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Matando terrícolas por La Pequeña Febe

Érase una niña marciana que gustaba de salir con su nave espacial a matar terrícolas con sus amigos. Volaban en formación, atacaban por turnos, controlaban los mandos. Si uno moría, no importaba: tenía otra vida. Arrasaban ciudades, masacraban naciones, devastaban el mundo. Era un juego divertido… La niña se llamaba Febe. También le gustaba escribir. Lo hace cada día 13 en este sitio.

El secreto de la crisis interplanetaria

Parece ser que tenéis problemas allá en vuestro planeta. Francamente, lo veía venir. Sois necios, egoístas, descuidados, patéticos. Y os pierde el dinero. Vivís por y para ese invento vuestro que os alía y enfrenta, os reúne y desune a la misma velocidad, os guía y pierde a partes iguales. Vivís en un mundo gobernado por los banqueros en lugar de los políticos y echáis a perder el valor de las pequeñas cosas.

Confundís la selección natural con la selección socioeconómica, os pisoteáis unos a otros por acaparar más riqueza, por amasar el control monetario del mundo, por ser más a base de tener más. Estáis destruyendo vuestro planeta de una forma mucho más cruel de lo que podríamos hacerlo los marcianos si lo quisiéramos con nuestros protocañones de plasma. La vuestra es una agridulce tortura, de lenta y tediosa erosión a varios niveles.

Está bien, no todos sois así. Hay quien trata de cambiarlo. Hay quien simplemente busca otra cosa. Quizá algunos artistas muy seleccionados, según les dejen sus directores de marketing. Porque el arte también se comercializa, también es un negocio. En concreto, los videojuegos suponen actualmente el sector más fuerte en la industria del ocio audiovisual en España (por decir un país al azar), nada menos que un 54% de los beneficios producidos del mismo.

En este periodo de dificultades ante la puesta en marcha de nuevas ideas, la creación de nuevas empresas o la capacidad de arriesgarse por nuevos proyectos, la industria del videojuego se presenta imparable en un nicho de mercado que no parece verse afectado por esa crisis planetaria de la que todos vosotros habláis últimamente. Me he parado a investigar los motivos y he sacado algunas conclusiones.

En primer lugar no estamos hablando de un negocio cualquiera. Hablamos de ocio. El ocio es la mayor de las necesidades mentales de primer orden para cualquier terrícola medio. Si se suprimiera el ocio, muchos de vosotros acabaríais explotando vuestros cerebros por culpa de vuestros trabajos y de vuestros problemas cotidianos. Por suerte, no podéis vivir sin productos artísticos, sin esa distracción efímera y superflua que os reporta un libro, una película o un videojuego.

Llamáis ocio a estos productos nacidos de la inspiración de otros y de alguna manera no sois conscientes de lo adictos que sois a él. Además tenéis otras opciones, pero de nuevo el dinero se interpone en ellas. Podéis quedar con vuestros amigos para cenar, tomar algo, salir y divertiros de un millón de formas. Pero hay un problema: todo ello supone gastar cantidades que quizá no sean compatibles con vuestros bolsillos.

Muchos de vosotros decís que a duras penas llegáis a fin de mes, así que suele decirse que es “mejor quedarse en casa” antes que “sacar el coche” o “beberme la noche” y otras retóricas prácticas hedonistas. Además, con la llegada del frío y la mayor cantidad de horas de oscuridad, soléis buscar el calor del hogar y os ponéis hasta más cariñosos con vuestros familiares y allegados, queriendo pasar más tiempo en el entorno doméstico en esa búsqueda de alguien que os proteja y cobije. En definitiva, las opciones fuera de casa quedan descartadas.

Ahora bien, es cierto que estar con los tuyos (o sin ellos) bajo una manta, viendo una película, o echados sin más a solas con vuestros pensamientos escuchando música, son opciones bien válidas. ¿Pero acaso no es cierto que todas esas formas de arte alcanzan su máxima expresión cuando se reúnen en una sola? Si además te permiten interactuar en lo que haces, que la ejecución de esa forma artística dependa de alguna forma de tus movimientos y decisiones, se convierte en la más perfecta de las combinaciones.

Pero, aunque me enerve sobremanera, ésta no es exactamente la razón y sí, a un tiempo. Me encantaría que en todo esto hubieran tenido que ver esos pequeños avances (sí, algunas veces muy contadas hasta los cometéis) como la declaración por parte del gobierno alemán acerca de considerar los videojuegos como “culturales”. Todo un acierto sin duda, que realmente espero el resto de países emulen.

Pero una vez más debo decir que os consume vuestro consumismo capitalista. Sin ir más lejos, no hay más que fijarse en otro dato relevante: el 60% de las ventas en videojuegos y consolas que se hacen en un año ocurren en el periodo navideño. Es la excusa perfecta: el regalo forzado, la compra masiva, la oferta y la demanda en esa jungla de números y supervivencia comercial conocida como “la economía”.

