Alfredo Herrera Patiño dirige la editorial mexicana Verdehalago y escribe con asiduidad la bitácora Erratas eminentes. Asombros y paralajes intentará dar salida a los muchos asombros en los que vive desde las diversas perspectivas y lugares donde le suceden. Se publica los miércoles.
Andorra fue el objeto de mis infantiles fantasías. Un principado europeo en cuya dimensión mínima las nociones de geografía de la primera escuela rondaron y evolucionaron hasta convertirse en una lejana y feliz añoranza. Nunca he puesto pie alguno, excepto por medio de la imaginación, en la querida Andorra. Me iré a vivir a Andorra, pensaba feliz, para morir tranquilo cuando en el futuro muy lejano me toque partir hacia la nada. Pero la realidad tiende a la ironía. No tengo planeado morir, al menos no en el presente año fiscal, pues me saldría carísimo, pero la dulce Andorra de mi niñez festiva se ha ido para siempre al no me olvides. Gordo militante y confeso, nunca he ocultado mis kilos ni mi gusto por tenerlos y eso, hasta donde puedo ver, es punto menos que de pesa humanidad para las andorreñas autoridades principescas. Ser gordo, pues, es impedimento para residir en mi Andorra mía. Quizás enflaque por la pena, pero lo dudo. Buscaré una nueva Andorra en otros lares, donde, gordo convicto, pueda apasentar mis días y mis kilos.