La fotografía no ha muerto, sólo ha cambiado de formato. Sus valores y normas tampoco han desaparecido, sino que se han actualizado y nos obligan a mirar el mundo de otra manera. En Profundidad de Campo, cada día 23 repasaremos su evolución en un intento por demostrar que las dudas que origina son similares tanto cuando hablamos de megapíxeles y Photoshop como cuando hablamos de daguerrotipos y granos de plata, y explicaremos cómo interpretar un arte y oficio que, a su vez, interpreta el mundo para nosotros.
Decía Cartier-Bresson que a la hora de hacer un retrato buscaba el silencio interior, trasladar una personalidad y no una expresión. También decía que prefería los retratos artificiales, las fotos de carné o de orla universitaria que vemos siempre en los escaparates de los fotógrafos, porque los testimonios que ofrecían aquellos rostros eran más verdaderos que la poética que muchas veces se busca a la hora de retratar a alguien.
El retrato es uno de los géneros más complejos del arte, y en fotografía no se queda corto. Definido de una manera muy simple, no se trata más que de la representación literal de una persona en un momento concreto. Sin embargo, esa representación va mas allá de sí misma de una manera espontánea: el retrato aparentemente inocuo de una persona paseando por la calle puede convertirse rápidamente en un análisis de identidad mucho más profundo.
En el libro Fotografía Hoy, su editora Susan Albright habla del retrato como un intercambio poderoso entre el artista, el retratado y el espectador. En estos tres elementos que rodean al retrato hay capas y capas de interpretación. Empecemos por el artista, que por lo general busca en el retrato una serie de cuestiones relativas a la identidad, tanto para exponerlas como para planetarlas. En este sentido, puede buscar o crear una serie de rasgos característicos que no siempre tienen que ser los definitorios del sujeto retratado: la cámara ejerce una influencia mayor que la supuesta para ambos, artista y retratado. El primero puede abusar de esta influencia para forzar una expresión o una reacción que se ajuste a lo que busca, o prefiere intervenir lo menos posible en aras de la espontaneidad y la honestidad que quiere aportar a sus retratos. Para el retratado, sin embargo, la cámara sigue ahí y se le hace imposible evitarla. En La cámara lúcida, Roland Barthes dice: “(…) entro en el proceso de “posar”. Me hago inmediatamente otro cuerpo para mí mismo, me transformo por anticipado a mí mismo en una imagen”. El retrato, así, queda definido e influenciado por el sujeto tanto como por el artista. Incluso en aquellos retratos posados, en los que el fotógrafo controla todo el proceso, es inevitable para el retratado comportarse ante la cámara.
Las palabras de Bresson con las que empieza esta columna exponen su preferencia de eliminar todo artificio en un retrato para captar mejor la esencia del retratado. Sus imágenes suelen ser espontáneas, atrapadas en un momento que seguramente pilló a sus retratados por sorpresa, como la foto del matrimonio Curie, que tomó justo en el momento en que le abrieron la puerta y lo recibieron, sin darles tiempo a darle ni los buenso días. Estas fotos en su mayoría espontáneas rara vez muestran expresiones fuertes o exageradas: en todas ellas flota una sensación de ambigüedad, como si estuvieran posadas pero no, fruto de la contribución involuntaria entre artista y retratado.
Esta es, de todas maneras, mi versión sobre los retratos de Cartier-Bresson. Como espectador, mi decodificación de las claves del retrato pueden ser completamente opuestas a aquellas por las que el artista escogió hacer la foto. En este triángulo de interpretaciones parece que el espectador ha recibido la peor parte, o la menos participativa: la colaboración entre artista y retratado ha dado lugar a una imagen que ya no va a cambiar. Sin embargo, el espectador se encuentra a sí mismo enfrentándose al retratado, esquivando su mirada o buscándola en la imagen, reaccionando ante sus facciones, su postura, incluso su vestimenta o falta de ella. Podríamos decir que el espectador se salta al fotógrafo en este proceso, al preguntarse qué vio en esa persona para retratarla. Cuando vemos un retrato, tendemos a identificarlo en base a nuestra propia experiencia: un rostro serio en el que la comisura del labio se alza un poco puede suponer el inicio de una sonrisa o una muestra de arrogancia mal disimulada, y quizás ni el retratado ni el fotógrafo eran conscientes de ese detalle. Un determinado corte de pelo puede dar sensación de timidez, atrevimiento o indiferencia a cualquiera.
En el proceso, pues, entran tres interpretaciones: el fotógrafo elige a un sujeto, dispone su retrato, y se inmiscuye más o menos en la foto. El sujeto, a su vez, se posiciona invariablemente tanto a la presencia del fotógrafo como a sus indicaciones, si las hubiera. El espectador, ya sea al tanto o no de las intenciones del fotógrafo (ya hablaremos otro día de esto), realiza su propio análisis basándose en su propia manera de interpretar gestos y rasgos. Así pues, en un retrato tenemos como mínimo tres versiones parecidas o completamente ajenas entre sí.
El filósofo francés Jean-Luc Nancy definió el verdadero retrato como “_aquel en el que el sujeto representado no es captado en ninguna acción y ni siquiera muestra una expresión que pudiese distraernos de la persona en sí misma_”. ¿Es esto posible? ¿Es la propia pose una acción en sí misma? ¿Podría decirse lo mismo de la expresión? ¿Podemos captar a la persona en sí misma?
2011-11-23 19:48
Interesante artículo y profundas reflexiones sobre el arte del retrato. Efectivamente, tanto en pintura como en fotografía poder capturar la esencia de una persona, es de las cosas más difíciles que puede haber. Ha habido grandes pintores y grandes fotógrafos, que no han sido capaces, como ellos mismos dicen , de poder hacerlo. A veces, no por culpa de ellos si no de la complejidad de los personajes. Felicidades por el blog, no lo conocía y ya tiene usted un nuevo lector. Gracias
2011-11-24 10:52
“¿Podemos captar a la persona en sí misma?”
A la persona no sé, ¿eso existe realmente? Al mono, seguro.
2012-04-24 21:30
Qué contenta estoy de haber descubierto esta sección de fotografía. La filosofía fotográfica de Adrian y su ambición analítica me reconfortan.
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Marta