Alfredo Herrera Patiño dirige la editorial mexicana Verdehalago y escribe con asiduidad la bitácora Erratas eminentes. Asombros y paralajes intentará dar salida a los muchos asombros en los que vive desde las diversas perspectivas y lugares donde le suceden. Se publica los miércoles.
Ningún cajero automático de banco, ninguna máquina expendedora de café, ninguna máquina automática de fotografías ha sufrido nunca demanda alguna por discriminación o negligencia. Tratan de la misma manera, de ninguna manera, a todos quienes las utilizan. Que hasta las autoridades hacendarias, siempre y cuando se les trate por medio de programas diseñados para recaudar y dar asesoría, son la mar de amables. ¿Hemos entonces de disponer de máquinas cuando precisemos trato humanitario, igualitario? ¿Nada presuponen sus programas? Mejor dicho, ¿qué dan por sentado esos programas sencillos? ¿Qué precisa la máquina automática de fotografías para existir? Entorno, así de sencillo. La máquina no discrimina a quien sabe y tiene dinero para utilizarla, su trato es igualitaria porque discrimina antes del uso, no en el uso mismo. No le pregunta a nadie: ¿tienes dinero para pagar la fotografía?, sólo cuenta las monedas, con su adminículo presto y su programación orientada a objetos. Elimina la duda, objeto básico de cualquier programa: ceñir la duda y la anfibología a sendas transitables y repetibles.
Lo mismo sucede en internet, pero se nos olvida…