Mondo Píxel PG supone, como el Parental Guidance de su título indica, un punto de vista alternativo y guiado acerca de los videojuegos. Cada viernes, John Tones y Javi Sánchez, miembros del hervidero de visiones con seso sobre lo interactivo Mondo Píxel, contarán en LdN cómo se ha convertido el ocio electrónico en una volcánica explosión de inquietudes pop. Sus ramificaciones en cine, tebeos y música, su influencia en nuestra vida diaria, su futuro como forma de ocio y olla a presión cultural. Cada semana en Mondo Píxel PG.
Más del habitual, se entiende, y nos van a disculpar, pero la situación no es para menos: esta tarde, en el Matadero de Madrid, se presenta el tercer volumen de Mondo Píxel, comandado por el aguerrido grupo formado por John Tones, Javi Sánchez (sus humildes servidores y autores de estas líneas), JM Heras y Adonías, diseñado con infatigable buen gusto por eunice szpillman (a.k.a. Gloria Langreo) y bien engordado por los colaboradores habituales del blog y anteriores volúmenes. La presentación se adornará con una competición de considerable envergadura: un torneo de Street Fighter III cuyo ganador se llevará a casa una genuina recreativa.
Este último número de Mondo Píxel ha supuesto un tremendo esfuerzo, ya que el equipo se ha reorganizado como Asociación Cultural y ha cargado con toda la confección del volumen. Con la ayuda de Proyecto Amarika y, sobre todo, Hardcore Gamer (tienda virtual que tiene la distribución en exclusiva del volumen) se han solventado las estrecheces económicas. Aunque estamos pagando algunas novatadas, el resultado nos enorgullece: posiblemente el tercero es el mejor volumen de todos.
Claro, qué van a decir ellos, pensará alguno.
Mírenlo de esta otra manera: nuestra actitud es cada vez más cabizbaja, pero a la vez más orgullosa. Cuando el primer volumen salió a la venta, hace algo más de dos años, estábamos borrachos de entusiasmo: por primera vez una revista periódica, Superjuegos Xtreme, cuyos contenidos dirigía Tones y en cuya redacción palpitaba buena parte de la plantilla de Mondo Píxel, hacía pensar en nuevos tiempos para la crítica especializada en videojuegos. Acababan de nacer la edición española de Edge y N-Gamer: algo parecía estar cambiando. Un año más tarde, cuando salió el segundo volumen, las tres revistas habían cerrado y las que quedaban, históricos mastodontes, cerraban filas con un estilo de hacer periodismo y reseña de videojuegos que lleva décadas comatoso, incapaz de evolucionar y que, a la larga, supondrá la muerte del género en papel. Ahora, con el tercer volumen en la calle, la situación está cada vez peor: pequeños y esperanzadores bastiones de la divulgación sobre videojuegos, como la sección de Cultura del diario Público o pequeños puntales en distintos medios, se reducen a la mínima esencia; los blogs cada vez están más atentos al impacto inmediato y a la polémica barata para generar visitas y comentarios; la crítica de videojuegos, haciéndole compañía al momento industrial de memez extrema que vivimos, es más superficial e intrascendente que de costumbre.
Mondo Píxel nunca quiso salvar al mundo de nada. Nació como una extensión del Focoblog en la que hablar de videojuegos del mismo modo que en el Focoblog se hablaba de cine, tebeos y otras hierbas pop: partiendo de cero a la hora de sentar las bases y preguntándose sin parar si hasta ese momento se había estado haciendo bien. La respuesta fue “no”: por eso en Mondo Píxel se optó por un camino alternativo, nunca se han puesto notas, ni se han divido los textos en epígrafes artificiosos (gráficos / sonido / jugabilidad), ni se ha intentado que cada texto fuera más que un esfuerzo honesto y sincero de hablar de videojuegos con la pasión de la experiencia, pero la cabeza fría de quien sabe que está pisando terreno estéril.
En un momento del tercer volumen de Mondo Píxel, uno de los coautores de esta columna, Javi Sánchez, explica con claridad por qué los juegos no deben renunciar nunca a su pátina de colores chillones, pasiones violentas y acciones extremas. Por qué son un vehículo para el dislate, la parodia, el griterío y la juerga, y cualquier otra aproximación es un complejo de inferioridad adulterado. Pero lo hace en un texto de cuarenta páginas donde se habla de Kandinsky, Borges, Pokémon, Gears of War, Kinect y Google Street View. Porque todo ello forma parte de nuestro equipaje cultural, y por tanto, así hay que replantear la crítica de una puñetera vez. Y un poco eso es Mondo Píxel: la reivindicación del derecho a darse cabezazos con un muro, intentando que cambie la forma de explicar por qué está bien que tengamos ese derecho.
Por eso, así es como les esperamos en Mondo Píxel (el libro, el blog y esta misma columna): con la mercromina a punto.