Mondo Píxel PG supone, como el Parental Guidance de su título indica, un punto de vista alternativo y guiado acerca de los videojuegos. Cada viernes, John Tones y Javi Sánchez, miembros del hervidero de visiones con seso sobre lo interactivo Mondo Píxel, contarán en LdN cómo se ha convertido el ocio electrónico en una volcánica explosión de inquietudes pop. Sus ramificaciones en cine, tebeos y música, su influencia en nuestra vida diaria, su futuro como forma de ocio y olla a presión cultural. Cada semana en Mondo Píxel PG.
John Tones, es decir, el cincuenta por ciento de los autores de esta columna compartida, hizo la semana pasada un viaje rápido y de mero ocio al norte de la península. Preparando el equipaje para el viaje relámpago se vio en la tesitura de orquestar, como a todo aficionado a los videojuegos le ha pasado en más de una ocasión, una sesión introductoria al medio para alguien profano, pero con un interés mínimo en adentrarse en el entretenimiento interactivo. En este caso, Tones pensó que su acompañante, una jovencita de veintibastantes años con un contacto muy ocasional con los videojuegos, podría aprovechar el fin de semana de asueto para zambullirse levemente en algún videojuego. Llamaremos Cretina a esta joven virgen en las materias que nos ocupan.
Tones revisó antes de la salida su colección de juegos portátiles (requerimiento imprescindible por las condiciones del fin de semana), y aunque hubo unos momentos de duda con la epopeya bufo-musical Rythm Paradise, la elevada dificultad de éste acabó decantando la elección por Kirby y el Pincel del Poder para Nintendo DS. Al final, unas cosas y otras impidieron que Cretina se acercara a la DS, pero no hace falta que ella haya probado el juego (y cuya experiencia, cuando se produzca, quizás dé para una columna bien distinta) para hablar de lo que nos interesa aquí: por qué Tones escogió ese juego.
Kirby y el Pincel del Poder es un juego de apariencia naïf, como todos los protagonizados por la amable bola-aspiradora rosa de Nintendo, y el trasfondo de su aventura es de una limpieza sin dobleces ni entrelineados. Sin embargo, y como también acostumbra a ser habitual en los Kirby, la mecánica de juego es hipnóticamente perfecta, quizás con una progresión de la dificultad en exceso suave para el jugador veterano, pero no por ello menos pulida. Kirby parece una bola de nube de azúcar, blanda y caprichosa, pero sus juegos son como esferas de acero, pulidas y brillantes, de gameplay inexpugnable. Su aventura se desarrolla como un juego de plataformas al estilo de los de su primo Mario, pero el jugador tiene que ayudarle, con el stylus de la consola, a sortear obstáculos: tendiendo puentes, señalando a enemigos, acelerando o frenando con suaves toques el camino del héroe… El Pincel del Poder es un juego divertido, pero también con un punto musical, contemplativo, de ritmo implacable, y a la vez asequible para cualquiera. Es decir, con su accesibilidad indiscutible pero, a la vez, férrea mecánica sin fisuras, no solo es un soberbio juego iniciático. Es un juego soberbio, sin más.
El domingo a última hora de la tarde, Tones y Cretina hicieron una visita a los almacenes de Hardcore Gamer, la tienda que vende en exclusiva la versión impresa de Mondo Píxel. Allí su jefazo, Anarchy, consciente de la pasión de Tones por las antiguallas, le mostró una consola Vectrex, en perfecto estado y completamente funcional. Las Vectrex son unas singulares consolas fabricadas entre 1982 y 1984, cada vez más complicadas de encontrar en buen estado: consisten, simplemente, en una pequeña pantalla vertical con una ranura para cartuchos y un rudimentario mando con un stick y cuatro botones. Allí, una vez en marcha, se desplegó ante ellos su singular encanto: el monitor de la consola es de vectores, es decir, que a diferencia de los confusos píxeles que mostraban los televisores de tubo de la época, Vectrex sólo puede reproducir juegos al estilo Asteroids o el primer Star Wars: efectos 3D muy rudimentarios, monocromos y construidos con simples líneas y vectores. Un mundo casi abstracto, puesto de moda de nuevo gracias a la renovada fiebre por la estética de Tron, pero que en 1982 era, sencillamente, lo que había: un desolador universo negro en el que brillaban rotundos y cegadores haces de luz girando a grandes velocidades. Cretina, ajena a la importancia o no de juegos como Asteroids, inconsciente de que Vectrex fue uno de los fracasos más caros de la historia del medio, no muy informada de que Minestorm, el juego que probaron, no era más que un mal plagio de Asteroids pero infinitamente menos pulido, solo musitó tímidamente, deslumbrada por los ciertamente modernos efectos tridimensionales a golpe de paralelas fosforescentes: “Pero esto… esto es precioso”.
La conclusión de los autores de esta columna después de que Tones tomara aire después del fin de semana no son especialmente revolucionarias, pero conviene no olvidarlas. Mucho menos en estas entrañables fechas navideñas, donde se prodiga la venta de hardware bajo la máxima oculta de “jugar sin jugar”, “como una película”, “perfecto para que juegue toda la familia” o, ya directamente, “técnicamente está bajo mínimos, pero lo importante es divertirse”. El Pincel del Poder, con su mecánica accesible pero irreprochable, y la hipnosis inmediata que una consola caduca como la Vectrex tuvo sobre una persona ajena a sagas, franquicias y posmodernidades, demuestran que la industria, demasiado a menudo, mata las ideas buscando la accesibilidad inmediata y carente de riesgo. Y se nos olvida, en esa transformación que todos tenemos demasiado asumida y que Cretina se encargó de pulverizar con un par de comentarios muy poco sospechosos de tener intereses ocultos, que para hacer bien las cosas, a veces es suficiente (sea con fríos haces de luz, sea con coquetas esferas de algodón) con, simplemente, hacerlas bien.