Agustín Ijalba es escritor. Durante dos años mantuvo la columna de análisis de la realidad Por arte de birlibirloque En este espacio publicará Retales todos los lunes. Retales dejó de actualizarse en febrero de 2007.
La pesadilla del lenguaje persigue a quien lo fuerza retorciendo las palabras hasta vaciarlas de sentido o, sencillamente, apropiándose de ellas para disfrazar sus intenciones. El poder se sirve del lenguaje de modo avieso y sutil, con artimañas propias del hábil retórico escocido en mil batallas. Pero hay momentos en los que no cabe huir de la realidad a través de los corredores inventados del castillo, ni sirve de nada lanzar como el volcán exabruptos incandescentes que regresan luego al pie de la montaña hechos piedra pómez.
Las palabras responden crudamente. No otra es la versión que delatan los hechos cuando los hechos son tozudos, miserablemente tozudos, y se rebelan frente a quienes tratan de ocultarlos. La destrucción masiva de la ciudad de Faluya me empuja por un momento a mirar atrás, y refuerza mi convicción frente al engaño. Es de la realidad que observamos (y que a menudo sólo es entrevista a través de la realidad que nos muestran), de la pesada y plomiza y descarnada realidad, de donde podemos deducir la vileza del lenguaje.
¿Recordáis aquel murmullo monocorde y falaz que surgía de un busto parlante pegado a un bigote?: Créanme, les estoy diciendo la verdad… La verdad de tanta y tan masiva destrucción nos la están diciendo sin palabras las imágenes del soldado que dispara al indefenso malherido, los cascotes sobre la calzada, el silencio acobardado de una ciudad que se oculta de sí misma, infestada de gente que no la habita, sino que la domina con la obscenidad de la victoria aplastante, con la ostentación del que se sabe superior por naturaleza. El eco de aquellas armas de destrucción masiva persigue a quienes las blandieron como excusa: son sus armas las que extienden la devastación y la mentira.
Pero los responsables de la matanza no se inmutan. Rápidamente acuden al lenguaje a buscar nuevas salidas. Ahí siguen. Quizás el eco de sus mentiras persiga a quienes pretendan ver más allá, quizás la lucidez termine por ser masivamente destruida.