cada vez más difícil de encontrar. Es un rasgo extraño, más propio de lunáticos, de personas que no encuentran acomodo en un mundo acostumbrado al gasto exponencial en bienes de consumo inmediato. En la Fundación Enrique Montoliu se percibe un aire lunar gratificante. Nada más cruzar la puerta de “L’albarda”, una finca situada en un pueblo de Alicante llamado Pedreguer, te acoge una sensación de paz reconfortante. Un frondoso jardín escondido del mundo te recibe con una pequeña sorpresa en cada rincón. Sapos, libélulas, gallipatos, enebros, membrillos, fresas, algarrobos, pinos, palmeras, mirtos, sabinas, quercus, fresnos, estanques, nenúfares, silencios y umbrías, sendas y albercas, arriates de jazmín y rosas, aromas de limonero. Amar al género humano es sencillo: basta con devolverle la sabiduría de la misma naturaleza que le vio nacer, hacerle ver que es en ella, y sólo en ella, donde podrá mantenerse vivo, condición primera para desarrollar los designios de su razón. El filántropo recupera en esa sabiduría parte de las querencias que atormentan al hombre desde antaño, y desde la rocalla le devuelve esa misma paz que un día creyó olvidada. Enrique Montoliu te enseña el jardín mediterráneo mientras abre paso entre la fronda como si desbrozara de sombras una razón atónita, varada en la desazón de un mundo que agoniza.
2007-11-10 20:28
visité este jardín hace unos años y aunque la idea me parece muy interesante no deja de ser una recreación. El jardín a “lo árabe” deja mucho que desear pero el trencadis de la pérgola es muy interesante. En fin, una mezcla de aciertos e intenciones.