Carmen Castro es parte de la comunidad Librodenotas y editora singenerodedudas, bitácora especializada en temas de género y democracia. Y por qué no dejó de actualizarse en mayo del 2006.
Hay días en que ésa es la sensación dominante.
Hace tiempo que me llama la atención la necesidad que tienen muchas personas de vivir sus relaciones de cualquier tipo permanentemente al límite. Ya sea por un comportamiento pasional, una tendencia adictiva o una actitud enfermiza, parece como si cada vez hubiese una nueva prueba a superar y un nuevo reto que alcanzar, ¿será un acto de rebeldía o la puritita inconsciencia?
Forman parte del imaginario colectivo este tipo de comportamiento en encuentros íntimos rápidos, casi fugaces, aderezados por el riesgo de que alguien te pille en el mientras tanto; el ascensor y los lugares públicos son el escenario más frecuente.
Lo que me sorprende es que últimamente es cada vez más frecuente encontrarse con este tipo de comportamiento de profesionales independientes en su quehacer diario, agotando los plazos de entrega y saturándose de trabajo hasta caer en la extenuación total. Me refiero a esa práctica de hacer en dos noches el trabajo que debería haberse realizado en dos semanas, ¿la identifican? En ocasiones he oído intentos justificativos con el argumento de “controlar el tiempo propio”, pero me suena a engañifa, allá cada quien con cómo se contenta y se da autocomplacencia. En situaciones límites ya no eres tú quien controla el uso del tiempo, sino que es éste—recurso casi no disponible—quien marca la pauta de tus posibilidades reales de actuación. Así que sigo sin encontrar una explicación racional porque me niego a pensar que se trata de una forma de reivindicar el no – ser – personal funcionario, más bien me parece que es algo así como estar vendida a las circunstancias.
¡Qué adictivo resulta el subidón de adrenalina que provoca sentirse al límite! Tanto que en algunos casos podría parecer un sustituto del sexo.
2005-10-07 15:00 Dios!!!! Que verdad!!! Prometo enmendarme!!!