Agustín Ijalba es escritor. Durante dos años mantuvo la columna de análisis de la realidad Por arte de birlibirloque En este espacio publicará Retales todos los lunes. Retales dejó de actualizarse en febrero de 2007.
Nada encuentro hoy en la mirada que despeje mis dudas recurrentes acerca de la existencia. Nada nuevo bajo el sol, por otra parte. Abundan los interrogantes en esta noche de luna casi llena, en la que dedico unas horas absurdas a escribir sobre el quehacer cotidiano de lo que no es, acerca de lo ausente, acerca de la nada. Escribo frente a un espejo mágico en el que los verbos se atrincheran procurando acciones indefinidas, como si en su repetición buscaran hacerse inaudibles, invisibles, inasibles: de todos ellos, vivir se conjuga en un presente demasiado abrupto como para ser dicho sin sufrir daño.
No hay empeño ni afán que supere la desgana del que se sabe insomne, e instalado en la quietud de las alcobas se carcome en la espera, engañado por la falsa dicha del que aún procura su salvación eterna. No hay origen que desvele tanto como el del que bucea en sus entrañas para encontrarse. Es duro reconocer que aquello que nos prometieron al partir es falso. Nada nos queda entonces en las alforjas para llevarnos a la boca, y se escarchan nuestros labios bajo un silencio de siglos. Pero ya qué importan las voces, a qué viene tanto grito, para qué la garganta enrojecida. Nuestras huellas se rozan ocultas bajo la misma tierra, el mismo dolor se funde bajo las mismas axilas, las mismas palabras vienen a cubrir idénticas plegarias. Quizás sea por ello por lo que siempre vuelve el viajero a su lugar de partida: al repetir la misma danza nos hacemos un hueco en el abismo para cubrirlo de mentiras.
Viaje apátrida, la vida es un desgarro excesivo como para sentirse a salvo. ¿Para qué desgañitarse entonces si, pese a todo, seguimos vivos? Ya ni el consuelo nos ayuda. Viejas son las rogativas que se recitan al calor de las hogueras, en esa noche oscura del alma, donde la verdadera dimensión de nuestra pequeñez debería bastar para quitarnos toda esperanza.
2006-03-13 11:59
La noche oscura del alma, según la entiende San Juan de la Cruz es previa a un amacecer. Hay esperanza aunque se da toda la vida por no se sabe qué .
A quien no le va la mística cristiana, tiene otros ejemplos de recorridos interiores: El zen (no me refiero al diseño publicitario) es tambien un estar sentado toda una vida por no se sabe que: Tambien tiene noche obscura que precede a un amanecer (pero allí no hay palabras, ni arte, ni artistas …).
No hay origen que desvele tanto como el del que bucea en sus entrañas para encontrarse. Ese bucear, hacia dentro, tiene un momento en el que entra en noche obscura: buena señal, aún se puede ir más allá ... o perderse (definitivamente) en el abismo.