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Retales por Agustín Ijalba

Agustín Ijalba es escritor. Durante dos años mantuvo la columna de análisis de la realidad Por arte de birlibirloque En este espacio publicará Retales todos los lunes. Retales dejó de actualizarse en febrero de 2007.

La calle Libertad

La calle Libertad es una calle pequeña, en forma de “L”, que une las calles del Salvador y del Conde de Trénor, en el barrio antiguo de Valencia. Por ella crecieron mis pasos camino de la casa de mi abuela, donde nos juntábamos con parte de mis primos en las fechas señaladas del año, desde la Navidad y los Reyes Magos hasta los cumpleaños y las onomásticas. Pero sobre todo recorría la calle Libertad para acudir con mis hermanos a ver nuestra primera televisión en blanco y negro, en aquellos fines de semana en los que tras ver Bonanza o El Virginiano volvías a casa convencido de que el mundo era más grande, más justo y más libre.

Siempre tuvo un aire extraño el rótulo de la calle Libertad. Cuando entraba en ella sentía que el ruido de la ciudad quedaba a mis espaldas, y a ello contribuía sin duda la levedad de las farolas, que le daba un aire de penumbra misteriosa. ¿La libertad merecía una calle?, me preguntaba de forma recurrente con el paso de los años, y a medida que pensaba en ello más dudas me surgían. Hoy acaban de disiparse. Sin duda lo merece. Acabo de leer la noticia de que las Cortes Valencianas han comprado todos los edificios que hay a uno y otro lado de la calle para despachos y oficinas, y piensan cerrarla tanto a los peatones como al tráfico. Por motivos de seguridad, señalan. Lo sorprendente es que no digan que también han comprado la calle. Porque entonces la noticia no tendría desperdicio: las Cortes Valencianas compran la calle Libertad.

He vuelto esta tarde a pasear por la misma calle Libertad por la que anduve hace años, y la nostalgia ha ido regando poco a poco la savia de mi indignación. No es posible que se cierre el paso por una calle que precisamente lleva el nombre de libertad. Monumento a la paradoja. Sublime barbarie de un parlamento que ve crecer su burocracia sobre una calle que debería ser paso obligado de peatones. Porque una calle es un lugar de dominio público, es la porción de suelo que nos dejan las ciudades como legado, el lugar donde lo público se hace real, jamás debería ser vallada. Sin duda: la libertad bien merece una calle.

Agustín Ijalba | 26 de septiembre de 2005

Comentarios

  1. Cabana
    2005-09-26 11:45 ¡Ahí, ahí!

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