La fotografía no ha muerto, sólo ha cambiado de formato. Sus valores y normas tampoco han desaparecido, sino que se han actualizado y nos obligan a mirar el mundo de otra manera. En Profundidad de Campo, cada día 23 repasaremos su evolución en un intento por demostrar que las dudas que origina son similares tanto cuando hablamos de megapíxeles y Photoshop como cuando hablamos de daguerrotipos y granos de plata, y explicaremos cómo interpretar un arte y oficio que, a su vez, interpreta el mundo para nosotros.
La semana pasada (ya lo sabrán) Kodak anunció que se declaraba en bancarrota con el objetivo de reestructurarse y tratar de salvar los muebles tras unos cuantos años de gestiones y predicciones comerciales poco certeras. La célebre compañía se convierte así en una de las muchas que han sucumbido —siempre según los recortes de prensa que han ido apareciendo desde el 19 de diciembre que se anunció la bancarrota— a la revolución digital. El término no es de un servidor: a mí me parece que más de una década del megapíxel merece definirse de una manera que deje de ser revolucionaria. Lo digital ya se ha asentado, lleva ya en nuestras casas un buen tiempo, y que la empresa pionera en ello se vaya a la bancarrota no tiene nada que ver con el triunfo del archivo RAW sobre la anticuada-pero-nostálgica tecnología analógica.
No soy economista y por tanto el análisis que voy a hacer de la noticia es como poco muy personal, pero a todos los efectos Kodak está como está por dos razones: no haber sabido adaptarse a las nuevas tecnologías que contribuyó a desarrollar, y haber dado por sentado que con el mercado de película química no iba a tener problemas para sobrevivir. La primera razón es bastante obvia y le ha pasado a compañías como Konica y Minolta, que se fusionaron ante la incapacidad de hacer frente al digital y acabaron vendiendo su división fotográfica a Sony; ahora se dedican a las fotocopiadoras e impresoras. La segunda es más sorprendente, y aún así ya le ha pasado a otra compañía: en su día, la colosal Leica desdeñó el digital pensando que su nombre respondía a otros valores fotográficos y que con eso bastaba para seguir siendo una referencia en la industria. El resultado fue que en 2005 estaba en las últimas y tuvo que empezar a desarrollar productos digitales, decisión que les ha mantenido a flote hasta día de hoy. Pero en Kodak esta arrogancia o exceso de seguridad es quizá más sorprendente, porque si ya en su día la marca Fuji se perfilaba como aspirante a competidor principal de la compañía fundada por George Eastman, el hecho de que además apostara por el mercado digital no hacía sino reforzar sus aspiraciones a hacerse un hueco (o el hueco) en el mercado de la película. Un claro ejemplo de esto es que mientras Polaroid se ha hundido y ha necesitado de un proyecto imposible para alzarse de entre los muertos, Fuji ha mantenido siempre una línea de cámaras y película instantánea sin muchos problemas. La marca Instax no goza del mismo renombre ni del aura retro que emana Polaroid, pero el precio es mucho más asequible y puedes encontrar el producto hasta en un OpenCor.
Pero aunque Kodak no ha muerto del todo (a muchos se les ha escapado la palabra reestructura, mientras que otros ya esbozan modelos comerciales para que recobre energías), parece que el hecho de declararse en bancarrota ha reavivado la eterna profecía que lleva cerca de doce años sin terminar de cumplirse: la muerte de la fotografía analógica.
Ya saben que en esta era de plenas revoluciones por minuto hay como una necesidad de que los nuevos formatos aniquilen a los viejos: el cedé no mató al vinilo pero sí al TDK de noventa minutos; el DVD se cargó el VHS y luego vinieron el Blu-Ray y el HD-DVD a hacer lo mismo con el primero, que de momento ya le ha ganado la batalla a uno de los dos. La fotografía digital, obviamente, tenía que eliminar a la analógica o al menos dejarla herida de muerte, pero el caso es que ahí sigue. No está ni de lejos lo lozana que estaba en su día, ha necesitado de ciertos reajustes en el sector para mantenerse a flote y según el sitio puede ser más o menos difícil obtener un revelado de calidad, pero ahí sigue. Con sus achaques, pero viva. ¿La prueba? Que si entra usted en una Fnac o en el citado OpenCor puede encontrar desde carretes de 35mm hasta cámaras de veinticuatro exposiciones que se entregan para revelar en el mismo sitio (esto último, lo de las cámaras desechables, responde a un instinto primario de la foto turística que el digital aún no ha sabido conquistar: el de la incertidumbre del resultado, la diversión de la limitación y la posibilidad de que se te caiga al suelo cuantas veces quieras sin tener la sensación de que estás reventando doscientos euros); que buscando por eBay hay toneladas de carretes deseando ser adquiridos a precios asequibles; que entre estas toneladas hay una alta cantidad de película que teóricamente iba a ser abandonada en favor del carrete de 35mm y que actualmente se sigue manufacturando; que un gran número de fotógrafos profesionales sigue usando película como prioridad en sus trabajos (¡hasta en las bodas!); y por último, un ejemplo que quizá es tangencial, pero que para un servidor dice mucho sobre la batalla de los formatos y la necesidad por renovarlos y abandonarlos continuamente: a día de hoy, en el que el ebook se lanza como alternativa al papel (y ya hay algunos pronosticando la muerte del libro convencional), el fotolibro es la alternativa escogida por muchos fotógrafos emergentes y no tan emergentes para dar salida y proyección a su trabajo. Desde una maqueta en papel satinado o mate con un par de grapas para poder enseñarla en talleres y visionados de portfolios, hasta libros editados con sumo cariño y dedicación para vender como un proyecto completo. Con lo fácil que sería llevarlo en un iPad.
Dejemos de asesinar a la fotografía analógica, o lo que es peor, de reducirla a un contexto purista o de coleccionistas. Lo de Kodak no es bueno, pero tampoco es necesariamente definitivo. Y si lo es, pasará bastante tiempo antes de que no puedan encontrarse sus excelentes gamas de Portra. Para entonces puede que algún otro loco decida hacer lo mismo que con Polaroid…
2012-01-24 16:14
Creo que Fuji es el contraejemplo de cómo una empresa dedicada a la fotografía analógica dio el salto a lo digital.
En sus comienzos digitales Kodak lanzó cámaras réflex para luego abandonar esa línea y convertirse exclusivamente en un fabricante de compactas baratas “para tontos”, un segmento de mercado sin futuro por los “smartphones”.
Fuji, en cambio, no renunció a lo analógico con las interesantes cámaras Natura y Klasse W. Quizás el arraigo de la fotografía analógica en Japón sirviera para impedir el colapso de su división analógica. Pero el salto a lo digital lo hizo en todos los campos: Compactas de gama baja y alta, compactas resistentes, réflex con tecnología Nikon…
Dio la campanada con la X100 y ahora lanzará su propio sistema EVIL.