Érase una niña marciana que gustaba de salir con su nave espacial a matar terrícolas con sus amigos. Volaban en formación, atacaban por turnos, controlaban los mandos. Si uno moría, no importaba: tenía otra vida. Arrasaban ciudades, masacraban naciones, devastaban el mundo. Era un juego divertido… La niña se llamaba Febe. También le gustaba escribir. Lo hace cada día 13 en este sitio.
Febe se marcha. Es así. No hay vuelta atrás.
Quizá antes de lo previsto, quizá después de lo posvisto. Sea como sea, era algo que estaba ya predestinado por los mismos astros desde que estos empezaron a dar la primera vuelta, que por otro lado nunca ocurrió según las leyes de la inercia interplanetaria permanente.
No tengo remedio. Hasta en el último momento de mi paso por vuestra despreciable e inmisericorde existencia, sigo postulando desvaríos desencaminantes, desencantadores o hasta desencontrados. Tal vez tenga un lado nostálgico que me retrotraiga hacia el devenir más cariñoso, más infantil, más familiar.
Mi hermano ha vuelto. Ha estado planeando mi partida desde que reapareció. Ha necesitado casi dos años terrícolas desde entonces pero finalmente lo ha hecho. Me engañó. Me hizo creer que formaba parte de un colectivo mayor, formó una sociedad secreta que nunca existió e incluso realizó algún análisis y se coló en mis párrafos.
Debe ser que me estoy volviendo vieja porque en otro tiempo no me habría pillado con la guardia tan baja. Es curioso. Soy la menor (¿o no es así? Ya no puedo estar segura ni de esas trivialidades) de tres hermanos pero creo que he llegado al culmen de mi desarrollo psicósmico antes que el resto.
Hiperion fue encerrado en la anacrónica prisión que lo tempocontenía hasta que logró escapar para ahorantespués no estar en ningún punto y en todos al desigual tiempo. Por su parte, Titan anda totalmente desaparecido y sin saberse nada más de él desde que yo tengo memoria. De hecho sé que él se la llevó.
La realidad es que tengo una sensación opresora que me conduce invariablemente a una mutación más allá de lo puramente mórfico. Resumiendo, ya no soy una niña. Setenta y seis artículos a través de esta ventana han hecho falta para que ese acontecimiento al fin suceda.
Me hubiera gustado llegar al centésimo, no porque suponga un hito importante en la historia de los satélites de Saturno, mucho mayor que mi humilde contribución a la misma, sino simplemente porque se trata de un bonito número. Sin más.
Hay algo que los marcianos hacemos una vez llegamos a este punto, una vez crecemos y avanzamos al siguiente nivel, lo más parecido a lo que los terrícolas llamáis mayoría de edad o madurez. Simplemente ya no queremos destruir ni invadir otros planetas.
Sí, habéis leído bien, insignificantes criaturas afortunadas. Os habéis salvado. Todos.
Al menos en lo que a mí se refiere. Ahora bien, creo que os dejo en peores manos, a saber, las de mi hermano. Él seguirá mi estela de contribución al Arte Octal en vuestro mundo. Tendrá su propio espacio ya que no puede tener su propio tiempo. Lo ha conseguido. Me ha relegado al olvido y me ha relevado en la creación de todos los recuerdos.
De hecho este es el primer artículo que no os escribo desde Febe, la luna de Saturno que fue siempre mi reducto literario. Os escribo desde la Tierra. Estoy entre vosotros. En algún interlugar. Pero estad tranquilos y no me busquéis. No soy peligrosa. Ya no.
Es más, no me encontraréis ni reconoceréis, porque sencillamente estoy entre vosotros desapercibida aunque cada vez menos desapegada. Tengo forma humana, pero no de niña. Tengo forma de hombre adulto. Con nombre y apellidos terrícolas.
Pronto, no sé cuándo, ofreceré el testigo. Mientras seguiré videojugando todo cuanto pueda, encarnaré a los antihéroes más carismáticos y me introduciré en sus sentimientos como si fueran los míos. Repoblaré la tierra, el mar y los cielos con millones de escalofríos, compondré infinidad de sentimientos desde lo más profundo de mi ser al vuestro.
Porque la vida misma es como un videojuego y está pidiendo jugarla. Quizá solo haya una moneda que insertar, una partida que intentar, una vida que encarnar. Pero merece la pena, de verdad. ¡Jugad! ¡Jugadla sin límites ni barreras!
No tengáis miedo a perder, a quedaros atrás, a hacer peores tiempos que vuestro rival fantasma, a no llegar a la plataforma más alta, a no colocar la pieza adecuada en el complejo mecanismo de vuestras vidas. Trazad vuestra estrategia y si no sirve probad con otra, no pasa nada. La autosuperación es cuestión de entregarse a los sueños.
Manteneos siempre niños, siempre en forma, usad un mando, vuestro cuerpo, vuestra mente también y hasta el alma misma. Los dedos de vuestras manos son extensiones de vuestra consciencia. Ejercitadla como el luchador callejero ejercita sus puños y patadas. Luchad hasta perder el aliento o la noción del tiempo, hasta que os apasione la guerra diaria.
No cejéis en arrebatar al otro la victoria en cualquier campo de batalla, apuntad y sed certeros en el disparo vaya donde vaya. Atravesad los yermos desiertos y surcad todos los mundos fantásticos que se os presenten hasta salvar a todos los príncipes o princesas, derrotar a los más fieros dragones o monstruos de las tinieblas.
Entrenad a vuestras mascotas, colaborad con vuestros aliados, viajad por el espacio hasta que los recursos se agoten y tras un merecido descanso del guerrero, continuad el camino hasta rebasar el eternamente autosubido listón de vuestras metas personales. Forjaos a vosotros mismos como los antiguos dioses forjaron la espada maestra del héroe legendario.
Os he mentido. No tengo forma humana ni estoy entre vosotros ni soy un hombre. Eso sería tan absurdo como que los marcianos no existieran. Disculpadme pero creo que me emocioné. Me dejé llevar del mismo modo que ha llegado la ocasión de que el final de esta historia que es la de Febe culmine.
El Arte Octal pasa por un buen momento ahora en vuestro planeta. Aprovechadlo. Sentidlo. Acordaos de Febe. Releedla. Leed también a su hermano Hiperion Warper desde su nuevo espacio . Puede que os regresione con su particular hipnosis psicótica a los rincones de vuestra infancia. Conmigo lo ha hecho y gracias a eso por fin puedo marcharme.
En el fondo ese pobre descerebrado me quiere y sé que lo ha hecho por mí, porque sabe que lo necesitaba y yo sola no me atrevía a dar el paso. Aunque nunca será capaz de reconocerlo, por supuesto. La verdad es que finalmente sí os dejo en buenas manos. Gracias a él he podido ver que ahora que he crecido, puedo escapar de nuevo hacia mi niñez.
Adiós, no sé si os echaré de menos. Tampoco sé si volveré, si alguna vez conoceréis a Titan, si alguna vez algún marciano matará algún terrícola, cosa que nunca pasó.
Pero lo que sí sé es que el juego no ha terminado. ¡Seguid jugando!
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“Los juegos infantiles no son tales juegos, sino sus mas serias actividades.”
Montaigne, Michel de
“Me siento como si pudiera… como si pudiera… ¡Conquistar el mundo!”
Schafer, Tim ( El Día del Tentáculo )