Mondo Píxel PG supone, como el Parental Guidance de su título indica, un punto de vista alternativo y guiado acerca de los videojuegos. Cada viernes, John Tones y Javi Sánchez, miembros del hervidero de visiones con seso sobre lo interactivo Mondo Píxel, contarán en LdN cómo se ha convertido el ocio electrónico en una volcánica explosión de inquietudes pop. Sus ramificaciones en cine, tebeos y música, su influencia en nuestra vida diaria, su futuro como forma de ocio y olla a presión cultural. Cada semana en Mondo Píxel PG.
La semana pasada tuvimos en uno de nuestros Open Mondo Píxel / ArsGames un debate sobre el retro español, la famosa “edad de oro”, un grupo de chavales con maquinitas de memoria ridícula sacando juegos muy recordados por las portadas del allí presente Azpiri, generosas en tetamen y promesas épicas. Juegos que, luego, se veían reducidos a un muñegote dando brincos en pantallas de cuatro colores y chirridos del averno sintetizado. Durante el debate encontramos bastantes similitudes entre aquellos tiempos y la nueva hornada de desarrolladores indis, que se ganan la vida entre las plataformas de descarga de las consolas grandes, la nueva vida del PC y el iPhone. La evolución tecnológica entre aquellos años y la generación actual hizo impensable durante una década y media que cada uno en su casita pudiera crear su juego en vez de tener que encajar irremediablemente en los engranajes de una industria que emplea a cientos de personas para reproducir, año tras año, el flequillo de Cristiano Ronaldo, ahora con más sensación de gomina.
Nintendo, que ya ha intentado pescar un poco en ese mundillo de los juegos baratitos con su DSi, quiere dar un paso más allá con su nueva portátil, Nintendo 3DS, que combinará los juegos hechos con pasta y relumbrón gráfico con una prometedora plataforma de descargables, viendo si todavía queda hueco para una consola portátil pura —purísima: cámara de fotos, navegador de internet, bloc de notas, agenda y lo que caiga— en el reino de los smartphones. Ya hemos leído en algunos medios vaticinios apocalípticos de que Nintendo abandonará el sector de las consolas, se rendirá al poder de las plataformas móviles y licenciará sus personajes. Aunque hablamos de una compañía que se mantuvo con vida con una sola licencia: Pokémon. Y que ha vivido en bastantes ocasiones de vender sus propios juegos en sus propias consolas mientras el resto de estudios se planteaban qué hacer en consolas que siguen vendiendo Mario Kart como si fuera la novedad de la semana varios años después de su lanzamiento. Muy mal lo tiene que hacer.
Pero, por otro lado, ya hemos encontrado una pequeña pifia en la consola: parte del éxito del iPhone es que publicas el juego y cualquier dueño de un cacharro, en cualquier parte del mundo, puede comprarlo, una vez que tiene el visto bueno de Apple. Y, sin embargo, Nintendo ha planteado un modelo cerrado, en el que los juegos de Japón no valdrán para la consola americana, los de ésta para la europea y etcétera. Independientemente del atractivo que siempre tuvieron las consolas de Nintendo al permitir la ejecución global de sus juegos (Sánchez, por ejemplo, importa sin cesar una saga de juegos de roboces gigantes que, por problemas de licencias, nunca se publicarán fuera de Japón. Llora como una damisela cada vez que piensa que se ha quedado sin ellos en 3DS), el pequeño desarrollador se va a pensar dos veces si gastarse la pasta para crear un juego global, o ir vendiendo regional según Nintendo quiera. Y Nintendo le ha echado la culpa a la clasificación por edades.
La compañía de Super Mario tiene un miedo atroz a que sus consolas, las primeras que se abrieron a un público infantil y familiar, provoquen un escándalo algún día. Jugar online con Wii y DS siempre ha sido una tarea de chinos, y todo por temor al pederasta, al abusador, al juego violento en manos del niñito, al titular digno de Tele 5. Si de verdad han cerrado por continentes la consola por una tontería como la clasificación por edades —y, siendo ellos, es posible—, su ingenuidad roza la molestia para el usuario y el creador.
Volviendo al hilo del Open, otra de las cosas que comentamos en las cañas posteriores es que aquello era un descontrol de narices, y bien que nos gustaba. Los juegos que jugábamos en nuestra prepubescencia sujetaban esas portadas con pezones como clavos de nueve pulgadas, se compraban en kioscos y tenían un descaro que provocaría sofocos a cierta ministra: si salía la peli de Rocky, pues se sacaba un juego de boxeo con el jeto de Stallone. Si Top Gun petaba las pantallas, venga juegos de aviones disparándose. O la recreativa del momento convenientemente apañada. Así, y de ninguna otra forma, se gestó la dichosa edad de oro: dándole a la chavalada tetas, serie B intertextualizada y todo eso que podríamos llamar contracultura, poniéndonos estupendos. Y, miren, en eso sí que es verdad que el cachondeo de lo retro no resurgirá nunca, mientras se tema al escándalo y al titular y a no publicar aquello que al ojo beato ofenda. Quitándole a Sánchez sus roboces, de paso.
2011-01-21 13:20
Buen post