Arístides Segarra es escritor. Anteriormente ya fue construyendo Estilo familiar en Almacén. Estilo familiar dejó de actualizarse en octubre del 2006.
Irene ha dibujado una tarjeta para su nuevo primo político, Arnau. Creo haberle hablado alguna vez, lector amable, de la enfermiza pasión de Irene por los bebés. Debo reconocer que semejante filia me incomodaba sobremanera, pues la interpretaba como predisposición a realizar sin rebelión sus posibilidades físicas. Este artículo debía glosar, pues, uno de mis puntales ideológicos, remarcando a la Irene futura que leerá estas palabras con provecho que nuestra humanidad se basa precisamente en la superación de la determinación biológica.
Pero hete aquí que mi niña, ya próximo su séptimo cumpleaños, ha conseguido sorprenderme de nuevo haciendo obsoletos mis temores y desmontando la condescendencia, o mejor, simpleza con que en ocasiones la interpreto, pues resulta que su pueril pasión no es fruto de un supuesto imperativo biológico.
A mi niña le gustan los bebés porque en su presencia ella se sitúa más próxima a los adultos, su futuro, que a los bebés, su pasado. De hecho los trata como ella cree que los adultos los tratan. Irene, en presencia de un tierno infante, se proyecta hacia el futuro. ¿Que cómo lo sé? Lo entenderán cuando les cuente el contenido de la tarjeta que escribió e ilustró para su primo. En la portada ha pintado a su primo en la cuna y a su tía al lado. El presente. En el interior el texto: “HOLA ARNAU SOY IRENE ESPERO QUE SALGAS PRONTO DEL HOSPITAL”. En la contraportada ha pintado a su primo Arnau, con seis años escuchando a Irene, que tendrá doce, contarle cosas de cuando era pequeño.
Mi niña ha aprendido la lección antes de que pudiera hacérsela explícita: que no hay regreso, que no se puede volver a un lugar o un tiempo que ya no existe tal y como existió cuando existió con nosotros. Y que sólo cabe construirse el futuro. Irene ya lo sabe, pues no se identifica con el niño, sino con el adulto que le hace carantoñas y que le transmitirá el pasado.