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Profundidad de campo por Adrian Daine

La fotografía no ha muerto, sólo ha cambiado de formato. Sus valores y normas tampoco han desaparecido, sino que se han actualizado y nos obligan a mirar el mundo de otra manera. En Profundidad de Campo, cada día 23 repasaremos su evolución en un intento por demostrar que las dudas que origina son similares tanto cuando hablamos de megapíxeles y Photoshop como cuando hablamos de daguerrotipos y granos de plata, y explicaremos cómo interpretar un arte y oficio que, a su vez, interpreta el mundo para nosotros.

La muerte del fotoperiodismo

A primeros de agosto de este año Neil Burgess, el director de la agencia NB Pictures y antiguo directivo de la emblemática y por todos conocida Magnum, publicó un artículo en Editorial Photographers UK en el que declaraba la muerte del fotoperiodismo, con fecha y hora incluidas al final para tratar de darle más peso y contundencia a un pensamiento que ronda el mundillo desde hace décadas.

Hace uno año Jean-François Leroy, el director de Visa Pour L’Image, festival internacional de fotoperiodismo longevo y de mucho peso en el panorama fotográfico, hablaba de lo difícil que les había sido a los organizadores de aquella edición encontrar trabajos con personalidad, audacia y originalidad, y vaticinaba un futuro oscuro para un gremio cada vez menos interesado en su compromiso con la realidad. La culpa, según él, recaía sobre los medios de publicación, que renunciaban cada vez más a incluir reportajes fotográficos de sus artículos, y los pocos que lograban ver la luz lo hacían bajo la severa supervisión de la publicidad: las publicaciones cubren gran parte de sus costes de producción incluyendo publicidad, y cuando a la marca que promocionas no le agrada la idea de que junto al anuncio de su flamante reloj o lujoso coche aparezca la imagen de un niño del tercer mundo demacrado por el hambre debido a la guerra civil que asola su país, como director de la revista te toca hacer algunas decisiones. Es por eso que, según Leroy, el fotoperiodismo se había convertido en un mundo de caritas tristes y desoladas, de sufrimiento moderado y preciosista porque era la única manera de conseguir ser publicado, y a veces ni eso.

Neil Burgess va un poco más allá en esta idea y le añade unos toques de crudeza: el fotoperiodismo ha muerto simplemente porque ya es imposible considerarlo un trabajo. Las publicaciones ya no pagan por un reportaje fotográfico y, en todo caso, no sería un reportaje en toda regla porque por lo general hablamos de un trabajo ilustrado. Piensen en los últimos reportajes de El País Semanal, uno de los dominicales más dedicados a publicar reportajes gráficos en este país (si no el único): por lo general nos encontramos siempre un reportaje periodístico ilustrado por un fotógrafo que ha viajado al sitio junto con el escritor. El fotógrafo no nos da una visión imparcial del asunto. Ni siquiera es su propia versión, puesto que debe adaptarse a los criterios del reportero que escribe el artículo en cuestión. Hablamos, por tanto, de reportajes gráficos castrados desde el inicio, desprovistos del ingrediente básico de la fotografía documental: la espontaneidad, la realidad pura en la que el fotógrafo es simplemente una persona que está ahí y tiene los medios para contarnos lo que está sucediendo sin filtro alguno. Para Burgess, sencillamente, ya no existe el fotoperiodismo como tal.

Curiosamente, en el artículo de Burgess no se menciona más que de pasada a la que tradicionalmente ha sido considerada la némesis del fotoperiodismo, la que con su aparición y asentamiento fundó el declive de la profesión: la tecnología digital ha causado más de un revuelo debido a la teórica facilidad que le ha dado a la alteración de la imagen, lo que ha llevado a despidos por parte de las agencias y a descalificaciones de grandes premios del ramo, a veces de una manera tan aleatoria y paranoica que no han hecho sino lastrar la credibilidad del fotoperiodismo como tal. La indecisión a la hora de decidir qué está considerado un uso honesto del Photoshop y otras herramientas de retoque ha creado criterios que se contradicen de un año para otro o que se hacen tan estrictos que eliminan cualquier posibilidad de variedad futura.

