La salud, la enfermedad y sus tratamientos son una fuente inagotable de noticias, suplementos especiales y comentarios con la vecina. Una gran cantidad de entendidos de salón y “expertos” en salud opinan sin criterio mientras que la clase médica suele responder con tecnicismos incomprensibles que solo aumentan la confusión. Por eso, Santiago Viteri (médico especialista en Oncología), escribirá una columna sencilla sobre medicina el 29 de cada mes. Porque él siempre tiene una segunda opinión y si hace falta, muchas más.
Este mes no se me ocurría un buen tema para escribir en esta columna. Había pensado escribir algo sobre la investigación y las empresas farmacéuticas, un binomio tan necesario como sospechoso; pero no acababa de decidirme. Afortunadamente, hace dos noches, cenando con unos amigos que a la sazón son neurólogos surgió una conversación de las que levantan pasiones. Al principio hablabamos de la donación de órganos para transplantes, después pasamos a la donación para investigación. Para el asombro de la mayoría de los presentes una persona se mostraba frontalmente en contra de que se hiciera nada con su cuerpo una vez él hubiera muerto.
Al principio yo pensaba que los motivos eran la “dignidad post-morten”. Es decir, el sentimiento que puede surgir cuando uno piensa qué cosas se harán con su cuerpo (al que tiene un gran cariño) cuando él ya no esté consciente para protegerlo. Sin embargo mi amigo iba más allá. Insistía en que si, por ejemplo, preservaban su hígado con vida, esas células, aún vivas y funcionantes , contenían su esencia, sus genes, y que se sentía obligado a velar por ellas más allá de su fallecimiento.
Decía:“la muerte es un proceso, y yo siento que no estaré del todo muerto hasta que la última de mis células haya dejado de funcionar.”
“¿Pero se puede estar parcialmente muerto?”- le preguntaba yo. Porque, desde mi punto de vista, cuando uno se muere, pues se muere (bien sea porque le ha fallado el corazón, el riñón o el cerebro). El morir consiste en una situación irreversible de fallo de los órganos que desemboca en la pérdida absoluta de las capacidades cognitivas. No se piensa ni se percibe. Desaparece la autoconciencia.
Mi amigo respondió rápidamente: “Pero ten en cuenta que la muerte se dictamina por consenso. Es decir, hace años, se decía que una persona que no tenía reflejos estaba muerta. En cambio, actualmente se considera muerto aunque tenga reflejos medulares, si no presenta reflejos cerebrales. Es decir, que la definición de muerte es arbitraria. Hoy se considera que estar muerto es una cosa y dentro de unos años puede ser otra.”
Yo creo que algunas veces los científicos lo liamos todo. Aunque determinadas partes de un cuerpo funcionen, sabemos lo que quiere decir que una persona ha muerto. Esa persona ha desaparecido para siempre y en eso no hay duda. O se está vivo o se está muerto. Si por ejemplo me amputaran una mano, yo seguiría vivo, seguiría siendo una persona completa, y mi mano ya no sería parte de mí. Si muero, aunque mantengan mi cuerpo funcionando (“con vida”) mediante máquinas o procedimientos, yo ya no estaré allí. Será una casa vacía.
Pero como en todas las cosas de la vida, existen zonas grises. Por ejemplo el estado que conocemos como “coma”. El cuerpo puede seguir funcionando, pero la persona parece dormida y es imposible despertarla. Entonces ¿Tiene autoconciencia, percibe, siente? ¿Es esa situación irreversible? Lo único que sabemos es que algunas personas que están en coma despiertan, a veces después de mucho tiempo.
Para finalizar un verso que me viene mucho a la cabeza, pero que no sé de quién es ni de qué poema. “Yo aún estoy vivo y lo sé”
2008-11-29 11:30
Qué hermoso artículo, Santiago. Yo creo que detrás de la percepción de tu amigo hay una concepción cristiana; no necesariamente ha de ser el creyente ni nada parecido, es una cuestión de cultura ancestral de la que es harto complicado desprenderse. Mira, yo, cuando muera, quisiera donar mi cuerpo a la ciencia, que hiciesen con él lo que quisieran, que lo utilizasen para que los estudiantes me horadaran, amputaran o lo que fuese, me da igual: pero seguramente no lo haré y me limitaré a donar los órganos, si fuesen donables, y no por mí, sino por mi entorno, que sin ser cristiano no soportaría saber que mi cuerpo está siendo manipulado y no “descansa en paz”.
