La salud, la enfermedad y sus tratamientos son una fuente inagotable de noticias, suplementos especiales y comentarios con la vecina. Una gran cantidad de entendidos de salón y “expertos” en salud opinan sin criterio mientras que la clase médica suele responder con tecnicismos incomprensibles que solo aumentan la confusión. Por eso, Santiago Viteri (médico especialista en Oncología), escribirá una columna sencilla sobre medicina el 29 de cada mes. Porque él siempre tiene una segunda opinión y si hace falta, muchas más.
Ayer murió M, una de mis pacientes.
Hace 27 meses notó que tenía un bulto encima de la clavícula derecha. Acudió al médico y esté comprobó alarmado que se trataba de un ganglio linfático muy aumentado de tamaño así que le pidió distintas pruebas. Cuando le hicieron un TAC (Tomografía Computerizada) comprobaron que tenía un tumor inoperable en el pulmón derecho. Le hicieron una biopsia y el patólogo confirmó que se trataba de un adenocarcinoma de pulmón.
Ella se quedó muy sorprendida: “¿Cómo puedo tener cáncer de pulmón si nunca he fumado?”
En nuestra consulta le explicamos que existe un tipo de cáncer de pulmón que se da en personas no fumadoras. Analizamos un fragmento de su tumor en nuestro laboratorio y comprobamos que sus células cancerosas tenían una alteración genética característica: la mutación del gen EGFR.
Esta mutación se da con frecuencia en los tumores de pulmón de las personas no fumadoras y cuando la detectamos los oncólogos nos alegramos mucho. Son buenas noticias pues el pronóstico de los pacientes afectados por estos tumores es mucho mejor que el de los que no tienen la mutación.
Las estadísticas indican que la supervivencia media de los pacientes con cáncer de pulmón sin mutación EGFR es de unos 10 meses. En los pacientes en los que se detecta la mutación en el tejido tumoral la supervivencia media es de 27 meses.
M desde el principio quiso saberlo todo sobre su enfermedad y afrontó su situación con realismo y valentía. Recibió cinco clases de tratamientos distintos (uno de ellos formaba parte de un ensayo clínico) Mantuvo un ritmo vida activo casi todo el tiempo, se sobrepuso a una complicación grave (un tromboembolismo pulmonar) y nunca perdió la presencia de ánimo.
Desde hacía 3 semanas M no se encontraba bien. Estaba muy cansada y le costaba respirar. Ingresó un domingo y falleció un lunes por la mañana cumpliendo casi matemáticamente las malditas estadísticas. 27 meses.
La evolución clínica de la enfermedad de M podría considerarse un caso paradigmático en el que todo lo que sucedió coincide con exactitud con nuestro modelo predictivo.
Pero hay cosas que no quedarán registradas en ninguna base de datos clínicos que no se deberían pasar por alto. M fue una persona única e irrepetible. Yo la conocí perceptiva, testaruda, afable, desconfiada, voluntariosa e indepediente. Me quedo con la impresión de que ni en lo peor de su enfermedad dejó de cuidar a su marido y a su hijo. También me quedo con la sensación de que ella misma nunca supo dejarse cuidar.
Ahora descansa.