La libertad bien vale un discurso. Y hablar acerca de sus grandiosos episodios, sin lugar a dudas, es un halago que se presta a sí misma la razón a poco que la dejen. Creerse libres es la más vieja, tal vez la primera de las astucias del ser humano. Creerse a salvo de la esclavitud, fue el siguiente disfraz.

¿Qué fue primero? ¿Quién segó antes la hierba? ¿Quién resolvió la primacía recogiendo los frutos? De siempre, esclavo y señor se necesitan, se miran de soslayo y mutuamente se reconocen en la carencia. Cree salvar su libertad quien ve la opresión en tierra del vecino, quien constata enfrente la dureza de una vida carente de opciones. Pero se engaña. Proclamándola a los cuatro vientos, su fe en la libertad le traiciona dándole la espalda: dueño y señor, conquistador insaciable, buscador de petróleo, gran emperador…¿puedes acaso sobrevivir en la cumbre sin el magma informe de millones de cuerpos retorcidos dándote pábulo? ¿No es sobre la ausencia de libertad sobre la que construyes tu palacio? Masas acríticas vociferan tu nombre y te dan alas para exigir libertad al resto del planeta. Pero tus reclamos no llegan a buen puerto, pobre emperador, tus palabras se hunden en el fango de la miseria (ésta sí, real e infortunada).

¿Para qué la libertad? ¿Para qué me reclamas libre, si al instante me matas? ¿Debo recordarte tus hazañas? ¿Podrías darme de comer con tu libertad? ¿Acaso valgo más en tu mercado si me proclamo libre? ¿Pagarás más por mi trabajo en la plaza? No trates de esconder las preguntas entre los pliegues del discurso: aunque pasees engalanado de fastuosas libertades sabemos a qué te dedicas.

La solución al enigma esté quizás en el enigma mismo: nada hay que nos haga libres, al menos del color con que se disfrazan nuestros sueños en las tardes de soledad, escondidos tras una verja construida sobre los jirones de la ilusión. Nada puedo hacer ya, sino consolar mi tránsito y sobrevivir. El polvo del camino se acumula en las comisuras de los labios, y apenas articulo ya palabras. Pienso si la libertad no será quizás una palabra virtual, una extraña evanescencia que cubre mis neuronas con un halo de misterio, algo así como una creencia convertida en sustrato vital, en medio imprescindible para sobrevivir. Son ya muchas las carencias que mueven al mundo a buscar nuevos medios para sobrevivir. Quizás descubramos entonces, cuando ya nada importe, que jamás fuimos libres.