Érase una niña marciana que gustaba de salir con su nave espacial a matar terrícolas con sus amigos. Volaban en formación, atacaban por turnos, controlaban los mandos. Si uno moría, no importaba: tenía otra vida. Arrasaban ciudades, masacraban naciones, devastaban el mundo. Era un juego divertido… La niña se llamaba Febe. También le gustaba escribir. Lo hace cada día 13 en este sitio.
Mi hermano se ha escapado. Es una horrible tragedia. Para todo el cosmos.
Mi hermano ha conseguido salir de su prisión de éter hiperbólico atemporal relativo y anda suelto nadie sabe en qué lugar. O peor aún, en qué momento. Conociéndolo, no dudará en intentar recuperar el tiempo perdido, el tiempo arrebatado, el tiempo que ha pasado justamente enjaulado, apresado, destemporizado. Es algo que se le da realmente bien hacer: revivir el tiempo muerto.
Pero por encima de todo hay otra cosa que se le da mucho mejor: fastidiarme a mí.
Mi hermano es malvado. Pero no esa clase de mal sutil, delicioso y hasta diríase en un ejercicio de psicoanálisis condescendiente, impuesto por la sociedad o el entorno. Mi hermano es el que genera ese entorno, para todos los demás. Es el que provoca el trauma infantil, desde los ojos de un niño eterno que ya nació con el mal dentro.
Sé que muchos pensaréis en que yo a mi manera también lo soy, que deseo masacraros y de hecho así lo hago con otros planetas. Pero es que eso está en mi naturaleza marciana. Otros, que en el fondo soy una ñoña nostálgica. A esos me los cargaré antes. Por último, habrá algún osado que dirá que se me escapa la fuerza por la boca. A ese lo ajusticiaré con un trato especial la noche definitiva de mi advenimiento sobre vuestras cabezas.
El caso es que antes de eso, tengo que hacer algo con mi hermano. Porque sé qué es lo primero que va a hacer. Va a incumplir la primera de las normas del Arte Octal nada más salir de su jaula de no-tiempo. Aquello que ningún marciano debe hacer nunca. Va a hacer un análisis. Y después hará otro y otro y otro. Va a viajar de una época a otra retroanalizando obras de arte y dándoles una valoración puede que hasta numérica. El peor de todos los crímenes. Va a manchar lo inmanchable.
No sé bien cómo evitarlo. Es más, seguramente se atreva incluso a alterar mis propios textos, quién sabe. Lo difícil no será prevenirlo, lo realmente difícil será posvenirlo, es decir, anticiparse a posteriori a su anticipación previa cuando viaje al pasado a alterar mis palabras. Una vez más el sutil encanto de la paradoja está aliado con aquellos que saben modificar el continuo espacio pero haciéndolo discretamente en tiempo, distrayendo al vigilante omnisciente.
Bueno, que no cunda el pánico. Al fin y al cabo, es bien sabido que los hermanos siempre se llevan mal. Da igual la especie, planeta o procedencia cósmica o conceptual. Aunque quizá no todos se lleven mal. De hecho, ahora que me paro a pensar, en el mundo de los videojuegos hay hermanos que sí se llevan bien, que protagonizan sagas, que se ayudan, que se rescatan y salvan de peligros.
A nada que pensemos un poco sobre este tema, está claro que seguramente los primeros que se nos vienen a la cabeza a todos son indudablemente la pareja de fontaneros italoamericanos devoradores de champiñones y setas mágicas más famosa de todas las que hayan aparecido en una pantalla: los Super Mario Brothers o “Hermanos Mario”.
Detalle curioso en el que en cambio mucha gente no se ha fijado es que los padres de estos dos hombretones no se complicaron mucho la vida para dar al nombre al primero de ellos al menos, idéntico al apellido. Quiero decir, si son los Hermanos Mario, ambos se apellidan Mario, de manera que uno se llama Mario Mario y el otro Luigi Mario. Es una locura, pero es así.
