Raúl Pérez Cobo es poeta y articulista. Edita la bitácora inculatorias. Colorado post se dejó de actualizar en abril de 2006.
Cuando el miedo se mira de frente tiene miedo hasta de sí mismo. Algunos días se hace el valiente, y se atreve a afeitarse – con una cuchilla poco eficaz porque le asustan los filos – delante de un espejo en el que teme ver a un hombre con cara de terror, que mira al Miedo mientras se afeita por la mañana. El Miedo no sabe si tiene más miedo de sentirse a sí mismo o de sentir que ya no tiene miedo (esto sería su muerte). Teme morir de un susto, y tiene cuidado en no doblar de forma inesperada una esquina y encontrarse en la Calle del Gato mirando una imagen de su miedo que es aún más deforme que su sombra.
Se hace ver por un doctor que asegura no tener el suficiente miedo como para asustarse por sus pacientes. Escucha al Miedo tartamudear “tr…tre…treinta y trtres”, pues su voz le suena extrañamente suya, y parece que huyese de una garganta enferma, o que temiera haber nacido en la garganta de un ser abominable.
El doctor siempre le ha dicho que nunca estará enfermo pues “la adrenalina actúa como un catalizador de las reacciones químicas de su cuerpo, y ayuda a su organismo a activarse frente al ataque de células contaminadas, virus o vacilos, activando la defensa general y revitalizando el sistema inmuno- ilógico…”. Esto lo dice porque le apena ver al Miedo tan asustado de sí mismo, cada semana en su consulta. Por extraño que parezca, el Miedo se reconforta cada vez que le oye, aunque realmente, podría decirse que no entiende una palabra. Pero, cuando sale de esta consulta, el Miedo se siente tan vacío, tan aburrido, que decide ir a la consulta de un psicólogo para curarse de su momentánea y saludable valentía. Necesita oír que está loco, que “presenta rasgos esquizofrénicos, asociados a una intensa y punzante fobia frente al mundo, frente a sí mismo”, para acabar oyendo: “¿Acaso es usted impotente?”. Le fascina esta capacidad de los psicólogos freudianos de asociar su miedo con sus genitales.
Descubrió que si iba dos veces por semana al psicólogo en lugar a ir al doctor, se sentía dos veces asustado por su cuerpo, por su mente, e incluso por sus genitales.
Una vez, el psicólogo se puso literario, y le recomendó leer un cuento infantil: “Juan Sin Miedo”; y el Miedo, parpadeando como las páginas de un libro, le preguntó: “¿Es esto una broma?”. El psicólogo, sonrió: “Amigo Miedo: nos enfrentamos a una ineludible cuestión metafísica sobre el motivo de su existencia y la existencia de todos sus motivos de miedo. Quiero decir que debe usted pensar en curarse, no en seguir enfermando, porque…¿cuál es el motivo de su existencia, Señor Miedo? Su trabajo consiste en asustar a la gente, no en asustarse a sí mismo con la gente. La gente está ahí para sentir miedo, y usted debe colaborar en lo posible, pues el Miedo es el motor de sus vidas. Debe leer “Juan Sin Miedo”. Comprenderá que usted forma parte de la existencia del hombre… Sus relaciones sexuales mejorarán”. Esto le dijo.
Y el Miedo se fue a su casa. Cenó. Vió un rato la tele. Y leyó aquella historia, antes de dormirse. A la mañana siguiente le encontraron muerto, junto al libro, y una nota que decía: “He buscado mi miedo en la consulta de un doctor y en la de un psicólogo. Díganle al doctor que he muerto sano. Y al psicólogo, dénle las gracias de mi parte, pues he encontrado al fin mi miedo: “soy el motor de sus vidas”. Me asusta tanta responsabilidad…”
2004-12-02 11:04 No creo en casualidades, hoy mismo el cartero le lleva a Hilario una historia de miedos y genitales. Un par de cojones hacen falta para invitar a tomar el té y charlar con Don Miedo. Ahora me explico lo mal que me sienta el disfraz . Si, Miedo es motor. Tambien hace falta freno y buena caja de cambios. ¿Qué pasa con mujeres? Tienen huevos y es otra historia que voy leyendo aquí