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Matando terrícolas por La Pequeña Febe

Érase una niña marciana que gustaba de salir con su nave espacial a matar terrícolas con sus amigos. Volaban en formación, atacaban por turnos, controlaban los mandos. Si uno moría, no importaba: tenía otra vida. Arrasaban ciudades, masacraban naciones, devastaban el mundo. Era un juego divertido… La niña se llamaba Febe. También le gustaba escribir. Lo hace cada día 13 en este sitio.

Bits para mis oídos

De entre todas las estupideces que os he escuchado decir a lo largo de tanto tiempo de observaros, una de las que más gracia y e indignación me han producido a la vez ha sido ésa de que el sonido no se propaga en el espacio. Cómo se nota que vuestros sentidos son ciegos y vuestras mentes sordas a los recovecos ocultos del arte. Porque cuando el sonido no es sonido, sino música, sino fragancia sonora, impregna el alma con su velo acústico.

No es que esté más poética por alguna razón en especial, es simplemente que por una vez no he viajado a mi satélite favorito en Saturno para escribiros, sino que he decidido dar un paseo por el cosmos con mi nave espacial, poner el piloto automático y sentarme relajadamente a escuchar algo de música en el viaje. Por supuesto, no una música cualquiera. Algo de calidad, algo que me evocara la magnificencia del mundo, algo digno de mi inestimable reconocimiento: bandas sonoras de videojuegos, por supuesto.

Como ya he explicado alguna que otra vez, el videojuego es una conjunción de varios elementos que forman un todo en el que, a falta de uno solo de esos elementos, la creación no sería lo mismo. Al igual que ocurre en el cine, curiosamente el aspecto sonoro parece estar como en un segundo plano, pasa como desapercibido, acompaña al resto de la escena como un complemento, no con su fuerza individual, perdiendo el protagonismo dotado habitualmente a los gráficos.

Pero en un videojuego la música es tan importante como todo lo demás, entre otras cosas porque lo identifica, porque provoca en el oyente que la escucha separadamente un sentimiento, una sensación, una emoción, un fuerte recuerdo de toda la obra completa, de los personajes, de la historia. La música de un juego lo caracteriza, lo dota de exclusividad, le da forma tanto como su argumento, los personajes o su estética. Es un elemento imprescindible de su trasfondo.

Claro que no estoy contando nada nuevo que no se aplique a la industria del cine, alguno pensará que no digo más que obviedades. Pero lo cierto es que existen juegos cuyo punto fuerte es precisamente su banda sonora, o que sin ella el juego no habría llegado tan lejos. Y al igual que con el cine, también hay grandes producciones orquestales, compositores renombrados y hasta una industria discográfica paralela a la distribución del propio juego.

No pretendo hacer una exhaustiva lista porque seguramente me dejaría alguno fuera, pero no puedo dejar de mencionar unos cuantos maestros y ejemplos de bandas sonoras que han marcado deliberadamente la historia del videojuego. Empezando fuerte, hay tres referentes imprescindibles procedentes de Japón que han sido los responsables de ponerle un sonido característico a grandes sagas: los maestros Koichi Sugiyama con Dragon Quest, Nobuo Uematsu con Final Fantasy o Chrono Trigger y Koji Kondo con Zelda o Super Mario.

Y como no puedo resistirme, aquí os dejo unas pequeñas muestras:

Claro que además de estos tres primeros la lista sería interminable, pero como es mi artículo yo destaco los que me da la gana y os invito a que escuchéis algunas de las bandas sonoras que no os dejarán impasibles: Ikaruga, Panzer Dragoon Saga, Castlevania (especialmente Symphony of the Night), Metal Gear Solid o Guilty Gear.

Mención aparte tienen esos juegos que, como dije antes, poseen un sonido característico que te sumerge en el trasfondo y la ambientación del juego. Una vez más habría incontable número de ejemplos, pero me quedo con unos cuantos que quizá no sean excesivamente conocidos, en un intento de aumentar vuestra cultura general: el simpático y dicharachero Katamari Damacy, el reivindicativo y enrollado Jet Set Radio, el variado y trepidante Metropolis Street Racer o el gótico-punk Vampire the Masquerade.

Ahora bien, la maravilla del arte es que engendra al arte, y alrededor de todo esto surgen paralelamente devotos que exaltan a los grandes haciendo sus propias versiones, interpretaciones, subproductos, tributos o colaboraciones. En concreto hay tres casos que quiero mencionar.

El primero es el de los “remixers”, aficionados a los videojuegos que cogen temas originales y los remezclan o modifican para que suenen de otra manera. Los resultados suelen ser de muy buena calidad y existen versiones que superan a los originales en algunos casos. Para el que esté interesado en escucharlas, el mejor punto de partida y máximo referente en Internet es sin duda alguna OverClocked Remix . Algunos como “Instant Remedy” tienen hasta disco propio. Otro dato: The Legend of Zelda es el “Canon de Pachelbel” de los videojuegos: la pieza más versionada de la historia.

El segundo caso es el de aquellos músicos que se dedican más o menos profesionalmente y que han decidido orientarse de algún modo hacia la banda sonora del videojuego o realizando colaboraciones esporádicas. En este cajón de sastre meteremos las guitarras de los mismísimos “Aerosmith” en Dead or Alive, la orquesta con coro que realiza actuaciones en directo de los increíbles “ Videogames Live ” o el caso curioso de los virtuales “ The Tauren Chieftains ”, empleados de Blizzard aficionados a la música que han llegado a crear temas impresionantes para algunos títulos de la saga Warcraft.

El tercero y último es el de los “Anime Music Videos” (AMVs para abreviar), clips musicales sobre series de animación japonesa realizados por los fans de esas mismas series y colgados en Internet por el mero placer de hacerlo. De hecho pueden encontrarse en YouTube y en la red buen número de ellos. Inicialmente surgieron del anime pero la idea ha trascendido a los videojuegos y no pocos han hecho sus creaciones. Algunos son realmente buenos o emotivos.

En la misma línea de contagio entre las corrientes artísticas de la música y el videojuego, mención aparte tienen los geniales “ Machinae Supremacy ”, grupo de música sueco creadores de un nuevo género conocido como SID metal, en el juntan un rock bastante bueno (tanto en la parte instrumental y vocal como en las letras de sus canciones) con sonidos un tanto retro de los viejos chips de computadoras antiguas, tipo Commodore 64. Como detalle gracioso, recientemente han versionado a Britney Spears. Aviso: no tienen desperdicio.

No voy a hablar en esta ocasión de esos juegos que, suponiendo un nuevo género, emplean la propia música como un elemento de la propia dinámica de juego. Dado que tendría material suficiente con ellos para elaborar un artículo completo, prefiero postergarlos para hablaros de ellos más adelante. Eso sí, como sabéis que me encanta citar obras de arte, que os vayan sonando Space Channel 5, Amplitude, Rez o los más conocidos Guitar Hero, Singstar o Dance Dance Revolution.

De hecho lo vamos a dejar aquí, porque ya estoy harta del paseo y la música se acaba. Ahora quizá arrase algún planeta vecino al son de la “Cabalgata de las Valkirias” de Wagner, la “Sinfonía del Nuevo Mundo” de Dvorak o “la Novena” de Beethoven. Mmm… No. No tienen comparación con “ One-Winged Angel ” de Nobuo Uematsu para esto de arrasar. Pero ésa me la reservo para cuando mi objetivo sea vuestro planeta.

Estad atentos, mis queridos terrícolas… No queda mucho.

La Pequeña Febe | 13 de febrero de 2009

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