Lo cierto es que pese a haber alcanzado un mayor nivel de protagonismo uno que otro, cada uno tiene sus fans y sus detractores. A ambos se les ha caracterizado tanto en los juegos principales de la saga como en juegos exclusivos en los que solo ha aparecido como protagonista principal uno de los dos, estando ausente el otro ni siquiera como secundario: Mario tiene la mayoría, Luigi un Luigi’s Mansion y… y… poco más.
Pero no son la única videopareja de hermanos famosa. Hay también otro par de “bros” que han estado presentes en casi todos los bares y salones recreativos de la España de los años noventa. Con gorritos y sonrisas extrañas, monos de trabajo azul y rojo como única forma de diferenciarlos, lanzaban arcos energéticos que convertían a los pequeños monstruitos de los cincuenta niveles del juego en bolas de nieve que arrojar contra el resto de enemigos.
Efectivamente, hablo de los Snow Bros . Efectivamente, de nuevo se trataba de salvar una princesa. Efectivamente, se trataba de un plataformas, esta vez con niveles sin scroll , estáticos en una pantalla que si tardabas mucho en superar, aparecería la conocida calabaza maligna espectral (en cada barrio le daban un nombre, llegué a escucharle llamar “la Paca”) con el único fin de acabar con los simpáticos muñecos de nieve.
Si avanzamos un poco más en el tiempo y dejamos los más clásicos, nos adentramos en una compañía que ha utilizado el recurso de los hermanos en más de una ocasión. Gracias a una de sus franquicias más potentes, Capcom nos ha inculcado también la importancia y los valores de la familia unida en Resident Evil , ya desde sus dos primeros capítulos.
En la primera parte que inició toda la saga nos presentan a un Chris Redfield jovencito, ajeno al mundo zombi, curtido en otras lides de combate menos biopeligrosas. Tras lo ocurrido en la mansión de aquella entrega y su desaparición, su hermana Claire decide preocupada ir en su búsqueda a Raccoon City para localizarlo.
Tras la sorpresa que se encuentra al llegar a la ciudad invadida por el caos e infestada de muertos vivientes, sobrevive a aquel horror para reaparecer mucho más preparada y atlética en una espectacular intro dos entregas después en Resident Evil: Code Veronica . En ella, comparte protagonismo precisamente con su hermano Chris en un bonito reencuentro.
Pero no son los únicos hermanos que Capcom nos ha presentado. Podemos citar también a los “hermanos Lee”, sobrinos de Lee, personaje bastante desconocido del primer Street Fighter . Quizá sean más conocidos por sus nombres reales, Yun y Yang. Hicieron su primera aparición en Street Fighter III , aunque evolucionaron de una forma curiosa.
Primero fue solo Yun, en cuyo escenario aparecía Yang de fondo de pie mirando los combates. Podíamos elegirlo como si fuera otro traje del mismo personaje con idénticas habilidades. Pero Capcom suele hacer reediciones de sus juegos, de manera que llegó SF3 Second Impact , donde ya los personalizaron a cada uno con su estilo de lucha propio. Ahora han vuelto como personajes jugables en el Super Street Fighter IV Arcade Edition .
Hay muchos más hermanos repartidos por el mundo de los videojuegos, aunque es cierto que no es fácil enumerarlos todos de cabeza. Quizá podríais vosotros recordarme unos cuantos más. Para ayudaros en la tarea, yo añadiré algunos más a la lista sin explayarme demasiado en cada uno de ellos:
Aquí lo voy a dejar por esta ocasión. Por cierto, si veis a mi hermano por ahí, donde sea, o más bien cuando sea, hacédmelo saber. Se llama Hiperión Warper y tened cuidado, no está muy bien de la cabeza. Os analizará y puntuará obras de arte octal como si fueran objetos de estudio. Una barbaridad.
Pese a todo, hay que mantener a la familia unida. Incluso si son sádicos psicóticos con tendencias vagabundo dimensionales… Es mi hermano… Lo quiero tanto…
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“Nunca te pongas del lado de alguien que vaya contra la familia.”
Corleone, Michael
“Nunca des la espalda a tu hermano hasta que no veas lo que tiene en la mano.”
Anónimo