Raúl Pérez Cobo es poeta y articulista. Edita la bitácora inculatorias. Colorado post se dejó de actualizar en abril de 2006.
Si Mary Shelley, feminista de Mary Wollstonecraft, hubiese sido una mujer de este siglo, el maromo de su criatura no hubiese sido un puzzle carnal de cementerio y el tarado del varón Frankenstein hubiese creado un cachas tipo Mr. Universo que bien hubiese valido para una peli porno, o la fantasía de cualquier hembra, en lugar de instalarse en el imaginario colectivo miedica. El lifting del varón de Frankenstein no tiene remedio. La universidad que le otorgara el diploma a buen seguro fuese la morgue. Que mujer se dejaría operar los senos y ponerse implantes de silicona, o ponerse en manos de este cerebro.
¿Qué quiso hacer Mary Shelley? ¿Quiso vengarse doblemente de los hombres al retratar al científico Víctor Frankenstein y burlarse del macho al nacer la criatura? Mary Shelley creo que es una mujer como cualquier otra, incluso pudiera parecer de este siglo, salvo que ella fue una gran escritora.
Otro caso sexy y culto —”las criaturas de la noche”—, que a diferencia del Hombre-Lobo no poseen la irracionalidad del aullido, el orgasmo del placer gritado, los vampiros, transforman su cuerpo al antojo de la cita. (En la Grecia recordamos las metamorfosis sexuales de Zeus, genéticamente prodigioso…).
Si el vampiro puede morder, hipnotizar las vaginas (nunca vi un vampiro gay, a-no ser que se acuda al porno), comportarse como un macho rey de los hunos, rendir la “romántica” y pervertida voluntad del sexo “débil” (hablamos no de Nosferatu, cabeza entre cebolla y ajo, sino del obseso de Stoker y su cinematográfica y sexy carátula o máscara engominada), la literatura se vuelve genital falo.
Hay que remontarse a las cavernas para que la literatura de bastón y mando pase por encima del bucólico y lánguido Garcilaso (“por vos he de morir y por vos muero”). Aquí, el vampiro quiere su sangre, su ración y con eso, la tuya. (Ya se sabe que el semen no es otra cosa que el vicio que nos riega el corazón, el cerebro y la corteza). Sangre, pues con sangre —como decían los dramaturgos barrocos— se lava la honra.
Vaginales y falócratas, no hay otra literatura posible.
2006-03-20 17:13
Esa versión hiper-fálica sexual de Frankestein ya se vio en “El jovencito Frankestein”, donde amén de varias decenas de escenas hilarantes, tenemos a un monstruo excepcionalmente dotado, y que hace cantar de placer cuando se acuesta con ellas.
2006-03-20 23:14
En “El jovencito F” siempre fueron los ojos y la joroba los organos “mas inquientantes”.