Raúl Pérez Cobo es poeta y articulista. Edita la bitácora inculatorias. Colorado post se dejó de actualizar en abril de 2006.
La vida en las charcas no suele ser muy divertida. Aquí nadie viene a admirarte, como a las criaturas de los acuarios, aquí nadie te presta atención —a no ser que sepas frances y te dejes la piel cada día trabajando en los comederos de lujo de la gran ciudad—.
Los renacuajos suelen dedicarse a la natación sincronizada: algunos, los Weismuller son espléndidos, llegan a nadar tan rápido como aquellos tipos del cine mudo que corrían el callejero de su ciudad en dos tomas, y el sapo, el sapo es pesado hasta la reproducción, no hace más que lo que puede hacer un sapo: confortarse a si mismo, presumir de una proóstata brillante y sacudirse las moscas de vez en cuando.
Y es que si no tienes vocacion acuática, una charca no es lo tuyo: igual que un beduino que odie el desierto. La naturaleza es sabia: te dice que te muevas, que no te estanques, que todo es rapidez pues todo es efímero.
O cambias o te aclimatas: o evolucionas o estás jodido.
Y es que nosotras no tenemos el cartel que tienen las pulgas en las pistas circenses.
Pero el cante, el cante me hace inmortal, y se nos ha dotado para esto, nos sumerge en un aura dorada, nos sentimos como el Buda, hay chispas, aclamaciones, pedidos…todo crepita a tu alrededor…y lo mejor: puedes sentarte a cualquier mesa, donde eres lo principal, la envidia, la comidilla de cualquiera. Y es que tener un físico ayuda. Todo es natural.