Agustín Ijalba es escritor. Durante dos años mantuvo la columna de análisis de la realidad Por arte de birlibirloque En este espacio publicará Retales todos los lunes. Retales dejó de actualizarse en febrero de 2007.
Al hundir sus raíces en tierra, el olivo se retuerce sobre su tronco en un bravo gesto de resistencia. Sin alardes. Fiel a su sombra, extiende la copa para dar cobijo y alimento. No hay árbol que le iguale en la estrechez de los bancales. Crece lento, espaciando los minutos que la savia inyecta en sus pliegues milenarios.
De sus ramas cuelgan racimos de un fruto que lleva en su interior la magia de la ambrosía. Año tras año es recolectado para llevarlo a las almazaras y obtener aceite, que derramado sobre una hogaza de pan recién horneado expele un aroma único, exquisito, de sabor intenso.
La tierra lleva en sus entrañas las armas necesarias para la supervivencia, la nuestra y la suya. La sencillez de semejante hallazgo contrasta con la complejidad de esas otras armas que manejamos con orgullo, y que son capaces de destruirla. ¿Qué raíz se ha torcido para alcanzar absurdo de tal calibre? No, desde luego, la del olivo.