Las relaciones con los juegos son curiosísimas. Por ejemplo, Skyrim se ha comido un mes entero de la vida virtual de Sánchez. Desde que empezó practicando el noble arte de salir corriendo de todo lo que fuera más fuerte que él gritando como una nenaza… Hasta que descubrió como explotar el juego para que nada, absolutamente nada pudiera toserle, como ya había pasado en los anteriores Elder Scrolls (que Skyrim, ahí donde lo ven, es una quinta parte, sexta si contamos un título oscuro y olvidado llamado Redguard). Pero miren, lo dejó hace unas semanas, tras haber hecho todo lo marcado y no ha vuelto por allí. Ni le ha dejado mayor poso que la experiencia, como un amor loco de verano, todo carne y despelote que jamás sobrevivirá al primer nubarrón, pero a cambio no acaba en tragedia ni llanto ni canciones de odio a la ex sino que acaba y no hay más.

Es cierto que para los autores de esta columna, la estacionalidad nos marca. En estas fechas, por compromiso laboral y la estúpida tendencia de la industria de sacar todos los chorizos juntos, hemos tenido que quemar los juegos a velocidades en las que poco o nada hemos podido disfrutar. Para Skyrim ha habido que robarle horas al sueño, a otros juegos, a otros ocios. Y somos muy conscientes de eso, ahora que los dos autores le damos matraca por puro placer al estupendo Batman: Arkham City, el alto al Modo Historia y el bajito a los desafíos, respectivamente. Así que sí, entendemos que todo dios esté diciendo que Skyrim es el juego del año. Lo podríamos entender del de Batman. Incluso de Deus Ex: Human Revolution, que salió un poco antes, cuando aún se podía respirar sin encontrarte veinte lanzamientos semanales en el aire.

Porque la desmemoria es así: en un mes en el que tienes que jugar o hablar sobre treinta juegos y además pasarle factura al año, es difícil irse un poco más atrás y decir que, caramba, ha habido más, muchísimo más. Algo así le pasó a Sánchez el pasado fin de semana, durante la presentación en Valladolid, en unas jornadas muy recomendables de Let’s Pacheco, el estupendo tebeo de las hermanas Pacheco editado por ¡Caramba!. En una de las viñetas del cómic, uno de los personajes, la madre, que nos consta que juega lo suyo, aparece dándole a Portal 2. Lo hemos explicado tantas veces que estarán hartos de nosotros, pero un juego de 10 horas y algunas más para jugar con la novia ha dejado más poso que 120 horas de matar dragones y liberar el norte del malvado opresor centralista. Y esa viñeta nos ha recordado por qué: si ahí apareciera la madre jugando a Skyrim, nos costaría diferenciarlo de sus antecesores. Lo mismo nos pasaría con Call of Duty, Battlefield o cualquier shooter bélico de venta al peso de excelencia gráfica y explosión charlatana.

Pero no, es Portal 2 (o puede que Portal, el único otro juego al que se parece), icónico y familiar, referenciable y cuya existencia pop nos ha dejado frases, canciones, chistes privados, ¡lugares comunes en un medio tan individualista como es el videojuego! El juego de Valve es lo más alejado que se nos puede ocurrir del sexo estival, si acaso es la punzada del amor añejo de hace tanto, que todo lo permea y nos hizo crecer como personas. Y Skyrim, de todas formas, no es tan bueno en la cama, ni se puede jugar con las novias. Pero vamos, que entendemos que se lleve todos esos premios y nos alegramos y no hay tragedia ni cabreo sino que se acaba y ya está. ¿Ustedes qué tal?