Agustín Ijalba es escritor. Durante dos años mantuvo la columna de análisis de la realidad Por arte de birlibirloque En este espacio publicará Retales todos los lunes. Retales dejó de actualizarse en febrero de 2007.
La máscara del acuerdo sella el círculo. Tras el referéndum se extiende una cadena de despropósitos y de engaños, pero el hecho de votar algo (en eso que no nos engañen) supone una victoria. No está tan lejos la dictadura, no desde luego para olvidarla. Quizás Europa impida nuevas guerras civiles, divago buscando justicias históricas. Quizás lleguemos tarde, demasiado tarde, pese a ser los primeros en votar un tratado al que llaman constitución. Pude votar que sí, movido por un afán de superación de la fanfarria. Pude votar que no, movido esta vez por el desdén y la melancolía. O pude votar en blanco, hastiado de tanta propaganda oficial.
Todo acuerdo lleva en su génesis la semilla de la renuncia. Quien está dispuesto a pactar sabe de antemano que cederá en algo. Lo sabe el mercader en el zoco y lo sabe el diplomático en la mesa de negociaciones. ¿A qué debemos renunciar para sellar el círculo de esa nueva constitución que tanto nos ampara? Son escasas las respuestas porque escasos han sido los interrogantes. El encefalograma es cada vez más plano. Nuestras sociedades crecen alejadas del pensamiento crítico, y pienso incluso si merece la pena pensarlo: ninguno de sus miembros leerá mis palabras, y por tanto, ninguno logrará activar sus neuronas para insultarme.
¿A qué viene entonces esta estúpida cruzada por la salvación de la humanidad adocenada? Ignoro lo que han cedido otros votando, pero de las urnas salía un aroma poco edificante a neurona quemada por los transistores. Ávidos de espesura, cada vez somos más los incautos que proponemos palabras y más palabras para el pacto. Los silencios que median entre ellas abren, sin embargo, la cesura del abismo. ¿Adónde vamos? No tengo la más remota idea, ni pienso tampoco averiguarlo: la clave resida quizás en la incertidumbre que siempre acompaña a cualquier trato.
2005-02-22 12:36 Son escasas las respuestas porque escasos han sido los interrogantes. Para ser exactos las respuestas posibles eran Si, No, No sabe no contesta Esas eran las únicas posibilidades que tenían los ciudadanos para responder a un texto legal complejo y ya aprobado por los burócratas.
Presunción de que los ciudadanos no tienen opiniones matizadas, o lo que es lo mismo presunción de que los ciudadanos son idiotas (encefalograma plano) gracias al poder de la educación mediática. Sin considerar el hecho de que toda Constitución se arregla con leyes que la vacían de contenidos.
Una Constitución (la española es un buen ejemplo) es hoy pura cosmética, pura palabrería, un mero cartel publicitario tras el que se esconde una realidad de transgresión de derechos fundamentales. ¿Denuncias? A la papelera de reciclaje, perdidas en las letrinas de la ley y la burocracia. ¿Participación de los ciudadanos en la gestión de los recursos públicos? Etc.
Opinar se puede opinar otro asunto es Poder Hacer. Eso sí, podemos seguir opinando o pensando … pero con matices, más o menos inteligentemente, con las manos atadas y con un consejero legal como guardaespaldas. Y sin que tu jefe (o quien te de comer) lo sepa. Semos libres :)