Mondo Píxel PG supone, como el Parental Guidance de su título indica, un punto de vista alternativo y guiado acerca de los videojuegos. Cada viernes, John Tones y Javi Sánchez, miembros del hervidero de visiones con seso sobre lo interactivo Mondo Píxel, contarán en LdN cómo se ha convertido el ocio electrónico en una volcánica explosión de inquietudes pop. Sus ramificaciones en cine, tebeos y música, su influencia en nuestra vida diaria, su futuro como forma de ocio y olla a presión cultural. Cada semana en Mondo Píxel PG.
Hace unos días, Tones acudió como invitado a una charlita entre pros de la prensa especializada que intentaba determinar esa entelequia, esa inconsistencia, esa chorrada para lectores vagos que es El Juego Del Año. De la discusión salió poca cosa con sustancia, si acaso un par de comentarios a posteriori. Un tuitero dijo que habría que elegir dos juegos del año, uno por gustos y otro objetivo, poniendo sobre la mesa el apasionante mundo de las inabarcables opiniones objetivas y que reaccionó temerosamente a los replys con mucha mayúscula de Tones diciendo que mejor lo hablaran con una cerveza por delante. Sin tener en cuenta que Tones tiene que pasar toda la noche de vodkas con redbulls para soltar insensateces de ese calibre, y a veces ni eso, hay que marearlo en el guardarropía de un karaoke un rato largo. Luego, por otro lado, nuestro amigo y maestro Juan Carrillo le dijo por Facebook que se sentara derecho, que si se había criado en un establo. Tones no reaccionó bien, pero esa es otra historia.
La cuestión, impertinencias aparte, es que hay una necesidad de clasificar y calificar los juegos que siempre ha escapado a nuestras entendederas, como hemos dejado claro en tantas ocasiones con nuestras apasionadas invectivas en contra de las notas numéricas, los diplomas conmemorativos y los premios del E3 que se otorgan antes de que nadie vea el juego galardonado. Pero este debate acerca de la categorización, algo estéril, esconde otro más interesante, al menos para lo que a nosotros nos interesa: ¿tiene sentido aplicar el mismo criterio crítico a todos los juegos?
En la conversación aparecen juegos completamente mainstrean (triples A, secuelas, franquicias de consumo masivo) como Max Payne 3, Assassin’s Creed III, el nuevo Hitman o Far Cry 3. Pero también se mencionan, con ánimo algo disruptivo o simplemente con ganas de tocar las pelotas, producciones indie como Journey, Fez o Super Hexagon, juegos que no son meras producciones de inferior presupuesto: es que se deben entender, interpretar y jugar de forma radicalmente distinta a la de sus compalñeros de mayor tamaño. Así pues, no nos encontramos ante el clásico “los Oscar solo se otorgan a las películas que tienen dinero”, siendo “las que no lo tienen” justo eso: producciones más modestas, pero que esencialmente funcionan del mismo modo que las otras. Solo que en vez de estallar un edificio al final, una chica con gafas hace un puchero. Pero esencialmente son lo mismo.
La naturaleza de Super Hexagon (una abstracción rítmica con partidas que duran menos de un minuto y se controla con dos dedos), sin embargo, no podría ser más distinta de la de Assassin’s Creed III (una espectacular superproducción que dura horas y horas, con un ritmo y unos medios cinematográficos y una accesibilidad —y mediocridad— a prueba de bombas). Ambos son videojuegos porque son narrativa interactiva… pero ni siquiera son el mismo tipo de narrativa. ¿Cómo pueden ambos entrar en la lista de los mejores del año si ni siquiera deberían compararse bajo el mismo criterio? Bueno, a nosotros no nos pregunten, que no organizamos la mesa, pero sí creemos que es buena señal de hasta qué punto es necesario un corpus teórico decente y generalizado sobre el videojuego, uno que no lleve a estos dislates conceptuales y a estas comparaciones de las que no se puede sacar ninguna conclusión definitiva.
También ayudará a que todo el mundo tenga claro que Fez se mea en Assassin’s Creed III. Eso también nos apetece.