Y por cierto, ese tema que apuntas al final del “coma” sería interesantísimo que lo desarrollases, porque creo que estamos muy desinformados sobre la naturaleza del “coma”, sus distintas versiones, etc.
Saludos
2008-11-29 12:11
Muchas gracias Marcos. Comparto tu opinión. Cuando muera, desearía que “reciclasen” mi cuerpo, que lo empleen en algo util. Y cuenta con el artículo sobre el coma para próximas entregas.
A continuación incluyo el poema que se menciona en el artículo que ya lo he localizado.
“Fe de vida”
Sé que el invierno está aquí,
detrás de esa puerta. Sé
que si ahora saliese fuera
lo hallaría todo muerto,
luchando por renacer.
Sé que si busco una rama
no la encontraré.
Sé que si busco una mano
que me salve del olvido
no la encontraré.
Sé que si busco al que fui
no lo encontraré.
Pero estoy aquí. Me muevo,
vivo. Me llamo José
Hierro. Alegría (Alegría
que está caída a mis pies).
Nada en orden. Todo roto,
a punto de ya no ser.
Pero toco la alegría,
porque aunque todo esté muerto
yo aún estoy vivo y lo sé.
José Hierro
(Alegría, 1947)
2008-11-29 15:02
Me temo que tu amigo hila demasiado fino y plantea problemas donde no los hay. Di que en una cena de esas tontas, después de un par de copas de vino, uno se plantea lo que haga falta.
No obstante, el artículo me ha gustado. Hay una frase que yo la he escuchado mucho en el País Vasco, pero que no sé si en otras partes se dice: “No podía acabar”. Se dice cuando alguien está muy muy próximo a la muerte (por ejemplo, algunos pacientes de cáncer) pero no acaba de morirse. Por lo que sea, la agonía se prolonga innecesariamente durante un periodo de tiempo más o menos dilatado. No existe marcha atrás (el paciente no es capaz ni siquiera de levantarse de la cama), pero la muerte tampoco acaba de llegar.
Esa expresión, “no poder acabar”, para mí siempre ha tenido una gran carga poética. “Todo roto, a punto de ya no ser”, como dice estupendamente José Hierro.
2008-11-29 19:29
Tu amigo no tiene en cuenta que la investigación en medicina va a pasos agigantados y ésto hace que cada día se sepa más del cuerpo humano. Hace años ni se sabía tanto de la función cerebral ni existían los aparatos de hoy para medir dichas funciones, de ahí que sólo se tuviese en cuenta la falta de reflejos medulares, al igual que dentro de años tendremos nuevos conocimientos y por lo tanto nuevos signos para declarar que alguien está muerto.
2008-11-30 14:16
Yo tengo algunos peros tontos en esto de la muerte y del cuerpo. Sí, dono mis órganos (ojalá sirvan). No dono el cuerpo completo: me da repelús estar en una piscina de formol llena de cadáveres para que te pesquen los estudiantes de medicina y luego metan un dedo tuyo en el bolsillo de la bata de uno de primero como broma, qué chorrada, ¿verdad?, si total ya estás muerto. Prefiero que quemen lo que quede: y sí, que lo quemen, no vaya a ser que, por h o por b, no hayan podido aprovechar ningún órgano (ni siquiera cogerlo) y, ya en el ataúd, de pronto, enterrada, vuelva a la vida por… yo qué sé por qué; a lo mejor he visto demasiado las historias cortas con que Hitchcock me aterrorizaba, pero eso de despertar en una caja y dejarse las uñas y la primera falange de los dedos arañando desesperadamente… Mejor el horno. Y mucho más higiénico, dónde va a parar.
Un beso.
2008-12-12 09:38
Epicuro decia que lo que asolaba nuestras vidas era el miedo y daba remedios para los tres ,segun él, grandes miedos: miedo a los dioses, miedo al dolor y miedo a la muerte, de este último decía que no debíamos preocuparnos ya que era algo que no se daba simultaneamente en nosotros, es decir cuando nosotros estamos ella no esta y cuando ella esta nosotros no estamos. Tal vez lo que nos asusta en realidad es la vida !quien sabe!