Érase una niña marciana que gustaba de salir con su nave espacial a matar terrícolas con sus amigos. Volaban en formación, atacaban por turnos, controlaban los mandos. Si uno moría, no importaba: tenía otra vida. Arrasaban ciudades, masacraban naciones, devastaban el mundo. Era un juego divertido… La niña se llamaba Febe. También le gustaba escribir. Lo hace cada día 13 en este sitio.
Maldito seas cien soles, hermano. He visto lo que has hecho. Me has robado un fragmento de mi anterior artículo y te lo has llevado a tu terreno. Empiezas fuerte por lo que veo. Pero ya te has pasado tres parsecs y medio solo con este comienzo.
Tranquilo que no va a quedar aquí la cosa. De primeras, como sé qué esperas que haga, puesto que lo suficiente me conoces como para saber a la perfección cuáles son mis prioridades por encima de frenar tus pueriles fullerías, voy a hacerlo sin más.
Pediré a aquellos que leen estas líneas y sobre todo a quienes leyeron las del mes pasado, que si quedaron insatisfechos o con sensación de haber sido estafados o vacíos o huecos por faltarles algo, que acudan donde se esconde mi hermano, que allí las dejó el muy vil. Este es el lugar , para quien lo quiera visitar.
Evidentemente, para entenderlo mejor quizá haga falta repasar mi artículo anterior. Sí, lo sé, estoy especialmente poética, pero es que es la única forma de hacerme sentir fuera de todo aquello que encarna mi hermano, ya que es la antítesis misma de la espiritualidad.
Pero que se ande con ojo. Porque ya estoy tomando medidas al respecto. Sí, has leído bien, Hiperion Warper. Voy a hacerte frente, a plantarte cara, a seguir tu juego de arena que cae hacia arriba. No me asustas y nunca lo has hecho. El Arte Octal está más de mi lado que del tuyo, aunque no lo creas.
Para empezar, sé que aún no tienes plena consciencia de quién eres, que necesitas repasar unos cuantos juegos más para entender completamente hasta dónde llega tu existencia misma en el cosmos. Eso pone paradójicamente tu querido tiempo a mi favor.
De hecho estoy buscando un aliado que me ayudará en mi cruzada personal contra ti, ya que gracias a él podré al fin tener un formato físico, más allá de lo digital, pero sin salirme de mi misma esencia pixelada. ¿Que no me entiendes, dices? Pues atento a lo que voy a contarte entonces, porque esto minará tus boicoteadoras actividades.
Pixel.
Art.
No hablamos de algo sencillo precisamente, ni de realizar, ni de comprender. Casi diríase que pertenece a otro mundo paralelo. No es fácil encontrar tampoco quién sepa lo que es, mucho menos aún alguien que lo practique, que lo cultive, que lo mime y perfeccione como lo que es, una forma de arte más… y más allá que otros.
El pixel art supone en parte los comienzos de los videojuegos, en los que cualquier sprite o elemento en pantalla representado por un gráfico bidimensional se hacía a mano. Léase, ARTEsanal. A decir verdad me pregunto muy mucho cómo es que no había hablado de esto antes, desde este enfoque puramente artístico que conserva y comparte con otras formas de representación.
Podría decirse que al principio, el pixel art no era tal cosa, del mismo modo que hoy día no se dice de un modelador experto en gráficos 3D que sea un artista (cosa que, por otra parte, es un tremendo error), sino un grafista a secas. Aquel que simplemente sabe manejar ciertas herramientas informáticas para construir una representación en forma de imagen digital.
Sin embargo, como suele ocurrir con el paso del tiempo (este párrafo te lo dedico, querido hermanito), las cosas cambian a favor de los que se mantienen perseverantes en sus ideas primigenias, como una semilla que tiene un gran tesoro de vida dentro que solo debe salir en el momento adecuado, con las condiciones óptimas, para así germinar.
