Agustín Ijalba es escritor. Durante dos años mantuvo la columna de análisis de la realidad Por arte de birlibirloque En este espacio publicará Retales todos los lunes. Retales dejó de actualizarse en febrero de 2007.
Todas las mañanas se despertaba con la extraña sensación de haber pasado una noche más en la antesala de la muerte. Abrir un ojo era interrogar al mundo acerca de su propia e indescifrable realidad: la misma mesita de noche con el mismo despertador, la puntualidad de los gorriones, el calor de las mantas y el cuerpo que se retuerce sobre sí mismo, ahíto de sueño y ausente, la almohada hundida bajo su nuca, el primer rayo de luz que se asoma entre los huecos de la persiana, la respiración pausada de alguien que aún duerme a su lado. Todas las cosas se asomaban frente a sus ojos envueltas en la telaraña de la ilusión legañosa. Eran las mismas cosas que cada mañana le acompañaban en su pausado despertar.
¡Qué no daría por un trozo de certeza!, se decía en el interior abrupto de su abrupta conciencia. La paz tan mentirosa de la muerte debía ser eso, debía ser esa placidez escarchada, como de tumba, apenas un suspiro inmutable, eterno. No obstante, algo le advertía de la pesadez, de la gravedad, de la impenetrable e idéntica sensación de angustia que cada mañana le empujaba a huir despavorido. ¿Significaba todo ello que realmente seguía vivo? La duda le quemaba hasta el último poro de su cuerpo.
Pero esa mañana le embargaba la vaga sensación de haber vivido un sueño, y en ese sueño algo le retenía inmóvil al lecho. Al primer intento de levantarse notó como si sus miembros carecieran de fuerza suficiente para moverse. Tragó saliva una vez, sólo una. La siguiente ya no pudo. Supo entonces que estaba muerto. Lo supo con la vivacidad del gorrión que regresaba de la fuente, lo supo exactamente a las siete y media, cuando empezó a sonar su despertador, lo supo cuando escuchó respirar por última vez a su compañera, cuando asomó el primer rayo de luz por la persiana, sin duda el primero de los duendes.
2004-11-15 09:28 Buenos días. Me temo que casi no hay certezas, pero son verdaderos el primer rayo de luz que se asoma entre los huecos de la persiana y la respiración del amigo o la compañera : Su calor o tambien, a veces, su indiferencia. (aquí ha empezado a llover y ella aún sigue dormida).