Arístides Segarra es escritor. Anteriormente ya fue construyendo Estilo familiar en Almacén. Estilo familiar dejó de actualizarse en octubre del 2006.
Como lo lee, lector amable. Irene está de crucero. Con su madre. Mi queridísimo amigo Colom, cuando lea esto, esbozará ese gesto alegre y relajado con que me reprocha los excesos verbales, y algún otro, satisfecho de poder regañar al niño que no mantiene la necesaria atención, y se despista. Exclamará: “¿era necesario decirlo?”. Pues no, no era necesario. Usted ya sabe, si lee aunque sea infrecuentemente esta columna, que yo jamás me iría de crucero. Y que me cortaría las piernas antes de llevar a Irene de crucero. Es el peor viaje que pueda imaginar.
Pero tal vez algún lector despistado, amable pero despistado, recala hoy por primera vez en esta página. Y se pregunte, ya que no me conoce, por qué siento tal aversión a los cruceros. Resumiendo: a, no sé nadar; b, me mareo con facilidad; c, padezco una cierta claustrofobia.
Y d, irse de crucero es el signo más relevante que he encontrado hasta ahora de lo que le ha sucedido a la sociedad española en los últimos veinte años. No es una metáfora, no. No digo que la sociedad española haya estado de crucero como quien dice que ha estado ausente de sus responsabilidades. Es un signo: los españoles de clase media baja se van de crucero, otrora viaje reservado a los muy pudientes y ociosos. Tiempo y dinero, los símbolos de estatus de nuestros días, son recreados mediante autobuses náuticos que no lo son por ausencia de boato, sino por su completa carencia de lujo. No es que las cosas tengan aspecto de haber sido compradas en un chino, eso seria cutrez. No. Son adocenadas, hermosa expresión. Adocenadas. Gran virtud burguesa.
¿Queda algo de la ética de los pobres que yo conocí todavía? El orgullo del pobre, que se fundamentaba en la laboriosidad, y censuraba severamente la ociosidad, y para quien era de sentido común que el dinero era peligroso, siempre con su cara y su cruz. Y aborrecía el engaño social, aparentar lo que no se es. Como irse de crucero.
2005-11-04 09:53 Ya que se alude a mí, digo algo. Pero no algo de mi cosecha, sino de la de Cabana, que tiene este tipo de salidas: “El crucero es a la clase media lo que el oro al cuerpo de la maruja.” Lo que no sé ahora es si lo dijo por escrito o en conversación. Con él siempre me confundo.
2005-11-04 11:48 Segarra, uno jamás debe confesar en público tamaños defectos: no saber nadar, un valenciano, es exactamente lo mismo que querer irse de crucero: una paletada. Es decir, una manifestación de pobreza, aunque sea de espíritu.
Lo de la frase de Cabana… será fruto de su profesión televisiva, y de haberse tragado de niño todos los episodios de Vacaciones en el mar… y su intención es ocultar lo que Segarra confesó: él tampoco sabe nadar.
Mientras, que quede constancia de que yo sí aceptaría gustoso el que algún pudiente lector me enviase un par de billetes para algún crucero.
Saludos.
2005-11-04 14:09 ¡Será maruja el Marcos!
2005-11-04 21:17 Que tiempos aquellos, en los cuales, un crucero era el premio de la rifa de la fiesta del barrio.
Nunca me tocó. No puedo decir si hubiera ido. Eramos tan rojos.
2005-11-05 17:34 Anda Cabana, que estas Navidades te regalo un bono para ir a la piscina municipal, y otro para Segarra, y un kit de manguitos para los dos. Y para que tu chavala te deje ir tranquilamente, tú le regalas (lo acabo de ver anunciado en la TV) los DVDs de ¡Benny Hill!. Cuánta felicidad.
2005-11-05 19:26 Concitar en los comentarios de uno de mis artículos a Colom, Marcos y Cabana, a los que se une el lector amable que firma Felipe, me deja estupefacto: recuerden, admiración que bordea el estupor. Pero aún conservo el suficiente dominio de mí mismo como para, agradeciéndolo en lo que vale, rechazar el generoso regalo de Marcos: no saber nadar es a Segarra lo que una rosa es a la rosa, su sine qua non.
Agradecido.
2005-11-06 23:02 perdonen la intromisión.he realizado un crucero y estoy encantada. es cierto, es una pena que se hayan vuelto ¡ tan “clasemedia”!, pero uno se lo puede tomar como más le guste, dedicarse a participar en los concursos tipo “confiese sus miserias y burlémonos todos de ellas”o, por el contrario, ir al piano bar en las travesías más largas, pasear por cubierta antes del desayuno, amanecer cada dia en una ciudad distinta, una cultura distinta, bailar bajo la luna con la brisa marina en tu rostro y dormir arrullada por las olas todas las noches.
lo recomiendo a todos
un saludo,