Érase una niña marciana que gustaba de salir con su nave espacial a matar terrícolas con sus amigos. Volaban en formación, atacaban por turnos, controlaban los mandos. Si uno moría, no importaba: tenía otra vida. Arrasaban ciudades, masacraban naciones, devastaban el mundo. Era un juego divertido… La niña se llamaba Febe. También le gustaba escribir. Lo hace cada día 13 en este sitio.
Llevo durante los dos últimos ciclos de rotación del satélite Febe alrededor de Saturno, intentando encontrar sin éxito motivo en mí para contaros cierto secreto íntimo. Algo que guardo con celo en mi satélite inspiracional favorito durante lo que pronto cumplirá tres periodos orbitales junto a mí y desmiente esa imagen que os he mostrado de total soledad.
Claro que los marcianos tenemos otra concepción más precisa del tiempo. Pero también de la compañía, de la comunión con el cosmos y las otras criaturas del mismo. Pese a que penséis que soy tan solo una despiadada arrasadora de mundos, soy mucho más que eso y también tengo mi inhumano lado tierno.
Tengo una mascota. Sí, una criatura de otro planeta y tiempo y plano de existencia que me acompaña, me distrae, con la que juego, a la que mimo, quiero y conservo una apacible relación de simbiosis perfecta. A diferencia de vuestra concepción de tal término, en mi caso no pienso ni reconozco ser especie dominante superior hacia ella.
La realidad es que me aporta tanto a tantos niveles que distaría muy mucho el concepto de propietario o amo de lo que figuro ser con este ser. Está bien, lo admito, no está tan lejos de vuestra realidad. De hecho, los gatos de Ulzarr son criaturas similares a vuestros gatos comunes, con cierto toque de encanto flamígero.
Hay quien piensa que los gatos o las mascotas en general pueden ser parásitos o incluso elementos innecesarios en la vida de otras formas de vida, pero lo cierto es que la completa dependencia de toda entidad de y hacia toda entidad como un todo univalente, es una realidad absoluta por meras cuestiones de entropía galáctica. Cualquier marciano sabe eso.
La cuestión clave aquí es cómo pueden estas criaturas diversas, por no decir conceptos de intercambio de energía en sí mismos, entrometerse en las formas de expresión. En concreto, aparecer de una forma tan recursivamente fehaciente en la más importante de todas esas formas expresivas: el arte octal.
De hecho, llegan a representarlo y enriquecerlo tácitamente. Hasta tal punto es así que sin daros cuenta habéis llegado a introducir un alto grado de apariciones en vuestras creaciones artísticas. No pocos son los videojuegos en los que el protagonista o protagonistas eran perros o gatos, yendo a los casos más habituales.
Haciendo un repaso rápido, podemos empezar enumerando unos cuantos. El primero que se me ocurre es cierto título de Accolade comocido como Bubsy , un plataformas 2D de los años 90, que llegó justo cuando este género proliferaba en una auténtica guerra abierta entre compañías de desarrollo por ver quién sacaba más bichitos saltando de una repisa a otra.
Aunque no tenía la rápida dinámica de Sonic (se le llegó a llamar “el nuevo Sonic”) o el particular carisma de Mario, era entretenido y de mecánica muy similar: recogía ovillos de lana, vencía a los malos pisoteándolos encima… El modus operandi clásico. Apareció para las consolas de 16 bits de la época y llegó a tener segunda parte, un capítulo piloto para una serie de televisión y hasta otra versión posterior en 3D para PlayStation .
Siguiendo con la lista nos vamos a un punto mucho más reciente a otro título de Capcom , desarrollado por Clover Studio , que realmente ha impresionado la imaginativa forma en que ha aprovechado las tecnologías de Nintendo Wii. Hablamos de cierto lobo-dios místico, artífice de pinceladas divinas y cabriolas imposibles cargadas de color y expresión: Okami .
