Sin duda, el tema más notorio de la semana en cuanto a escandalera mediática, retuits y todas esas cosas que miden el ruido a veces excesivamente amplificado de Internet es el conflicto entre el cronista de un evento, sus jefazos en Eurogamer y, por encima de todo, cómo se comportan supuestos periodistas del sector cuando las grandes firmas ondean ante ellos la zanahoria de los regalos, las exclusivas o la correspondiente moneda de cambio en ese momento. Lo explica todo muy bien y muy clarito Aureal en Perspectiva Cenital, y aunque desde aquí seguimos sorprendiéndonos de que haya quien se escandalice de que los periodistas acaben haciendo trabajo de relaciones públicas cuando los lectores lo que quieren es notitas y críticas que se entiendan muy claritas (es decir, un relaciones públicas del lector, por no decir una madre jugona, esa fantasía erótica post-edípica), estamos de acuerdo en que sí, que muy mal todo y que a ver si maduramos nosotros, ellos y el sector. En general.

Detalles malvados aparte (es que no nos sacamos de la cabeza ese “cabronazooooos vendidoooooos hablemos mucho de esta superproducción aunque sea solo para ponerla a caldo, por cierto, ¿ese 7’8 no será en realidad un 8’1, cerdo comprado por el capital y los Doritos?), lo que sí es cierto es que todo este movidón denota que estamos inmersos en una industria sucia y viciada. Donde ni quienes gestan los juegos ni quienes informan sobre ellos se mueven en una atmósfera precisamente saludable. ¿En todas las zonas del fandom y de las productoras se palpita regular, hay maldad y moral regulera en el ambiente? ¡No! Esta… ¡la zona masiva multijugador!

La semana pasada traíamos a la pegera la crónica de las peripecias de un Sánchez embarrado hasta las cejas en la presentación de un MMORPG bélico que lo peta con presupuestos mínimos y buen gusto pajero a raudales. Pero esa misma semana, volvía un demacrado Tones nada menos que de Las Vegas, de una convención de cuatro días auspiciada por Sony Online para promocionar sus juegos multijugador, principalmente los dos Everquest, DC Universe Online y el flamante Planetside 2. Se dijeron cosas interesantes, la principal de ellas la aparente irreversibilidad del modelo free-to-play incluso para juegos mastodónticos, aunque lo que más impresionó a Tones fue el ambiente. Ese ambiente de convención USA (aunque había actividades para prensa, lo gordo del evento se celebraba en una zona abierta al público, a ciento y pico dólares la entrada), con asistentes cuya presencia física se pueden imaginar. Hemos hablado otras veces aquí de los juegos masivos multijugador, pero recordemos: el más grande y primero en arrasar fue el citado Everquest, pero fue sobrepasado por esa bestia parda de lo on-line que es World of Warcraft, que sentó las bases del rolazo masivo multijugador: mecánica de juego repetitiva basada en subir de nivel al personaje y exigencia de atención constante para participar en misiones y otras mandangas planteadas por el mundo persistente tolkieniano (bueno, dejémoslo en dragonlancesco) en el que se ambienta el juego. Son títulos que exigen dedicación y que contienen un simulacro de vida (con sus chats, zonas en las que solo se puede departir con otra gente real/virtual, posibilidad de comerciar con objetos inexistentes) que los hace muy adictivos y que da a estos devotos del PC esa masculinidad característica.

Tones se pasó los cuatro días como pez fuera del agua. Todos los periodistas, incluso todos los relaciones públicas de Sony que asistieron al evento eran adictos a Everquest (quizás también a Warcraft, aunque claro, ese título era anatema allí). Tones, cuyo conocimiento del género se limita al estrictamente profesional, tomó nota de todo (muy profesionalmente) y se sumergió en un colectivo de jugadores y profesionales relacionados que viven los juegos… como lo más importante que tienen. Los concursos de cosplay no estaban protagonizados por supermodelos contratadas por las compañías, sino por los jugadores que habían invertido meses en coserse un disfraz de nigromante de portada de la Serie Azul de Barco de Vapor. Nvidia había cedido unas cuantas tarjetas gráficas para repartir entre los pajeros que fueron recibidas como cheques en blanco al portador. Se anunciaron contenidos descargables para juegos que llevan una década caducos y fueron aplaudidos como el más revolucionario de los juegos actuales. Concursos de cantos de apareamiento de wookie. Colas interminables para que el artista que hizo las portadas de los primeros Everquest firmara cajas de cartón. Stands de bisutería inspirada en los píxeles como puños que adornan a los personajes de los juegos. En general, un ambiente amigable y en el que, siendo honestos, Tones se sintió desplazado por su carácter habitualmente hosco pero no, desde luego, porque le dieran motivos: como un rebaño de ewoks sobredimensionados, esta marea humana de pajeros y pajeras se hermanó en una comunión anual de vicios comunes y amor por algo tan puro y blanco como son los elfitos y los brujitos, y contrarrestaron el mal karma que flota en una ciudad donde detrás del mostrador de recepción de cada hotel se divisan los pantalones de una oficina de apuestas. Gente bienhumorada, de costumbres reposadas y que se loguean cada día en sus juegos para deambular por páramos virtuales y preguntar a sus amigos de la otra punta del estado que qué tal va la vida por su correspondiente páramo virtual, y que dan una imagen del sector alejada de la irritante crispación de los Triples-A y sus correspondientes promociones.

No es que Tones haya vuelto de Las Vegas convertido en un ángel de bondad, ya que junto a Sánchez, nada más bajar del avión se capuzó en un cierre de Games TM que volvió a alquitranar el alma de ambos. Pero algo de luz al final del tunel sí que podríamos ver: quizás aprender de ese inocente amor por la épica de los everquestistas, y cuando algún periodista la cague como la semana pasada, no verlo como el fin de los tiempos, sino como una posibilidad de que las cosas cambien. Moralejas que no se extraen de Assassin’s Creed III. Por algo será.