Érase una niña marciana que gustaba de salir con su nave espacial a matar terrícolas con sus amigos. Volaban en formación, atacaban por turnos, controlaban los mandos. Si uno moría, no importaba: tenía otra vida. Arrasaban ciudades, masacraban naciones, devastaban el mundo. Era un juego divertido… La niña se llamaba Febe. También le gustaba escribir. Lo hace cada día 13 en este sitio.
La realidad apesta. Apesta a polvo estelar, desfragmentaciones cósmicas e implosiones cuánticas. Esto es un hecho. Hasta tal punto sucede así, que las criaturas del Universo a veces nos vemos obligadas a mudar de piel o de cuerpo entero para introducir un poco de cordura en nuestras débiles mentes. Incluso yo, forma de vida superior a la vuestra, a veces necesito un poco de escapismo aparente.
No os culparía si alguno de vosotros llegara a pensar que esta pequeña marciana en contadas ocasiones gozara de adoptar otras personalidades, otras formas de mostrarse ante el mundo público, quizá un alter-ego común, insulso, vacío y patético para así compensar mi grandeza, quizá un hombre terrícola, un programador informático, un poeta.
Sea como sea, el caso es que el travestismo y los bailes de máscaras venecianos están más de moda que las últimas tendencias cibelescas, milanesas o primarkianas. En concreto, hay auténticas macro-congregaciones y eventos donde buen número de sujetos se dan cita para dar lugar a un crisol de personajes fantásticos y criaturas místicorreconocibles.
Sin ir más lejos, hace no mucho se celebró en Madrid el ExpoManga, el salón por excelencia de la cultura nipona pensada por y para esos amantes de lo japonés, los otakus . En las instalaciones de dicho evento uno podía pasearse por los stands comerciales a la caza de algún número atrasado de alguna colección de manga olvidada o asistir a las actividades y conferencias propuestas por la organización.
Pero seamos francos. El verdadero atractivo de estos variopintos y pintorescos lugares siempre ha sido, es y será la fauna de los cosplayers . Para el que no lo sepa, un cosplay es un disfraz bastante elaborado de un personaje de ficción, habitualmente enmarcado en el mundo de la animación y los videojuegos.
Los fans de una determinada saga fantástica, película, serie televisiva, videojuego o generalmente cualquier historia de ficción, se caracterizan hasta el mayor grado de detalle como sus personajes favoritos, llegando a parecerse tanto a ellos que ni sus madres pueden reconocerlos. Claro que hay casos que estéticamente no ganan más por más maquillaje y abalorios que se pongan.
No es de extrañar incluso que nos encontremos hombres como personajes femeninos y viceversa, de manera que casi dudaríamos de nuestras preferencias e inclinaciones sexuales al ver lo favorecidos que pueden estar ciertos sujetos con falda de marinera y coletas. Evidentemente hablo de aquellos que realmente se esfuerzan en conseguirlo.
Pero lo verdaderamente admirable, hasta una misántropa como yo debe reconocerlo, es el excelente trabajo que pueden llegar a realizar algunos amantes de este hobby. Se necesita paciencia, constancia, perseverancia, planificación, investigación y documentación. En esencia, como todo en esta vida, tiempo y muchas muchas ganas.
El primer paso es la elección del personaje a emular. Esta decisión puede ser rápida e indolora o llegar a convertirse en todo un parto. Normalmente pasa por las dos fases de seleccionar uno cuya admiración profesada es máxima y una vez echadas las cuentas de su coste finalmente descartarlo por resultar demasiado caro.
Porque es más, incluso ya no hablamos de pericia de sastre con aguja e hilo o de buena cantidad de tiempo libre, sino también de dinero invertido. Un cosplay cuidado y mimado a conciencia puede llegar a costar una fortuna, entre telas, accesorios y hasta trabajos de peluquería especializada, con gominas, sprays de color y otros productos para el pelo.
Otra opción siempre ha sido y será la que mucha gente adopta en Halloween o Carnaval: comprarlo hecho. Pero claro, el amante del cosplay no caerá en esas tentaciones, disfrutará haciéndose su propia máscara, cosiéndose las sisas o comprando las telas volviendo loca a la dependienta de la mercería de barrio no acostumbrada a estos menesteres.
Claro que no, eso sería una vergüenza para el noble arte del cosplay. Efectivamente, un practicante de dicha disciplina no comprará nada hecho… salvo si se trata de determinados accesorios únicos. Es entonces cuando enlazamos con el otro gran atractivo de salones como el citado ExpoManga o eventos similares: el merchandising .
Algunos no comprenderán el poder de deseo que se ejerce en el comprador de las figuras de acción, los peluches , los pendientes, cinturones, hebillas, reproducciones de armas, todas estas tipologías de productos claramente enfocados al público que las pide, las ansía y las idolatra como si las hubieran diseñado y creado ellos mismos.
Compradores cuyo mayor deseo, en contra de lo que pueda parecer, no es el de meramente colocarlas en una estantería y tenerlas de exposición para deleitarse con su sola visión cada cierto tiempo. Ojo, que esto también. Pero el verdadero leitmotiv final de poseer tal o cual adquisición es el mostrarlo a sus amigos y matarlos de la envidia por tenerlo… y ellos no. Además, cuanto más difícil de conseguir sea, mejor. Eso sí, no se admiten imitaciones.
Es aquí cuando entra una maravillosa palabra, quizá uno de los más lucrativos inventos del marketing, el concepto de “artículo oficial”. Serie limitada. Edición especial exclusiva de luxe . Serie única con unidades limitadas. Funciona. Verdaderamente funciona bastante bien. La gente compra el producto al triple de su valor solo por llevar esas palabras, un diseño de portada ligeramente diferente con bordes dorados y el DVD con el Director’s Cut make-off .
En cualquier caso, tanto el cosplay como el merchandising son una realidad que mueven muchísimo dinero y aficionados. Si bien este mes he hablado de estos fenómenos económico-sociales en términos generales, qué duda cabe de que en el mundo de los videojuegos se dan con una gran fuerza. En muchos otros salones como el pasado GameFest pudieron verse hasta grupos realmente trabajados .
Claramente se trata de dos realidades que vienen sucediéndose desde mucho tiempo atrás, surgidas real y primeramente de la industria cinematográfica, desde que empezaron a verse por vez primera “auténticos” soldados imperiales y varios Darth Vaders en la cola del cine enarbolando falsos sables láser y gritando a los cuatro vientos ser padres unos de otros.
Es más, a modo de reflexión debo añadir que este comportamiento, seguramente criticado o juzgado despectivamente por aquellos que no lo comparten o comprenden, no se diferencia demasiado de cuando un padre compra a su hijo de cinco años la camiseta de la última superestrella futbolística del momento. El caso es ser o creer ser quien uno no es.
Así funcionáis, vivís, aguantáis. Con la mentira, el engaño, el disfraz, la máscara, el otro color. Camaleones sociales, falsos mitos, mariposas camufladas en los troncos de los árboles, muertas por dentro por la misma resina derramada de vuestros corazones.
Claro que hasta una niña marciana puede ser uno de vosotros… en contadas ocasiones.
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“A algunos hombres los disfraces no los disfrazan, sino los revelan. Cada uno se disfraza de aquello que es por dentro.”
Chesterton, Gilbert K.
“Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti.”
Nietzsche, Friedrich