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Profundidad de campo por Adrian Daine

La fotografía no ha muerto, sólo ha cambiado de formato. Sus valores y normas tampoco han desaparecido, sino que se han actualizado y nos obligan a mirar el mundo de otra manera. En Profundidad de Campo, cada día 23 repasaremos su evolución en un intento por demostrar que las dudas que origina son similares tanto cuando hablamos de megapíxeles y Photoshop como cuando hablamos de daguerrotipos y granos de plata, y explicaremos cómo interpretar un arte y oficio que, a su vez, interpreta el mundo para nosotros.

Manipulaciones

Hablábamos el mes pasado sobre la Spanish Revolution, su relación con los medios y el papel de las imágenes en una protesta de la que no sólo han sido protagonistas las plazas, sino también las redes sociales. En el artículo defendíamos el papel protagonizado por la fotografía en un mundo informativo donde la veracidad de una noticia parece cada vez más sujeta a una línea editorial determinada. En estas últimas cuatro semanas hemos podido presenciar varios casos en los que una o varias imágenes han servido para justificar o inculpar las acciones de según que colectivos.

1. Pocos días después del violento desalojo de la acampada organizada en Barcelona, se difundía por internet una imagen en la que un Mosso parece a punto de emprenderla a porrazos con un minusválido asistente a la protesta. Dicha imagen, para algunos, es clara. Sin embargo, por mucho que la composición y el momento capturado pueda dar (y da) la impresión de que se está abusando excesivamente de una persona incapacitada para defenderse y mucho menos para crear algún tipo de conflicto, si nos fijamos podemos observar una cabeza tras la silla de ruedas, el rostro asustado de una persona que parece esconderse tras el minusválido buscando protección. Inmediatamente saltan las alarmas y las autoridades competentes, en este caso las que ordenaron el desalojo, le dan la vuelta a la tortilla. De ser la prueba de un abuso de poder y fuerza, la imagen pasa a ser una evidencia de la capacidad manipuladora de los indignados, dado que la perspectiva ahora es la de un Mosso persiguiendo a un protestante ajeno al minusválido: la presencia del mismo en escena se justifica en el indignado usándolo de escudo humano. Al poco, se hace pública la secuencia de imágenes de la cual se sacó la photo finish. Pese a que el conjunto de fotografías parece dar una perspectiva bien distinta de lo que unos y otros buscaban al apropiarse de ella, los comentarios en la propia foto de la discordia nos dan una idea de que para algunos esa imagen por sí sola habla más y mejor de lo que ellos quieren defender.

(Varios días más tarde, el minusválido en cuestión declararía lo verdaderamente ocurrido, o al menos su versión de los hechos. Esta declaración no tendría la misma repercusión en las redes sociales que las fotos que hemos visto).

2. Fíjense atentamente en la imagen superior y díganme si no parece cristalino que en ella hay cinco miembros de la policía curtiéndole el lomo a un mendigo. Como en el primer caso, esta foto alberga un acontecimiento que a primera vista resulta inconfundible pero que, segundos después, crea dudas: ¿qué necesidad hay de darle una paliza a un indigente cuando justo detrás hay docenas de personas con cámaras y teléfonos móviles deseando obtener alguna imagen que difundir por la red? ¿cómo de ingenuos o incompetentes debían ser los cinco Mossos para cometer tal acto sin darse cuenta de que justo a dos metros hay una cámara de vídeo filmando?

Tras el habitual incendio en internet, las aguas se calmaron con esta segunda foto en la que se ve cómo los agentes pasan de largo dado que su interés son los indignados y no el mendigo. Antes de esta aclaración, sin embargo, se había hablado de montaje fotográfico con la única intención de desprestigiar a los Mossos. Un montaje que tendría que haberlo ejecutado un experto, dada la posición de los agentes, la iluminación y varios detalles más que hacen cada vez más difícil la posibilidad de un montaje. Pero esa es la palabra clave aquí: montaje. Como ya hemos dicho otras veces en esta columna, la fotografía y la edición digital traen aparejada de por vida esa palabrita, llegando a puntos en los que su sola mención sirve para deslegitimar una imagen.

(Aquí en Profundidad de Campo nos creemos más la historia que completa esa segunda foto, dado que nos parece inverosímil que cinco agentes de policía sean capaces de hacer eso con tanta gente y medio de comunicación alrededor. Sin embargo, nos llama la atención la pierna del tercer Mosso empezando por la izquierda, una pierna en una posición bastante extraña si lo que se quería era acceder al otro lado del mendigo).

3. La última noticia relacionada con la imagen y los indignados tuvo lugar hace poco, en la manifestación convocada el 19 de junio. El diario La Razón publica una foto en portada en la que se ven muchos manifestantes llegando a las puertas del Congreso de los Diputados. El titular realiza una comparación absurda entre votantes e indignados, pero la chicha no es esa provocación sino el descubrimiento, entre la multitud fotografiada, de unos cuantos manifestantes sin cabeza. En este caso la palabra en boca de todos no es tanto “montaje” como “manipulación”, en una reacción desmesurada ante lo que, de serlo, es el montaje más absurdo del mundo. La Razón se defendería el mismo día publicando una panorámica de los manifestantes y alegando que los manifestantes “alterados” eran frutos de un mal uso de la aplicación que une las imágenes para formar la panorámica. Pese a todo, y aunque nos creamos a pies juntillas la existencia de más de un torpón en el departamento de fotografía de cada periódico de este país, las molestias de La Razón en justificarse resultan exageradas: cabría preguntar a los que acusan al diario de manipulación qué se pretendía conseguir con el descabezamiento de tres personas en una imagen en la que, a ojo de buen cubero, se puede ver más de un centenar. Podría decirse que la idea era crear huecos en los manifestantes para dar una imagen de desorganización y de poco apoyo a la protesta, pero en comparación resulta absurdo.

(En cualquier caso, la justificación de La Razón se convierte también en su propia evidencia: la panorámica se realizó uniendo seis imágenes ante la falta de una lente que abarcara lo necesario; sin embargo, la foto publicada después en portada es un recorte de dicha panorámica, que: a) deja fuera al grueso de manifestantes, creando un impacto menor de la respuesta ciudadana, y b) deja en definitiva una imagen que sí se podía haber tomado con una lente convencional. Al final, tanta molestia en defenderse de la acusación les descubre por otro lado.)

4. ¿Qué venimos a decir con todo esto? Pues que si hace un mes comentábamos la fuerza de la imagen en los procesos informativos, en la columna de éste nos gustaría hacer hincapié en el hecho de que una cosa es la imagen, y otra muy diferente el uso que se da de ella, o la interpretación que se quiere dar de ella. En este aspecto las redes sociales juegan un papel importante, dado que la difusión es infinitamente mayor a la que puede dar incluso la edición digital de un periódico convencional. Es por esto que cada vez más fotógrafos se cuestionen el papel que la fotografía actual tiene como transmisora de hechos y realidades en un mundo en el que cada usuario con teléfono móvil o cámara digital se convierte en una perspectiva nueva, en otra visión con sus matices y sus interpretaciones. El peligro actual en la fotografía es el ruido que puede generar su propia proliferación: la imagen sigue valiendo más que mil palabras, pero también debemos seguir ojo avizor.

Adrian Daine | 23 de junio de 2011

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