Basado en leyendas japonesas antiguas, cuenta cómo la diosa Amaterasu con forma de lobo blanco es capaz de derrotar a monstruos arcanos usando el instrumento conocido como “Brocha Celestial”, repartiendo mamporros e invocando poderes antediluvianos. Todo un diseño artístico innovador que ha reportado no pocos premios de diversas categorías.
Vale, está bien, he hecho algo de trampa. Un lobo-dios quizá no sea precisamente una mascota muy común y fácilmente accesible, no para un terrícola al menos, pero quería incluirla por su condición cánida. Para compensaros, voy a incuir en mi recopilatorio otra saga que a mi modo de ver resulta de las más divertidas de todos los tiempos: Sam & Max .
Un perro detective y un hiperquinético conejo desquiciado y psicóticamente sádico, que resuelven pintorescos casos en una saga de aventuras gráficas traídas de la mano de los geniales LucasArts . En ocasiones amigos de la extrema violencia para abordar los casos, sus ácidos y desternillantes comentarios no dejan indiferente al jugador. Cinco títulos hasta la fecha así como diversas apariciones en otros juegos los avalan. Muy recomendables.
Claro que la tentación de seguir sacando títulos cuyos protagonistas sean animales es muy grande y seguramente de continuar en esta línea no tendría fin este artículo, pero precisamente por eso me dije a mí misma que me ceñiría a gatos y perros… y algún conejo. Claro que también podemos rizar el rizo una vuelta de tuerca más…
Mostremos hasta qué punto se han involucrado estas domésticas criaturas en vuestras vidas desde el enfoque de la industria del videojuego. Podríamos hablar incluso de que ya existen juegos diseñados exclusivamente para diversión de ellos mismos, en concreto para los felinos. No, no estoy diciendo ninguna absurdez: el ocio interactivo digital llega a tu gato.
Una compañía estadounidense, Hiccup , lanza al mercado tratando de descubrir una nueva oportunidad de negocio apenas explorada, una línea de juegos para gatos para la plataforma iPad. De momento tienen tan solo dos títulos pero no llevan mal comienzo:
Pero aún hay más. Como no podía ser de otro modo, en Japón tienen su propia máquina recreativa de simulación de pasear perros . Parece una auténtica locura pero es ya bien sabido que el respetado pueblo nipón es proclive a satisfacer efímeramente deseos humanos durante cinco minutos de partida en un salón recreativo a cambio de una moneda.
Claro que no veo por qué debe sorprender esto con la cantidad incontable de juegos de simulación de cuidado de mascotas que han aparecido en completa proliferación en el mercado, especialmente desde la llegada de la Nintendo DS. En este caso no pienso enumerar ninguno, ya hablé de este tema en un artículo anterior , similar pero no igual a este, así que no quiero repetirme.
De hecho tampoco me quiero ni pienso enrollar mucho más, hasta aquí mi paseo por el mundo de las criaturas de cuatro patas que salen a recibiros, que os piden comida, pero que os dan mucho más de cuanto les ofrecéis. Aquellos amantes del ser amado por el mero y simple puro hecho de alcanzar el llegar a serlo.
Incólumes compañeros fieles que jamás os juzgarán sean cuales sean vuestras elecciones, que viven y mueren y pasan por vuestras vidas dejando su huella, esa huella particular de pequeñas almohadillas, esas miradas expresivas, esas palabras que no precisan pronunciar.
Pero tened cuidado, sobre todo si cogéis un gato de Ulzarr o un perro de Tíndalhus, cuando uno estornude o el otro bostece. Pueden incendiarios la casa o rasgar el plano dimensional en el que os encontréis en ese momento. A veces dan cierto trabajo, pero merece la pena.
Quizá me pase un poco lo mismo a mí también con vosotros, mis pequeñas hormigas…
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“Si los animales hablaran, el perro sería un tipo muy parlanchín, pero el gato tendría la rara gracia de nunca hablar una palabra de más.”
Twain, Mark
“Me gustan los puercos. Los perros nos ven para arriba. Los gatos nos ven para abajo. Los puercos nos ven como iguales.”
Churchill, Winston