Agustín Ijalba es escritor. Durante dos años mantuvo la columna de análisis de la realidad Por arte de birlibirloque En este espacio publicará Retales todos los lunes. Retales dejó de actualizarse en febrero de 2007.
Contada por mí, la historia me llevará siempre de la mano y acabará por darme la razón. Contada por ellos, será injusta con mis antepasados, parcial, sesgada, manipuladora… Pero la historia nunca deja contarse tal cual: descubrir que el relato histórico es relato antes que historia es la primera tarea del historiador honrado.
La única forma de vida factible es aquella que se reconoce en la acción cotidiana de los pueblos, ínsita en su tradición y en su quehacer diario. Ser parte de un país, de una tribu, de una aldea o simplemente de un barrio, es algo tan evidente que no requiere explicación: está implícito, se muestra, se palpa, se es o no se es. Las reglas del juego que permiten comprar pan y comer para sobrevivir ya estaban ahí cuando naciste. Tu crecimiento y tu aprendizaje son tu historia: el lecho sobre el que discurre el arroyo no es sino la certeza de estar vivo, la misma certeza que recita cada mañana una oración tan imprescindible como el respirar.
Cuando yo nazco, cuando aparezco en mi vida sobre el mundo, esa vida y ese mundo estaban ya ocupados por otros (no otra cosa nos dice Heidegger con su término Mitsein –traducible con la expresión “con-ser”). El contexto en el que el individuo es, ya está conformado por la existencia de otros. No hay algo así como un sujeto que se enfrenta desde su interioridad a un conjunto de objetos externos a él (heredero del yo-cartesiano-frente-al-mundo). Al contrario, somos aquello con lo que nos encontramos cuando cada uno de nosotros empezamos a ser, esa textura social en la que se desenvuelve la vida del individuo de forma inescindible con la vida de la colectividad.
¿Cómo puedo cuestionar entonces la palabra recibida desde la óptica irrefutable de mi yo solipsista? ¿Cómo rebatir mi existencia compartida? ¿No es un rito la escritura, cualquier escritura, y como tal, un hecho necesariamente colectivo?
Porque los hechos históricos se suceden sin solución de continuidad, concluyo que es sumamente imprudente andar por la vida mirando atrás, pues corres el riesgo de quebrar tus huesos tras la próxima esquina, empotrado en una vulgar farola.