Otro elemento que Burgess menciona de manera puntual es el de la masificación mediática, el cada vez mayor crecimiento de medios informativos tanto en papel como en píxel, provocando tres cosas: la masificación de corresponsales (como podemos ver en la imagen más abajo); la saturación de información (que provoca a su vez una menor presencia gráfica en la actualidad; en una entrevista hecha a Jean-François Leroy éste desvela que grandes medios como el New York Times o el Washington Post no enviaron fotógrafos a Haití, y que medios de menos calado tardaron ocho días en hacerlo); y por último, la pérdida de imparcialidad. Al existir una mayor competencia, la principal solución de los medios parece haber sido la de decantarse por un modelo de opinión que les asegure un nicho de ventas apropiado. Hoy en día no es difícil prejuzgar la orientación política de alguien sólo con ver qué periódico está leyendo, o qué telediario ve o qué emisora de radio sintoniza en el coche. Este posicionamiento anula en muchos casos la credibilidad total que se le supone a un medio como el informativo, y más en el terreno gráfico, en el que vuelve a convertirse no en fotografía, sino en ilustración.

Estos dos elementos los menciona Burgess de pasada, como decíamos, porque en el mundo de la fotografía están más que asentados y repetirlos no haría más que hacer entrar el artículo en la misma espiral de obviedades que se llevan mencionando desde que a alguien, hace décadas, se le ocurrió pensar que el fotoperiodismo era un género amenazado de muerte (y añadiríamos aquí: desde sus inicios, dado que cada vez se pone más en duda la honestidad y moralidad de trabajos tan icónicos como los de Robert Capa y otros, pero de este tema ya hablaremos en un futuro). Sin embargo, el mismo Jean-François Leroy que hace un año predecía la pronta muerte del género documental en fotografía, hacía unas declaraciones un poco más optimistas éste mismo año:

Algo menos pesimista, Leroy ha matizado este año su sombrío diagnóstico. E incluso ha detectado algunos brotes verdes, a través de nuevos modelos de financiación para los reportajes, la esperanza de Internet como soporte de futuro y la multitud de fotógrafos jóvenes que escogen el reporterismo, mientras todo el mundo insiste en que se trata de un oficio en vías de extinción.

La cita es del artículo dedicado al festival que hizo el diario Público el mes pasado. Leyendo el artículo surgen nuevos datos que apuntan al pesimismo, pero sorprende ver como, por una vez, internet no parece tener la culpa de algo, y el fotoperiodismo parece haber sabido adaptarse a las nuevas tendencias, aunque sea de una manera minoritaria y le quede todavía mucho camino por andar. Leroy comenta su sorpresa por recibir cada vez menos material relativo a los conflictos armados, lo cual podría parecer a algunos un síntoma de que se buscan aires más frescos en el campo del documental. Y es que la guerra, temática preferida desde siempre por los reporteros gráficos, parece haberse convertido en un territorio común, un comodín al que parece ser obligatorio acudir si uno quiere considerarse un reportero de verdad, pero del que sólo parece llegar un sinnúmero de imágenes clónicas, aprobadas por las distintas facciones en liza. Cada vez es menos común el reportero que se niega a a trabajar sobre los límites que les marcan las autoridades, como hacían Nachtwey o Salgado. Es otro de los síntomas de una profesión que si bien no está del todo fallecida como expone Burgess, sí tiene que desprenderse de una serie de vicios y prejuicios si quiere subsistir en una actualidad en la que por mucho que cada vez haya más medios informando, menos parece que la información sea fidedigna y rigurosa. Para muestra de esa frescura tan necesitada en un medio tan anciano, queremos concluir con la conferencia de una TED Talk en la que la fotógrafa Taryn Simon nos muestra cómo se puede hablar de temas conocidos por todos desde una perspectiva original. (Hay subtítulos en español, sólo hay que seleccionarlos)

Adrian Daine | 23 de septiembre de 2010

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