La fotografía no ha muerto, sólo ha cambiado de formato. Sus valores y normas tampoco han desaparecido, sino que se han actualizado y nos obligan a mirar el mundo de otra manera. En Profundidad de Campo, cada día 23 repasaremos su evolución en un intento por demostrar que las dudas que origina son similares tanto cuando hablamos de megapíxeles y Photoshop como cuando hablamos de daguerrotipos y granos de plata, y explicaremos cómo interpretar un arte y oficio que, a su vez, interpreta el mundo para nosotros.
En Bajo el fuego (Under Fire, Roger Spottiswoode, 1983), el fotógrafo de guerra interpretado por un excepcional Nick Nolte se ve empujado a un dilema: ¿Debe permanecer imparcial a la hora de informar sobre una guerra en la que poco a poco va dándose cuenta de que empatiza con uno de los bandos implicados, o debe aportar su granito de arena para ayudar a dicho bando, por mucho que eso traicione al espíritu de su trabajo? La película plantea esta encrucijada a partir de una foto, una foto falsa que puede pasar por verdadera y hacer que la guerra varíe su curso el tiempo justo para evitar la derrota total.
Bajo el fuego cae en el error de presentar la figura del fotógrafo de guerra con un romanticismo muy propio de la época, con lo cual no es difícil adivinar cuál será la decisión de Nick Nolte. Sin embargo tiene el acierto de mostrarnos a otro personaje que actúa como negativo del fotógrafo (pun intended): un mercenario interpretado por Ed Harris que desde el inicio manifiesta su total indiferencia por los conflictos en los que interviene. Él hace un trabajo y le pagan por ello, independientemente de las consecuencias (aunque sea evidente que el personaje esté generalmente trabajando para “los malos”). Este mercenario cínico se acerca mucho más a la visión que se tiene actualmente del fotoperiodismo: oportunismo, parcialidad (porque generalmente los fotoperiodistas son “de los buenos”) y avaricia personal por encima del conflicto, de sus circunstancias, su desarrollo y sus consecuencias.
Esta semana hemos conocido que el fotógrafo Emilio Morenatti ha sido galardonado con el premio Ortega y Gasset en la categoría de Periodismo Gráfico por la imagen que ven encima de este párrafo. Tomada durante la huelga general de 2012, la fotografía muestra la cara de terror de una dependienta ante los actos vandálicos que sufre su comercio. En su día la fotografía recibió críticas por reflejar actos puntuales dentro de las manifestaciones mayoritariamente pacíficas y contribuir a que se diera una mala imagen de las reivindicaciones.
Para Morenatti, simplemente, la foto muestra un daño colateral muy común en estas situaciones, y que según él es similar al que puede verse en un conflicto bélico: el daño que recibe ese “tercer bando”, civil o neutral, al que por una causa o por otra no le queda otra que verlas venir.
¿Es Morenatti un mercenario implacable al que las consecuencias de su trabajo le importan poco o por el contrario ha tomado partido y pretende influenciar desde una posición que debería ser imparcial? Obviamente es en las fotos más icónicas donde más difícil es valorar estas posturas. La situación ficticia de Nolte no es equiparable a la real de Morenatti: en la primera hablamos de un montaje, en la segunda de una perspectiva incómoda. Ambas nos hacen reflexionar sobre la función del fotógrafo, del informador, de su imparcialidad o de su vinculación a los hechos.
Es absurdo pensar que un fotógrafo es enteramente imparcial. O que un periodista, por no circunscribirlo sólo a un formato, pueda ser por completo ajeno a aquello de lo que esté informando. Y de ahí a pretender que se elabora un discurso a conciencia o que se aprovecha uno de conflictos para propio beneficio hay un trecho enorme. No todo es el romanticismo de Nick Nolte ni el cinismo de Ed Harris.
El fotoperiodismo no es sólo fotografiar lo obvio, lo que todos sabemos que ya ocurre en las zonas de conflicto. No es necesariamente un turismo del horror ni un intento de desinformar o generar una opinión. Es, sobre todo, un intento de ampliar nuestra perspectiva, de concienciar también, y de aportar.
Para Morenatti hubiera sido fácil fotografiar el eterno tema de los Manifestantes Vs. Las Fuerzas Del Estado, pero elige apuntar su cámara hacia uno de los afectados por ese conflicto. Esa elección no es más ilegítima que cualquier otra. ¿Es fácilmente desmontable o utilizable por según qué bandos para alimentar a sus fieles? Por supuesto, cualquier fotografía lo es. Lo era en 1983 cuando Nick Nolte decidía ser igual de cínico que Ed Harris, y lo es ahora cuando hay tanto empeño en apagar o requisar aparatos capaces de registrar los eventos fuera de los canales habituales.
Bajo el fuego nos muestra dos perspectivas que acaban confluyendo y siendo demasiado semejantes. Al final, el fotógrafo que acaba tomando partido no es mejor que el soldado que tampoco lo hacía. El buen fotoperiodismo navega entre esos opuestos tan fáciles de confundir, mostrándonos no lo buenos que son unos o lo malos que son otros, ni reafirmando lo que ya nos suponemos que ocurre, sino contándonos las historias que surgen en esos contextos.
En la foto de Morenatti, al otro lado de ese escaparate quebrado y pintarrajeado, puede haber policías o manifestantes, buenos o malos, opresores o revolucionarios. Pero lo que hay de verdad es una persona aterrada por los acontecimientos. Y si supiéramos ver lo que hay dentro de la foto en vez de suponer lo que hay fuera de ella no tendríamos que entrar en estos debates.
2013-04-23 12:06
Interesantes reflexiones. En mi opinión hay que saber distinguir entre los valores estéticos, emocionales, etc. de la imagen y su uso para la propaganda… Premiar o publicar una fotografía implica escoger e ideología.
Se critica mucho el realismo socialista, soviético, chino, coreano, etc. y se demoniza a sus “artistas” sin embargo hay composiciones notables en ese estilo. O el uso, en la guerra fría entre las vanguardias artísticas rusas y norteamericanas… y así todo
Tambien he dicho que el Arte es casi siempre el decorado de fondo que usa el Poder para representar su “grandeza”… y asi todo.
Premiar o elegir esa imagen para ser publicada no es algo inocente, independientemente de sus valores técnicos o emocionales.
He dicho :-)