Como el árbol maduro (y este otro párrafo se lo dedico a mi nuevo aliado para luchar contra ti), como el parpadeo imperceptible del halcón cazador preciso certero, pero sobre todo como el cuadro pintado con cariño, compuesto a ojo-mano, mano-dedo y dedo-ojo otra vez para cerrar el ciclo, así nace y se forma este nuevo arte que no todos saben reconocer.
Se cambia el lienzo físico de lino por otro digital en pantalla; el pincel de madera y pelo fino por un lápiz óptico sobre tableta gráfica; y las gotas de óleo de la paleta por cuadrados cromáticos rasterizados, definidos por seis cifras en código hexadecimal y cuyos lados dependen del número de aumentos que se desee hacer mediante un icono de lupa mágica.
Pero la cuestión obvia aquí, una vez que se profundiza de este modo, no es ya tanto el encontrar quiénes son capaces de entender o valorar esta forma de arte o quiénes la consumen como tal, dejando de lado ya aquellos que intentan frivolizarla para hallar con ella fines más o menos lucrativos. Publicidad, negocios, placer o renovedad, está volviendo.
Retorna el deseo por lo cuidado, el echar la vista atrás y ver la obra cómo va quedando, el cuadrar los pulgares e índices que dirigen en composición de 16, 256 o no me importa qué potencia de 2 bits. Así que ya ha llegado el momento, un día más tan solo en esta vuelta del planeta para por fin cerrar el círculo cuya cuadratura explicará el porqué de todas las cosas.
Finalmente menú principal, archivo y guardar como. Ese gran momento. Ponerle nombre. Siempre será un acontecimiento único, repetido no obstante hasta toda saciedad. Sea como sea, siempre duro, brutal, demoledor. Nombre significa nacimiento. Nacimiento conlleva crecimiento y este a su vez, inmortalidad. En este caso además multiformato.
Está hecho. Tal vez siga mañana. Tal vez no. No sabe ni qué hora del día (o de la noche) es. Saber cuándo la obra está acabada es un proceso inacabado en sí mismo. El artista funciona de ese modo. Se aferra al deseo de no terminar nunca, no sea que eso termine consigo mismo. Solo un píxel, tan solo un píxel de más o de menos, puede estropearlo todo.
Los que desean hacer dinero, acuden a estos maestros del con el único fin de explotar su don, su capacidad de hacer lo que nadie más sabe hacer, pero siempre por la cantidad mínima de sus reconocimientos, a fin de sacar la cantidad máxima de beneficios. Pocos hay que puedan hacerlo, es un círculo-cuadrado cerrado.
Pese a ello claro que surgen iniciativas y comunidades diversas, algunas con pretensiones de captar al público más persuable , otras en cambio más diversificadas como punto de partida para los menos reconocidos pero seguidores del género. Por supuesto también exisitirán puertas de enlace a la autopromoción y automejora.
Como por supuesto también, quizá pocos sean los consolidados, grandes maestros a los que admirar, tomar referencia y por supuesto reconocer y emular. Pero existen. Porque su arte también existe y es único en sí mismo, no solo como parte de un arte mayor o un producto superyacente como pueda ser un videojuego.
Estos nuevos rescatadores de lo que llaman viejo, pero que nunca se retiró; estos últimos pixelartistas que afortunadamente cada vez son más; estos perfeccionistas del micropunto cuyos ojos y retinas tienen formas cuadradas, con iris en colores RGB. Ellos, uno de estos, me ayudará a derrotarte, hermano. Prepárate.
El resto, terrícolas atentos, quizá sufráis daños colaterales. Aunque eso es algo que todavía no puede saberse. Mientras tanto… Seguid soñando, en versión pixelada a ser posible…
—
“Si se siembra la semilla con fe y se cuida con perseverancia, sólo será cuestión de tiempo recoger sus frutos.”
Carlyle, Thomas
“Volved a emprender veinte veces vuestra obra, pulidla sin cesar y volvedla a pulir.”
Boileau, Nicolas