Después de esa compra casi costumbrista, más tradicional que decidida, llegará el resto de un año en el que las familias jugarán y vivirán vidas más allá de las suyas pasando muchas horas con una máquina que en principio solo se adquirió como una fuente de entretenimiento. Y sí, digo bien, las familias al completo. Porque el enfoque ha cambiado. Los videojuegos ya no son una alternativa más al qué hacer para pasar el rato, designada para unos cuantos, principalmente niños.

Ahora perfiles de todo tipo pueden encontrar múltiples opciones ajustadas a sus preferencias particulares. La cosa está cambiando. Quizá Nintendo haya tomado la iniciativa con Wii y Nintendo DS, pero sus competidores se están apuntado al carro. Baste decir un par de ejemplos como el Brain Training, ese juego en el que es posible desarrollar algunas capacidades mentales; o WiiFit, donde haces ejercicio y te pones en forma con un entrenador personal que no es otro que la videoconsola del salón.

Y sin salir de casa. Aquí es donde yo quería llegar. Por tanto, poco a poco se os está haciendo no ya tan antojadizo, no ya un capricho, sino casi una necesidad, el comprar una o dos videoconsolas: la de casa para suplir las carencias que ya he mencionado; y la portátil para hacer que las horas malgastadas a diario en el transporte público, de camino al trabajo o al centro de estudios, se hagan más llevaderas.

Claro que aquí ha surgido otro punto importante: la versatilidad. Una videoconsola actual permite muchas más opciones que cargar un videojuego y disfrutar del mismo. Como dispositivo electrónico, toma y sustituye funciones de otros formatos más clásicos. Al principio hablaba de las otras formas de arte, como la música, el cine o la literatura. Todo eso ya se puede hacer desde una videoconsola. Si además es portátil y podemos hacerlo en cualquier parte, ya se convierte en el compañero de viaje ideal.

La cosa está rozando tal punto que, lo que hace apenas unos años era una opción más, acogida por unos pocos amantes del octavo arte muy seleccionados, ahora se convierte en un instrumento imprescindible del día a día como ya ocurrió con el teléfono móvil o el ordenador personal, o remontándonos más atrás incluso la lavadora o la televisión.

Además y de la misma manera, el espectro de “clientes potenciales” ha llegado a ampliarse tanto que permite llegar a todas partes, ofreciendo opciones para todos los gustos y a personas de cualquier edad, agrupando amigos y familiares de muy diversas procedencias. Volviendo al ejemplo de la Wii, con frecuencia vemos en sus anuncios abuelos y nietos jugando a la videoconsola, algo impensable hace apenas unos pocos años.

Así que ésta es la nueva realidad que ya ha llegado, sin que la mayoría de vosotros se haya dado cuenta. Como quiera que esa mayoría necesitáis de números y estadísticas para creeros lo que la otra minoría ha logrado, me he permitido este mes hablar en esos términos más mercadotécnicos y menos artísticos. No será algo que repetiré a menudo, pero me interesa captaros a todos para que llegue el día no podáis vivir sin mí.

Bueno, de hecho y en rigor, si me diera la gana o por mí fuese ya os habría exterminado a todos. Pero me queda tanto que escribiros y tanto arte que admiraros (porque no hay peor crisis que la del artista sin inspiración), que os daré una segunda oportunidad. Otra vez. Simplemente aprovechadla.

Y sí, es una amenaza.


“Hay tres clases de mentiras: La mentira, la maldita mentira y la estadística.”
Twain, Mark

“La crisis de hoy es el chiste de mañana.”
Wells, Herbert George

La Pequeña Febe | 13 de noviembre de 2008

Comentarios

  1. Paco
    2008-11-14 22:04

    Dijo Jean Cocteau: “una obra de arte debe satisfacer a todas las musas. Es lo que yo llamo la prueba del nueve”.

  2. hernan
    2008-12-07 22:27

    me alegra q personas como tu den buenas enseñansas para muchas personas q las necesitamos
    tu tema es muy interesante lo estudiare con mas profundida gracias

  3. La Pequeña Febe
    2008-12-08 23:55

    Querido terrícola hernan, me siento muy halagada con tu comentario. No pocos de vosotros dejáis pasar el devenir diario sin fijaros en lo que os rodea. Yo me limito a levantar los párpados de aquellos que estén dispuestos a soñar despiertos.

    En cuanto al comentario de Paco, simplemente recordarle que no todas las musas que no entienden de arte hoy día, ni siquiera las nueve clásicas griegas. Calíope la primera.

  4. La Pequeña Febe
    2008-12-08 23:58

    Donde dije “no todas las musas que no entienden de arte hoy día” quise decir “no todas las musas entienden de arte hoy día”.

    Me traicionó vuestra patética lengua primitiva.


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