Érase una niña marciana que gustaba de salir con su nave espacial a matar terrícolas con sus amigos. Volaban en formación, atacaban por turnos, controlaban los mandos. Si uno moría, no importaba: tenía otra vida. Arrasaban ciudades, masacraban naciones, devastaban el mundo. Era un juego divertido… La niña se llamaba Febe. También le gustaba escribir. Lo hace cada día 13 en este sitio.
Las eternas preguntas. ¿Qué somos? ¿Dónde vamos? ¿Cuál es nuestro origen? El Universo tiene un plan que no es otro que seguir su curso, pase lo que pase. El camino que cada uno anda sobre él es una de las muchas reflexiones estelares que se proyectan en las múltiples personalidades de cada entidad subyacente.
Lo que quiero decir es que, más allá de todas las versiones y dimensiones del vasto espectro cuántico, dentro de cada una de ellas surge una manifestación de cualquiera de las otras que desespera y pugna por salir a ras de superficie durante un intervalo de tiempo razonable.
Interpretar un rol, ser una criatura o ser diferente, escapar de la propia vida para vivir temporalmente otra ajena, representando un álter ego de uno mismo. No digo nada extraño, nada que no cumpla las mismas leyes caóticas del logos de cada concepto.
Es sencillo. Todos tenemos problemas. Pero siempre queremos los de otros. Queremos alejarnos de aquello que nos atenaza el cerebro tapándolo con otros retos más allá de la imaginación, cuanto más alejados del mundo real mucho mejor.
Las distintas formas artísticas suponen una muy aceptable salida hacia otra de las infinitas posibilidades de ser uno mismo. Las ensoñaciones de otros creadores sirven para salir de la matriz de rutina preconcebida y de los números diarios que aplastan aún más con cada intento de soportarlos.
Una vez más vuelvo a superponer frente a todas las formas de expresión al Arte Octal, que permite al individuo sumergido en la historia planteada evadirse de su realidad por unos minutos u horas, haciéndole sentir por un momento la virtual pero igualmente placentera sensación de aventura, de locura, de reencuentro.
Está ahí. El éxito o el fracaso dependen del jugador. No es un mero espectador como en el resto de formas artísticas. Claro que de esto he hablado ya muchas veces. No es novedad. En esta ocasión lo que me hace reflexionar es una cuestión más concreta y precisa, que me tiene un tanto contrariada y que nadie planteó antes. Os la diré.
¿Cuál es la relación, el grado de afinidad o sencillamente el nexo que une a un jugador con su personaje? ¿Cómo se mide o por qué surgen la atracción inicial, el deseo de fortalecerla paulatinamente o los motivos que hacen que se debilite poco a poco? ¿Qué lleva a una persona a, teniendo un abanico de personajes a elegir en un videojuego, escoja uno y no otro?
Estoy bastante intrigada con todas estas preguntas.
¿Por qué Ryu y no Ken? ¿Por qué no Zangief? ¿Por qué algunos prefieren a Luigi y no a Mario? ¿Por qué Sonic y no Knuckles? ¿Ryo o Robert? ¿Cormano o Billy? ¿Fio o Marco? ¿Goku o Vegeta? ¿Gilius o Tyris? ¿Blaze o Axel? ¿Rash o Pimple? ¿Chris o Sheva? ¿Batman o Robin (bueno, este está claro)? La lista no es infinita, pero se le acerca.
Desde luego mi enfoque está dirigido a juegos en los que hay varios personajes a elegir, pero es aplicable también a juegos con un solo protagonista, donde los rasgos de este pueden determinar completamente que el jugador se sienta fuertemente atraído por conocer el resto de la historia.
Hay casos evidentes dada su elevada personalidad y su estética particular como son los casos de Bayonetta, Lara Croft, Dante o Solid Snake, que ya se han labrado una reputación más que considerable. Evidentemente, cuando se trate de juegos monojugador de este tipo, hablaré siempre de personajes humanos.
Es cierto que los erizos azules y los gorilas arrojabarriles han producido un gran impacto en la industria por su carismático carácter, pero no es el tipo de idiosincrasia que me interesa estudiar. De hecho volviendo a los primeros cuestionados, hay dos géneros concretos que me suscitan especial interés: los juegos de lucha y los juegos de rol.
Vamos con los primeros, en los que se ofrece al jugador un buen elenco de opciones. Sin embargo, al final se reducen a un puñado de estereotipos. Los equilibrados con ataques a distancia, los fortachones que hacen llaves y agarres demoledores, los ágiles (que suelen ser chicas) saltimbanquis y a veces algún bicho raro inclasificable.
¿Por qué una persona se coge a un personaje y no a otro? ¿Qué tienen en común la persona y el personaje? Este sigue siendo mi enigma principal. Tengo algunas teorías pero no las voy a contar aquí. Está claro que algún tipo de relación debe haber entre el aspecto físico y la forma de luchar con la personalidad del individuo que lo maneja.
Vamos ahora con los segundos, en los que puedes influir muy decisivamente en la evolución y el desarrollo de tu personaje. Me refiero a aquellos RPGs en los que se permite esta opción, naturalmente. Esos títulos en los que puedes con la experiencia subir de nivel y personalizar a tu grupo de héroes hacia unas especialidades u otras.
La quintaesencia de esto reside en aquellos juegos que están basados fidedignamente en los juegos de rol de mesa o tablero, como las franquicias Vampiro , Fallout , Final Fantasy , Might & Magic , Dungeons & Dragons , etc. Tema aparte serían los MMORPGs, de los que ya hablé hace años sobre este y otros temas relacionados con el género.
Sea como sea, tampoco pretendo ser yo quien desvele la incógnita. Mi misión es dejar caer la cuestión y sembrar la duda para que ya cada cual reflexione consigo mismo y el resto de sus versiones cada vez que escoge un personaje u otro, le aumenta la fuerza en lugar de la inteligencia, o sencillamente pincha en el “modo random”.
La verdad sobre uno mismo reside no en quien somos, sino en quiénes nos gustaría ser, aunque solo sea por unos instantes, ya sean un par de rounds o cincuenta horas de juego. Es un misterio tan antiguo como el cosmos este. Quién soy yo para resolverlo.
Al margen de ello, yo os invito a que hagáis la prueba. Pensadlo. ¿Por qué ese personaje favorito? ¿En qué os parecéis y en qué os diferenciáis? Quizá así os conozcáis mejor.
Al fin y al cabo, yo ya os conozco mejor que vosotros mismos. Seguís siendo, desde siempre, mis pequeños terrícolas…
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“Con demasiada frecuencia algunos hombres sacrifican el ser al ser distintos. Persona quiere decir personas. La personalidad se constituye en convivencia.”
Marías, Julián
“¿Qué máscara nos ponemos o que máscara nos queda cuando estamos en soledad, cuando creemos que nadie, nadie nos observa, nos controla, nos escucha, nos exige, nos suplica, nos intima, nos ataca?”
Sabato, Ernesto
2013-02-13 13:45
Una forma no tanto de evasión como de entretenimiento (aunque bien pensado, el entretenimiento no deja de ser evasión, en cierta forma).